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viernes, 19 abril, 2024
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Eco: el placer de la erudición

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Por: Mauricio Flores •

La Gualdra 240 / Libros

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“Los libros —escribió en algún rincón de sus sorprendentes juicios— no están hechos para que uno crea en ellos, sino para ser sometidos a investigación. Cuando consideramos un libro, no debemos preguntarnos qué dice, sino qué significa”.

Fue así, en la permanente búsqueda y explicación de los significados, que transcurrió la vida del intelectual italiano Umberto Eco (1932-2016).

Ampliamente conocido en los medios académicos universitarios por sus aportaciones en los terrenos de la semiótica, dejó también una obra novelística nada despreciable. Hecho significativo no siempre práctica de quienes proyectan sus haberes desde la rigidez del estudio sistematizado.

No porque los tópicos literarios, la construcción de obras de ficción, hayan de atenderse desde el relajamiento. Sí porque son exiguos los casos en los que el dominio de ambos universos se entretejen para resultar nuevas realidades.

Maravillosas obras como El nombre de la rosa, El péndulo de Foucault, El cementerio de Praga y, anotamos apenas este año, Número Cero.

Recuerdo la avidez con la que busqué, en los inaugurados ochenta, la primera novela escrita por el filósofo español Fernando Savater, Caronte aguarda, en los pasillos del Palacio de Minería. La curiosidad por leer, en su versión ficción, a un pensador ya desde entonces referencia en los medios universitarios.

La novela, fuera de circulación ahora, abrió una vereda en el tránsito creativo del mismo Savater que lo ubicó como un narrador erigido a pulso con títulos como El jardín de las dudas, La hermandad de la buena suerte y Los invitados de la princesa. Con todo y la desigualdad entre ellos.

Algo similar me ocurrió con Umberto Eco, autor que en las aulas universitarias se estudiaba y citaba principalmente a partir de sus muchos títulos de estética, semiótica y lingüística.

Apareció entonces El nombre de la rosa, de entre las novelas más leídas y traducidas de aquellos años, y con ella la permanencia del autor en los terrenos de la ficción, seguida de El péndulo de Foucault y El cementerio de Praga. Habrá que subrayar que en el reconocimiento mucho aportó la versión cinematográfica de la primera, fenómeno que curiosamente no se repitió con la obra del filósofo español.

 

De medios y más

Dicho por el periodista Roberto Saviano, Número Cero funciona como un manual de comunicación de nuestro tiempo. Ya que es en el terreno, el de los medios tradicionales y novedosos, y en unos años no caducados, donde el autor condensa sus temas de atención, análisis y recreación literaria.

En Número Cero Umberto Eco no se adentra en los laberintos de la historia y el recuento del pensamiento como lo hace en sus primeras obras, sino que la ubica en un pasado reciente, abril del 92, digamos que de actualidad.

Un lugar que le permite la recreación de un thriller donde periodistas de diversas generaciones tropiezan con las relaciones entre la prensa y el poder, y los que traen a escena tópicos italianos y europeos no del todo aclarados en el tiempo, como son las dudas acerca de la muerte de Mussolini, tal como la conocemos por la historia oficial, y los nunca bien magnificados alcances del grupo Gladio, esa perniciosa alianza entre la derecha y la CIA, versus la modernas izquierdas centroeuropeas, a la que el español Benjamín Prado dedicó también una novela hace algunos años, Operación Gladio. (Esta novela reconstruye el atentado contra unos abogados defensores de comunistas, en su despacho cercano a la estación de Atocha).

En Número Cero Eco da vida a un grupo de periodistas que emprende la tarea de obtener noticias que trasciendan el reporte diario. Ello previo al lanzamiento de un nuevo periódico, una manera de convencer del proyecto al propietario del medio, elemento también cercano a las redes del poder. Lo presupuestado, lo investigado, lo verificado… traerán nuevos sobresaltos a jóvenes y probados periodistas.

Perdedores todos, tal vez, pero como advierte Colonna, el protagonista central de la novela, siempre con conocimientos más vastos que los ganadores. Eruditos que saben muchas cosas, y no una como los ganadores. Perdedores, sí. Puesto “cuando más sabe uno, es que peor le han ido las cosas”. Lo que no clausura la posibilidad de una vida en paz, recobrada “la sosegada desconfianza” del mundo que nos rodea. “La vida es llevadera, basta conformarse”, concluye Colonna en las últimas líneas de Número Cero.

Apenas revelados los contenidos de su testamento intelectual, a unas semanas de su muerte el pasado 19 de febrero, trascendió que Umberto Eco no quería homenajes. Al menos en diez años, precisó su viuda, la alemana Renate.

Sirva volver a su lectura como un discreto reconocimiento: diez años y más.

 

RECUADRO

El placer de la erudición

Los perdedores, como los autodidactas, tienen siempre conocimientos más vastos que los ganadores. Si quieres ganar tienes que saber una sola cosa y no perder tiempo en sabértelas todas; el placer de la erudición está reservado a los perdedores. Cuanto más abe uno, es que peor le han ido las cosas.

Umberto Eco, Número Cero (fragmento).

 

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Umberto Eco, Número Cero, Lumen, México, 2015, 222 pp.

*[email protected]

http://bit.ly/1V4oINH

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