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jueves, 25 abril, 2024
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Gusto que no se enseña, se contagia

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Por: EDUARDO CAMPECH MIRANDA* • Admin •

Cada día me convenzo más de que los esfuerzos por formar lectores dentro de la Educación Básica parten de supuestos falsos, pero también de un vacío en la formación docente. Si la, mal llamada, Reforma Educativa desea obtener un diagnóstico de las debilidades en la formación del magisterio, basta echar una mirada a las concepciones en torno a la lectura que expresa el grueso de los profesores. Y no es que sus respuestas estén erróneas. De hecho son veraces y reales, sin embargo, con un gran defecto: se circunscriben a los muros escolares.

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Como lo he mencionado en múltiples ocasiones en este espacio, la lectura es gozar, pero también sufrir; es entrar en un diálogo con otro, con otros, con nosotros mismos, pero también es silencio (de reflexión, de asombro, de incertidumbre, etc.); es aprender, pero también es motivo de equivocación. Pensar que la lectura es solamente para adquirir conocimientos la pone en franca desventaja (en tiempos actuales) contra otros soportes. Ahora ya no es necesario acudir al inolvidable Álgebra de Aurelio Baldor. Un tutorial en Youtube, puede ser más claro para las generaciones audiovisuales. Y lo mismo sucede con otros textos: podemos encontrar audiolibros en la misma red social.

Los maestros deben experimentar el placer de la lectura. Placer que no es gratuito y que necesariamente estriba un esfuerzo intelectual. Pero eso está fuera del discurso mercadotécnico de la promoción de la lectura. Decirlo podría acarrear actos inversos. Por otro lado, se piensa, también erróneamente, que la, ahora llamada pomposamente, competencia lectora se desarrolla a la par que se domina la alfabetización. Lo anterior tiene repercusiones cuando se intenta evaluar la comprensión lectora solamente al final de la lectura de un texto. Sé que parece una reverenda estupidez. Usted se preguntará, ¿acaso puede evaluarse antes de iniciar el texto?

En términos estrictos la respuesta es no. Pero sí es posible ponderar si el lector tiene los conocimientos mínimos indispensables que le permitan afrontar de manera más significativa el texto. Luego está el acompañamiento, que debería realizar el mediador, en el proceso de construcción de sentido y, nuevamente, significado. Así se hace, de una u otra manera, con las operaciones matemáticas: se plantea el problema, se desarrolla y se soluciona. Así se puede identificar dónde se cometió el error (si es que hay error), además de lograr identificar cuál problema de comprensión lectora se está presentando

Esto no lo saben muchos maestros, no les han hecho conciencia de la polisemia que se presenta en la lectura, porque no han tenido oportunidad de vivir la experiencia de la lectura: esa que se presenta cuando unas palabras escritas te hacen vibrar y, a veces, no sabes por qué. Por el puro placer estético, emocional, lingüístico que nos causan las palabras. Somos tan maduros que queremos obtener conocimiento de todo y olvidamos que de pequeños cantábamos “Amo a to, / matarile-rile-rón” sin preocuparnos en qué quería decirnos. Y así descubrirían que el gusto por la lectura, como digo alguien, no se enseña, se contagia.

 

http://issuu.com/lajornadazacatecas.com.mx/docs/la_gualdra-231

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