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viernes, 19 abril, 2024
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Historia y Poder

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Por: MIGUEL ÁNGEL AGUILAR •

Hernán Cortés, el irrevocable, el insensato

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Famoso en el mundo entero, admirado a través de los siglos, objeto de estudios de altísimo nivel y por los eruditos y los curiosos, a mí me ha fascinado desde que tengo uso de razón.

“¡Pasemos a la historia” les esgrimía el propio Hernán Cortés a sus soldados en las selvas veracruzanas poco después de haber mandado desmantelar y casi destruir sus famosos barcos que lo traerían al piso continental junto a casi un millar de personas, 21 de ellos italianos, 12 mujeres. Y otros de 14 nacionalidades.

Y vino la maravilla.

Al arengar a sus tropas a que avanzaren a la Ciudad de México, el mismo Hernán Cortés citaba a Amadís de Gauga, a Marco Polo y a quienes por su osadía transformaban las rutas del mundo y le daban a la modernidad bríos únicos en su existencia. Sus soldados le miraban con admiración y miedo, codicia y sentimientos.

Lo que vivió el conquistador Cortés es digno de admirarse, documentarse y nunca extraviarse. Somos sus hijos por la vía directa del lenguaje, costumbres y traumas. Se dice que más de una vez, extrañas circunstancias le salvaban la vida. El mismo le endilgaba esa condición de salvarse gracias a su santo patrono Santiago Apóstol y en cuyos peligros extrañamente aparecía su manto protector y casi al punto de perder la vida.

Colosal, hombre de su época, su vida fue muy agitada y de buen pronóstico definitivo. Elevado, con capacidad de prevenirse contra las dificultades.

Hernán Cortés Monroy Pizarro Altamirano. Vida material sin contratiempos, atrajo dinero, golpes de suerte, deseaba desde niño ser ejecutivo y gerente de una empresa, tuvo el don de mando y de dirigir a los demás, de buen juicio y criterio de valores, con capacidad y tacto para los negocios, quería dinero, oro y poder material y debió aprender desde joven organización y cooperación.

Se dice que uno de los grandes acontecimientos de la humanidad fue su encuentro en la calzada indígena con el gran Moctezuma Yocoyotzin. Los cronistas estupefactos describían las ciudades flotantes, la maravilla en la arquitectura, los acueductos obras de la ingeniería espectacular, los puentes circulares genios de la pulcritud y la limpieza, los mercados y la vida cotidiana, su magno zoológico único en su época, las casas de peluquerías, tiendas de muebles, restaurantes, su gran variedad de alimentos, los jueces, el buen gobierno y policía, sus gobernadores militares, sus comandos de ataque, su orfebrería y joyas únicas e insuperables.

En fin, lo que siempre nos ha fascinado.

Y dolido.

Lo que nos toca en lo inmediato y ya lo hemos consignado aquí: el conquistador Hernán Cortés fue propietario accionista de la famosa mina La Quebradilla en Zacatecas y de cuyos usufructos y herencia le dejaría a su hijo Martin Cortés y a su fina y bella esposa, la hija de Moctezuma, Leonor Cortés y Moctezuma, con quien después se emparentó con sus descendientes nuestro Juan de Tolosa, el pacificador regicida de Zacatecas.

Continuamente releo su vida, repaso su ensoñación, sus últimos días, tengo la certeza de que era de signo Leo, aunque nadie precisa su fecha exacta de nacimiento, sólo que nació a fines de julio de 1485 y eso sí, que falleció a los 62 años el 2 de diciembre de 1547.

¡¡¡Claro!!!!

Un dato más: cuando andaba en las costas de Campeche, se le acercaron a su barco unas parihuelas donde indígenas le gritaban “castelan, castelan”, o sea, castellanos. Bajaron. Se entrevistaron con Gonzalo Guerrero y Gerónimo de Aguilar, ambos habían sucumbido y sobrevivido a una tormenta que los arrastro de Cuba a la península maya, años atrás.

En tierras mexicanas ya tenían a “sus hermoso hijos” con indígenas mexicanas. Guerrero optó por quedarse en esas tierras, Gerónimo, -el primer hombre que trajo un libro a tierra continental- yupi-  se incorporaría con Hernán en sus aventuras gloriosas, perrunas, salvajes y llenas de histrionismo y que luego le darían un giro a la economía mundial y sus costumbres.

¡¡¡Hernán!!! El irrevocable, el famoso. Sigamos estudiándolo. (¿Qué tiene que ver Antón de Alaminos, su capitán mayor del Navio que lo trajo, con Zacatecas? ¿Hee? A ver) ■

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