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viernes, 29 marzo, 2024
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Nuestra propia tumba

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Por: EDUARDO CAMPECH MIRANDA* •

La Gualdra 246/Promoción de la lectura

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Una de las carencias que más se manifiestan dentro de los profesionistas es la lectura. En algún momento Felipe Garrido aludió a que si todo ese ejército de egresados de las universidades leyera más allá de los textos propios de su formación y ámbito laboral, los indicadores nacionales tendrían un impulso considerable. Hay dos sectores para los cuales el futuro ya los alcanzó: los maestros, quienes padecen en carne propia la llamada Reforma educativa y los bibliotecarios públicos, muchos de los cuales no logran dimensionar lo que está sucediendo. Resulta fácil pensar que la lectura pudo ayudarles a defenderse a los primeros y abrir posibilidades a los segundos.

La lectura, aunque no por sí misma, forma ciudadanía. Ciudadanía que idealmente debe ser participativa y crítica. La reforma es algo que se veía venir desde hace años. No podemos pecar de ingenuos. La imposibilidad de analizar el contexto social es resultado de falta de lectura. De eso no me queda duda. Y también lo sabían los líderes sindicales, funcionarios y políticos que la impulsaron. El único obstáculo era la maestra. Una orden judicial fue suficiente para quitarla del camino. Ahora las consecuencias están a la vista.

En el caso de los bibliotecarios la presión, constante evaluación y juicio viene de la sociedad. Es indudable que la concurrencia a las bibliotecas públicas va decreciendo. Lo anterior, visto en forma global, porque hay sus honrosas excepciones. Pero en general estos recintos se convierten en bodegas de libros y los bibliotecarios en sus guardias. Las entidades federativas y los municipios dejan toda la responsabilidad de la actualización bibliográfica a la Secretaría de Cultura del gobierno federal. Es necesario que asuman también esta parte del mantenimiento. Después tienen el descaro de exigir estadísticas y cuentas alegres.

Pero la limitante de la actualización del acervo bibliográfico, la competencia que implica el desarrollo tecnológico no son, ni deben ser excusas o argumentos que impidan percibir las deficiencias del personal bibliotecario. Es ahí donde entra en juego una de las habilidades que se desarrollan con la lectura: la creatividad. Ya no se trata sólo de saber qué puede ofrecer la biblioteca a la comunidad, sino qué necesidades de la comunidad puede solventar la biblioteca. En la medida que se responda esta pregunta, las posibilidades de esta institución, de convertirse en polo de desarrollo, se expandirán.

¿Hay dentro del personal o la comunidad alguien que sepa mecánica básica, primeros auxilios, cocinar, etc.?, pues se pueden integrar como talleres gratuitos para brindar información capaz de generar conocimientos en quien acuda, pero también para decirle a la población: lo que tú sabes es importante para muchos. Desde luego que lo anterior tendrá mayor impacto si se promueven los libros que hay en torno al tema. No es necesario sacar al conejo de la chistera, sino de indagar, tener espíritu de innovación, plantearnos nuevos retos, de experimentar en cabeza ajena lo que sucede con el magisterio. Si seguimos esperando que la población vaya a la biblioteca por el mero hecho de estar ahí, cavamos nuestra propia tumba.

https://issuu.com/lajornadazacatecas.com.mx/docs/la_gualdra_246

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