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jueves, 28 marzo, 2024
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Imágenes y evocaciones. Tlaltenango

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Por: Magdalena Okhuysen • Admin •

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Este libro reúne una selección de ochenta y cinco imágenes que estuvieron “resguardadas en cajones, escondidas en escritorios, atesoradas en armarios o conservadas en cuadros colgados en los muros de las casas… Cientos de imágenes permanecieron durante décadas en la privacidad de los hogares. Eran, en sí mismas y como parte de un todo, el relato visual de la historia reciente de Tlaltenango”.1 Con este título, la Fototeca de Zacatecas “Pedro Valtierra” presenta ya el cuarto de una serie configurada para la difusión de los acervos que se conservan en su bóveda.

Para esta invitación a la lectura, quisiera centrarme en dos aspectos de los muchos que podemos encontrar en el libro. El primero es considerar los distintos tipos de texto —o de imágenes— que configuran esta obra. Incluso la elección tipográfica me parece que juega su papel (aunque muy discreto, ciertamente), en el sentido de que una tipografía de trazos más clásicos [La plazuela, por ejemplo], detonaría en nuestra lectura una imagen temporal; la elegida para el libro, una tipografía sans serif más neutra, me sugiere que todos los tiempos que se reúnen en el libro conviven sin inclinar la balanza por alguno; de hecho, podría considerarse que esta elección respondería al hecho de que la obra se centra en lo poderosa que puede ser la evocación; debido a que, incuestionablemente, toda lectura se hace desde el presente, la intención evocativa es más intensa y la mente del lector más libre.

También están, por otra parte, las fotografías que conforman la selección, está lo entrañable de su significado, al conformar éstas una parte importante de la memoria visual de Tlaltenango (el límite temporal para incluirlas en la selección es 1950). Sin embargo, ya verán quienes con calma aborden la lectura múltiple de este libro el paralelismo de las otras imágenes, las que conviven con las fotografías.

Desde el primer capítulo, “La plazuela”, reconocemos fácilmente que cada quien tendrá historias propias y particulares asociaciones de ideas alrededor de esta imagen. Aquí, cuando el personaje ficticio de quien se vale Manuel Martínez para hacer el relato, José Valdivia, llega a la plazuela, “vuelve a ver, en su imaginación, las bardas que él y sus amigos trepaban… Ahí habían estado los columpios, los sube y baja y las barras de ejercicio, la enorme palma y la fuente abandonada; casi pudo volver a ver al montón de niños jugando al trompo o a las canicas, a los que usaban las ramas de la palma para columpiarse como si fueran las lianas de Tarzán… Casi pudo percibir el olor a tierra mojada del piso…”2 y aquí me permito apuntar ese gusto por la capacidad de recrear en la imaginación —en una imagen mental— olores, sabores, “Juegos y sonidos”. Es a esta “multidimensión” de imágenes que me refiero al principio; vale celebrar el logro de la editora, Ana Luisa Anza, para entregárnoslas juntas, bien integradas como unidad, en un solo contenedor.

En otro asunto, y para cerrar, llamo la atención sobre un dato curioso: siendo éste un libro de fotografía, cuidado por fotógrafos, resulta notable la aclaración que se nos hace en la página legal, “la mayoría de las fotografías de esta edición son de autores no identificados. Sólo se atribuye crédito a las fotografías con firma”. Es así que en los pies de foto veremos los nombres de la gente de Tlaltenango, la referencia a los lugares de la imagen, sin el nombre del fotógrafo, lo que nos hace pensar que de esta selección lo importante es la relación con lo cotidiano, con la vida familiar, con la vida de la comunidad, o simplemente, con la vida. Es muy recomendable la lectura múltiple de este libro.

 

  1. Ver el prólogo de Pedro Valtierra, “Memorias familiares”, p. 1.
  2. Ver p. 12.
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