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miércoles, 24 abril, 2024
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Entre rupturas e imposiciones, se mantiene la crisis de representación

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Por: RAYMUNDO CÁRDENAS HERNÁNDEZ •

La soberanía radica en el pueblo prescribe nuestra Carta Magna. Sin embargo el pueblo mexicano ha sido despojado de una función esencial, básica: la elección de sus gobernantes. Desde hace muchos años han sido los gobernantes en funciones quienes determinan las candidaturas de sus respectivos partidos, y en las últimas tres décadas, las cúpulas de los principales partidos de oposición se las han arreglado para hacer a un lado la opinión de sus propias bases a la hora de designar a sus candidatos. Esa es la causa principal de los problemas mayores que sufrimos los mexicanos en estos trágicos tiempos. Nuestros gobernantes no sienten compromiso alguno con la población porque sus carreras políticas dependen del equipo político al que pertenecen y, por ello, el bienestar general no es una de sus preocupaciones.

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Lamentablemente, en el proceso electoral local en marcha en Zacatecas los procesos partidistas para designar a los candidatos de los distintos partidos siguen su marcha, sin que haya muestras de que en alguna organización se abra paso la voluntad política de recuperar la soberanía popular dejando en manos de los afiliados la decisión de designar a sus candidatos a los ayuntamientos, a las diputaciones o a la gubernatura; antes al contrario, quienes mantienen en sus manos los hilos del poder en los distintos partidos se las han ingeniado para mantener en sus manos el control de los procesos, y no sólo eso, han logrado que una parte de la opinión pública sea muy favorable a las imposiciones y muy crítica de las personas que deciden rebelarse ante las mismas y buscar nuevos horizontes. ¡¡Disciplínense!!, claman. El calificativo de chapulines que de inmediato se asigna a los rebeldes tiene una connotación que contradice la opinión tan negativa existente sobre los partidos; da la impresión de que muchas personas críticas de los partidos no valoran el esfuerzo transformador de los rebeldes que denuncian las imposiciones, al exigirles una lealtad o disciplina hacia las organizaciones partidarias como si en ellas la democracia fuera una realidad. Desde mi punto de vista, mientras los partidos no cambien para permitir que tenga vigencia la soberanía popular mediante el voto directo de sus bases, lo correcto es apoyar a los rebeldes, sobre todo cuando rompen para iniciar una aventura donde todo es incertidumbre. Donde nada es seguro. A quienes debemos castigar con el voto son a los beneficiarios de las imposiciones.

A estas horas del proceso es evidente que una vez que Pedro de León se separó del proceso denunciando la falta de “piso parejo”, en el PRI nacional dejaron toda la capacidad de decisión en el titular del poder ejecutivo local y, por lo tanto, las principales candidaturas han sido determinadas con el propósito inocultable de mantener el poder en manos del mismo equipo. Es una repetición casi exacta de lo ocurrido hace seis años, cuando el equipo gobernante hizo a un lado la pluralidad de la coalición gobernante y pretendió asegurar su continuidad, pero fracasó cuando la población premió a uno de los que se rebelaron ante las imposiciones. Lo mismo ocurrió en 1998.

Por su parte, en el nuevo partido Morena dieron continuidad a la decisión tomada hace meses de designar a David Monreal Ávila como único Promotor de la Soberanía Nacional, inhabilitando al diputado local José Luis Figueroa Rangel, único aspirante distinto que tuvo la osadía de solicitar su registro como precandidato a la candidatura a la gubernatura. Haciendo gala de un pragmatismo digno de mejor causa, aprovecharon una votación discutible del diputado en la legislatura para determinar su inhabilitación “provisional”, transformada de inmediato por su líder nacional en una condena fulminante por “traición” al partido. El resultado no podía ser otro: la candidatura principal y el resto de ellas, serán desempeñadas por el equipo denominado D-16. La esperanza ha sido eclipsada, cuando menos para este proceso.

Mientras tanto en el PRD, cuyo candidato lo será de la coalición PRD-PAN, está por verse si logran mantenerse unidos después de la decisión final, que llegará en unos diez días. Una vez que lograron recomponer su proceso después de la alarma de los aspirantes internos por la irrupción de Pedro de León y la intervención de la dirección nacional, está por verse si las tribus componentes de esa organización logran el milagro: mantenerse unidos tras la candidatura que les garantice armar una coalición ganadora como la que conquistó la gubernatura en 1998 y la ratificó en 2006. Pronto lo veremos.

En cuanto a MC y al PT, lo único que parece claro es que difícilmente se recuperarán del paso por sus filas de los representantes de la familia Monreal y su salida para ir al asalto final de Morena, pero no obstante ello, es muy probable que sus dirigentes nacionales pronto den la línea de apoyar la nueva franquicia de AMLO.

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