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viernes, 29 marzo, 2024
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En Chile y Estados Unidos, toma fuerza la demanda de educación superior gratuita

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Por: RAYMUNDO CÁRDENAS HERNÁNDEZ •

Una de las reformas pendientes de los neoliberales que nos gobiernan desde hace más de seis lustros es la de la educación superior pública. Todo indica que el hilo conductor de la misma será la crisis financiera que padecen un buen número de instituciones, especialmente en materia de seguridad social y de pensiones, para arribar a lo que realmente les importa: definir un nuevo sistema de financiamiento con una mayor participación económica de los estudiantes y una nueva relación del sistema educativo con el productivo. Para preparar el debate que viene, vale la pena conocer dos experiencias relevantes en nuestro hemisferio, en Chile y Estados Unidos.

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Camila Vallejo es el nombre de una joven chilena que adquirió notoriedad internacional cuando, hace unos cuantos años, se convirtió en la dirigente principal de la Federación de estudiantes de su país y, como tal, encabezó un poderoso movimiento tras la bandera de una reforma educativa integral que contemplara la gratuidad de todo el sistema público de educación superior, para enfrentar el grave problema de una gran proporción de egresados imposibilitados para pagar las deudas contraídas para pagar colegiaturas crecientes. El movimiento fue tan trascendente que catapultó a Camila como diputada integrante del Poder Legislativo de su país, presidenta de la Comisión de Educación y principal motor de un proceso de reforma educativa que inició el año pasado y reiniciará en pocas semanas. Los estudiantes chilenos están recuperando las conquistas perdidas en la dictadura pinochetista y, sin duda, lograrán este mismo año completar una reforma educativa integral de vanguardia.

Mientras tanto, por primera ocasión, las elecciones primarias en Estados Unidos están siendo impactadas por la movilización juvenil; la historia es la siguiente: de acuerdo con la famosa revista Forbes dos terceras partes de los estudiantes que se gradúan de universidades estadounidenses lo hacen con una deuda promedio de 26 mil 600 dólares. A pesar de las versiones que advierten sobre deudas agobiantes de 100 mil dólares o más, éste es el caso de sólo 1% de los graduados, y sólo uno de cada 10 acumula más de 40 mil dólares. La deuda de préstamos estudiantiles ha alcanzado un nuevo récord, cruzando la marca de 1.2 billones de dólares, de los cuales un billón corresponde a préstamos estudiantiles federales, lo que representa la segunda forma más elevada de deuda de consumidores sólo detrás de las hipotecas (las cuales fueron una de las causas de una crisis de la cual aún no salimos). Con la deuda federal estadounidense ubicándose en 16.7 billones de dólares, la deuda de los préstamos estudiantiles suma 6% del total de la  deuda pública total del país.

Los jóvenes afectados señalan que aceptaron el equivalente a la hipoteca de una vivienda antes de gozar de un ingreso normal, confiando en promesas falsas y sin saber que la deuda es inapelable, sin importar las circunstancias de vida o la capacidad de pago de los deudores. La crisis iniciada en 2008 no ha hecho sino poner en evidencia la mentira de que un título universitario equivalía a un seguro de prosperidad para sus dueños. Hoy ya está claro que el neoliberalismo excluye a cada vez más jóvenes, y que los profesionistas no son la excepción.

Muchos estadounidenses de la llamada ‘generación del milenio’ han ido definiendo a Bernie Sanders como su aspirante preferido. Jóvenes desencantados con los políticos convencionales y con el sistema, abarrotan sus actos de campaña y promueven las ideas del socialista en redes sociales. Los jóvenes son una de sus principales fuentes de apoyo y esto se debe en gran medida a su mensaje, sobre todo, respecto a la desigualdad económica; existe una verdadera preocupación entre la juventud estadounidense por la desigualdad. Sin embargo, existen pocas dudas sobre la propuesta más popular entre los jóvenes y muchos padres: La educación en las universidades públicas debe ser un derecho de todos los estadounidenses, y esas instituciones deben formar parte del sistema público de educación gratuita, junto con la primaria y la secundaria.

El senador Sanders, que predica entre otras medidas de izquierda elevar el salario mínimo en todo Estados Unidos a 15 dólares la hora, ha venido conquistando el apoyo de ciudadanos progresistas y miembros de la clase trabajadora y recabado para su campaña donativos por millones de dólares de una vasta red de pequeños donantes en vez de recurrir a dinero de grandes empresas. Su programa electoral incluye propuestas fiscales innovadoras, como la llamada tasa Tobin a transacciones financieras especulativas para financiar la educación superior pública. Sanders también defiende reformar el sistema para que los ciudadanos que ganan por encima de 250 mil dólares anuales paguen el mismo porcentaje de impuestos en seguridad social que la clase media.

No es sólo su discurso progresista lo que gusta de Sanders, sino también la percepción de que ha sido fiel a sus ideas a lo largo del tiempo, mientras que diversos analistas opinan que la fuerza de Sanders entre los jóvenes reside en que esa parte del electorado se opone frontalmente a Clinton por considerarla un miembro de la oligarquía del poder político, mientras que Sanders, a pesar de su edad, se ha colocado como un rebelde que desafía al sistema. Parece que eso gusta tanto en Chile como en Estados Unidos. ■

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