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jueves, 25 abril, 2024
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Las otras voces que nos habitan

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Por: EDUARDO CAMPECH MIRANDA* •

La Gualdra 228/Promoción de la lectura

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Hace varias colaboraciones hice mención a las historias que nos habitan. En ese momento referí primordialmente a aquellas tramas que hemos encontrado en los libros y nos han sido significativas. Ahora me gustaría rescatar esas otras historias que encontramos en la vida cotidiana, pero desde la voz de los protagonistas: las anécdotas que guardan grandes acontecimientos, algunos de ellos increíbles, pero que de una u otra forma pasan a ser parte del inventario de narraciones que tenemos para compartir. Algunas salen desde el corazón y otras desde el ingenio, pero siempre vienen acompañadas de sorpresa.

El año pasado se integraron a mis habitantes varias de ellas: el de un maestro de secundaria que intercalando estrofas del poema “Sonatina”, de Rubén Darío, con las de la canción “Cómo te voy a olvidar” de Los Ángeles Azules, enseñó a sus alumnos lo que es el ritmo en la lírica. O aquella bibliotecaria que salvó la vida en una solitaria carretera de una entidad fronteriza, gracias a su personalidad abierta y de servicio por todo aquél que llegara a la biblioteca. Trataré de contarla en breves palabras:

Esta bibliotecaria regresaba, junto con su hermana, de Estados Unidos. Por cuestiones de aranceles e impuestos decidieron cruzar por una garita no muy transitada por el peligro que implica. Iban en una camioneta llamativa cuando en la soledad de la carretera otra camioneta les marcó el alto. La hermana aceleró, pero fueron alcanzadas. Bajadas a golpes, fueron lanzadas al cerro, con la orden de correr. Creían que les aplicarían la ley fuga. Despavoridas dejaron en su recorrido tacones, suelas y medias. Poco después, en el horizonte apareció un convoy de camionetas con vidrios polarizados. Las damas, presas de la histeria, corrían hacia ningún lado (ningún lado es seguro en esa circunstancia). Del grupo de vehículos les indicaban que se detuvieran, que había un error. Las mujeres hacían caso omiso.

Ante la negativa de las féminas, las camionetas ingresaron al monte. El terror fue mayor. Las rodearon y les ofrecieron disculpas. En la carretera estaba otra camioneta, blanca, y de la cual descendió un individuo con el rostro cubierto. Le ofrecía disculpas y enviaba saludos a la bibliotecaria. Los hombres armados las llevaron hasta la camioneta, decomisada minutos antes. Encontraron todo intacto: el dinero, la fayuca, las tarjetas de crédito. Sólo hubo un objeto que fue revisado: la agenda de la bibliotecaria. Ella cree, en función del lenguaje y la figura corporal, que el jefe de esa cuadrilla era un joven que fue asiduo visitante a la biblioteca.

Así como la anterior, el año 2015 me dejó voces que resuenan en mi ser: el robo de la Virgen de Guadalupe, en Celaya, realizado por una banda traficante de arte sacro, pero recuperada en Europa por otra banda, ésta, traficante de drogas. O aquel hombre, habitante de las faldas del Volcán de Colima que fue chofer de Lady Di. ¿Cuántas de esas historias están en nosotros listas para ser contadas?

 

http://issuu.com/lajornadazacatecas.com.mx/docs/la_gualdra-228

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