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viernes, 19 abril, 2024
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El Templo de las Musas. Del barroco al academicismo

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Por: Violeta Tavizón •

La Gualdra 240 / Arte

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El barroco fue un estilo que transformó la forma de vivir, de pensar y de sentir en el mundo novohispano. Diversos procesos económicos, políticos, sociales y religiosos dieron lugar a nuevas manifestaciones en la literatura, la música, la pintura y las demás artes. El barroco novohispano fue un reflejo del mismo proceso, tanto por su dependencia de la Corona española, como por el auge económico y la expansión territorial que alcanzó.

Los artistas del barroco tuvieron a su cargo la tarea de plasmar y dar forma a las aspiraciones estéticas de una sociedad cuya concepción del mundo y de la vida giraba en torno a la religión católica. La imaginería religiosa tuvo como principal objetivo la evangelización de la población, aunque también se desarrollaron otros géneros como el del retrato de personajes ilustres. Si bien es cierto que los artistas novohispanos se nutrieron de influencias y modelos europeos, las obras de muchos pintores novohispanos son una muestra del espíritu creado propio del México virreinal.

Durante el virreinato, la Iglesia promovió sus enseñanzas religiosas a través de la palabra oral y escrita; este discurso se vio fortalecido con el poder de las imágenes. Escenas o series sobre la vida de Cristo, de la Virgen María o de los santos se convirtieron en temas muy populares durante la Nueva España.

Desde el virreinato se instituyeron los gremios con el objetivo de organizar el trabajo; el maestro que había pasado el examen correspondiente, enseñaba y dirigía a los oficiales y aprendices, tal como estipulaban las ordenanzas o reglamentación. Durante el siglo XVIII esta tradicional forma de trabajo (en el campo de las artes) comenzó a cambiar, ya a partir de la época de la Ilustración, la búsqueda del conocimiento hizo que proliferaran las academias de arte en Europa, que a su vez funcionaban como talleres.

En congruencia con la Ilustración, las academias procuraban destacar el racionalismo y procurar en sus alumnos la búsqueda científica para llegar al conocimiento. Fue entonces, en ese siglo, cuando se crearon distintas academias que tenían por objetivo controlar el mercado de las obras de arte, fomentar la identidad nacional al enseñar las virtudes republicanas y el buen gusto de la burguesía, un arte creado a la luz de la razón.

En México, desde la segunda mitad del siglo XVIII se comenzaron a sentir aires de renovación artística, nutrida de las corrientes clasicistas y de las ideas ilustradas procedentes de Europa.

En este sentido, se han suscitado una serie de interesantes investigaciones al respecto. De ahí que los historiadores del arte ya se han dado a la tarea de indagar este primer intento que hubo por parte de un grupo de pintores, de instituir una academia en pleno barroco novohispano.

Dos de ellos fueron Investigadores del Instituto de Investigaciones Estéticas (IIE) de la UNAM. Uno de ellos fue el renombrado historiador del arte Xavier Moyssén, quien encontró un documento en el Archivo Histórico de la Ciudad de México en donde se lee la petición de un grupo de pintores entre ellos José de Ibarra, Miguel Cabrera y José de Alcíbar, por abrir una Academia, tal como la que había en Madrid. Este primer artículo sobre el tema fue publicado en 1965 en la revista Annales que coordina el IIE y donde se mostró este importante descubrimiento.

Por otro emanado del mismo documento, otra investigadora del IIE Mina Ramírez Montes, en 2001 redactó un artículo en la mencionada revista, con la intención de agregar su propia interpretación del hallazgo encontrado por su maestro en la década de 1960.

Finalmente la especialista en el pintor José de Ibarra, la historiadora del arte Paula Mues Orts en su libro La libertad del pincel, los discursos sobre la nobleza de la pintura en España, destaca, entre otras cosas, el papel que jugó Ibarra en el gremio de los pintores al inducir a su grupo de artistas más allegado a crear la primer academia de pintura en México.

Resulta por lo tanto interesante observar cómo el Siglo de las Luces sembró en la pintura novohispana la semilla del academicismo, iniciado por los grandes artistas del siglo XVIII, como lo fueron José de Ibarra y Miguel Cabrera quienes buscaron dejar de lado el gremio para introducirse a un universo más versado y docto en el que el arte fuera concebido como la creación de una idea, de un concepto sujeto al análisis; y no sólo regido por la habillidad del manejo de la técnica.

 

*Curadora.

http://bit.ly/1V4oINH

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