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jueves, 25 abril, 2024
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Sobre Cuatro consideraciones de la ilusión

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Por: GLORIA ARELLANO MAYÓN •

La Gualdra 245 / Libros / Teatro

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Cuatro consideraciones de la ilusión fue originalmente idea del maestro Lech Hellwig-Górzyński, quien pretendía hacer un libro sobre su experiencia en el mundo académico. Sin embargo, una vez que me confió su escritura, el libro se convirtió en algo (quiero pensar) mucho más interesante. Se trata de un ejercicio literario que explora cuatro maneras distintas de entender el teatro; consciente de la imposibilidad de alcanzar la “verdad última” del teatro, estudia en cambio las sensibilidades para las que este constituye no solo una actividad, sino un modo de percibir la realidad. Cada uno de los cuatro relatos que conforman el libro explora el teatro desde un punto de vista distinto; tenemos el punto de vista del actor, del dramaturgo, del director y finalmente del teatrólogo. Presento a estos personajes en un punto de crisis, en un momento en que la ilusión en la que han creído toda su vida se revela a sí misma como tal, por lo que sus universos interiores colapsan, sus identidades se problematizan y deben ser resueltas por una conciliación final con la idea del teatro; deben entender cuál es su relación con el teatro para entender cuál es su relación con la vida. De esta manera exploramos la ilusión desde adentro, interrogando a quienes ven del otro lado del telón, quienes saben cómo se ve el mundo desde el escenario en el momento en que los límites entre el mundo real y el mundo del teatro se desvanecen.

Para dar unidad a esta multiplicidad de voces y perspectivas, los personajes enfrentan un mismo reto: la interpretación de textos que se les presentan como interrogantes. Dichos textos (informes académicos reales del maestro Lech) les resultan ajenos, extraños, incomprensibles, son textos que deberían hablar de teatro y que sin embargo no hablan de nada, solo son un conjunto de nombres y fechas tal y como corresponde a documentos de carácter administrativo. Sin embargo, los personajes están tan inmersos en su concepción teatral de la existencia que son incapaces de entender estos textos como lo que son y en su lugar proyectan en ellos sus propios dramas, sus propias historias. El texto se presenta así como un vacío que el lector está encargado de llenar y que no puede evitar llenar con sus miedos y sus obsesiones. Los personajes encuentran en el texto lo que quieren encontrar, lo que estaban destinados a encontrar y que no es sino la esencia de su perspectiva, su propia verdad llevada a sus últimas consecuencias.

La sensibilidad encantada o engañada por la ilusión del teatro se muestra entonces incapaz de acceder al lenguaje como el resto de los hombres y se ve obligada, en cambio, a reaccionar ante el texto, a “actuarlo”, “dirigirlo”, “escribirlo” o  “entenderlo teóricamente”, según sea el caso. Para estos personajes heridos de teatralidad el texto es un ser que sigue o da instrucciones, algo que hay que volver parte de la propia vida. Quien ha caído víctima de la ilusión no concibe un texto que no hable de sí mismo; en esto confirmo sin querer el prejuicio del teatrero como un ser formado de puros nervios, la idea del teatrero que se piensa el centro del mundo, y con razón, pues para él el mundo es un escenario. Asimismo, la lectura que hace cada uno de estos personajes refleja la tensión entre el teatro como acción y el teatro como texto; la imposibilidad del texto dramático para existir como algo estable, fijo y muerto sobre la página, pero al mismo tiempo la imposibilidad de la acción para existir sin el texto. Todo esto no es sino preguntarse cómo el teatro lee el mundo y cómo se lee a sí mismo.

Mi intención es que el lector de Cuatro consideraciones de la ilusión (Texere Editores, 2016) experimente la misma perplejidad que los personajes ante el texto y ante el mundo, por eso la multiplicidad de voces, de narradores y estilos, por eso cada relato se ve súbitamente interrumpido por los informes académicos de Lech, como si una palabra no pudiera existir sin la interrupción violenta de otra voz. “¿Qué estoy leyendo y por qué lo estoy leyendo?”, es lo que quiero que se pregunten los lectores. Quiero que se molesten, que cierren el libro y lo avienten, que vuelvan a él y cuestionen su propia lectura. Por eso he intentado escribir un libro que escape a las denominaciones, no es un ensayo, no es un cuento, no es un informe académico, o es todas estas cosas al mismo tiempo. Espero haber hecho un libro ilegible, que deba sentirse con el cuerpo, un libro que obligue a cada lector a desempeñar un papel, a actuar o a escribir en sus páginas lo que yo no he escrito.

Finalmente, es un libro que considera el teatro y la lectura como dos formas distintas de la ilusión. Todo lo que quiere decir es que el teatro no es sino una manera más de leer el mundo; el actor lo lee a través de la acción, el dramaturgo, de la creación, el director, del control y el teatrólogo, de la teoría. Cada uno de estos sujetos opera a partir de un principio que no es sino una manera particular de ver la vida. Cuando en el libro aparece la palabra “teatro”, realmente podría decir “vida”, porque en el fondo son la misma cosa. De esta manera intento ofrecer un libro que apele no sólo a la sensibilidad de quien está familiarizado con el teatro, sino de todos aquéllos que, como yo o como los personajes, se preguntan todavía qué significa estar sobre este escenario, los que se preguntan cuál es su papel y si son capaces de representarlo, aquéllos que se preguntan quién ha escrito todo esto y cuál es su sentido. Evidentemente, yo no puedo dar respuestas definitivas a estas cuestiones, quizá porque esas respuestas no existen o porque yo misma soy incapaz de escapar de la ilusión, pero al menos puedo dar algunas consideraciones, esta vez fueron cuatro.

https://issuu.com/lajornadazacatecas.com.mx/docs/la_gualdra-245

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