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jueves, 25 abril, 2024
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Un rockcito para todos los roles / El rock de México, sus letras, su musicalidad

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Por: JAIME FLORES GUARDADO •

Tratar de encontrar un rock que se identifique plenamente con los sonidos precolombinos, las jaranas, los sones o los clásicos violines y trompetas del mariachi ha sido la pretensión de algunos músicos que intentan crear un verdadero rock nacionalista –sin lograrlo– que sea identificado de inmediato como un rock mexicano escuchado en todo el orbe, una pieza que la gente escuche como una aportación de nuestro país al rock mundial, una melodía que suene como el Huapango, de Moncayo, o Cielito lindo, que el personal cante y relacione con la música de aquí, desde sus primeras notas.

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A nivel nacional ha habido grandes intentos por crear ese tan anhelado rock mexicano, un rock hecho en casa, con todo el contexto y musicalidad de lo nuestro, y de esa creatividad hemos conocido piezas como Elvis Pérez, del genial mexicoamericano Lalo Guerrero, que viene siendo el clásico rocanrol fusionado con el sonido de mariachi en una parodia al rey Elvis Presley, grabado a mediados de los cincuenta para discos Columbia. En 1957, Los Lunáticos hicieron una versión para la misma compañía, uno de los primeros rocanroles cantados en español, antes que los consagrados Locos del Ritmo, Rebeldes del Rock o Los Monjes. Se hace necesario escuchar esta versión si en verdad eres seguidor del rock de acá, de este lado de la frontera, donde Sergio Bustamante en la voz, José Luis Arcaraz en el piano, Vicente Martínez “El Vitaminas” en la batería y Fernando Cataño en el bajo te sorprenderán con esta fabulosa amalgama.

Los Locos, versión setentera de Los Locos del Ritmo, cuando grabaron el disco ’Viva Zapata’ en USA, en 1971. Raúl González, en la batería; Mario Sanabria, en la guitarra; Javier Garza, en la guitarra; Alfredo Atayde, en el piano, y Ramón Rodríguez, en el bajo, el autor de la pieza que da título al larga duración. Rafael Acosta no aparece en la foto por asuntos de carácter personal; se había separado temporalmente del grupo. Aquí comenzaba una tapa del rock nacional rumbo a la originalidad, a hacer un rock de carácter nacionalista
Los Locos, versión setentera de Los Locos del Ritmo, cuando grabaron el disco ’Viva Zapata’ en USA, en 1971. Raúl González, en la batería; Mario Sanabria, en la guitarra; Javier Garza, en la guitarra; Alfredo Atayde, en el piano, y Ramón Rodríguez, en el bajo, el autor de la pieza que da título al larga duración. Rafael Acosta no aparece en la foto por asuntos de carácter personal; se había separado temporalmente del grupo. Aquí comenzaba una tapa del rock nacional rumbo a la originalidad, a hacer un rock de carácter nacionalista
El sencillo, el EP y el larga duración de ‘Viva Zapata’, extraordinario disco de Los Locos, grupo que alternó en USA con Los Doors, es más, fueron teloneros de los de aquí en 1966
El sencillo, el EP y el larga duración de ‘Viva Zapata’, extraordinario disco de Los Locos, grupo que alternó en USA con Los Doors, es más, fueron teloneros de los de aquí en 1966

Posteriormente, en 1971, Los Locos crearon Viva Zapata, una pieza que refleja la actividad de un personaje luchador, inquebrantable, incansable en el devenir de un pueblo oprimido, con un estribillo en castellano insertado en una melodía compuesta en inglés por Rafael Acosta. Esta pieza fue grabada para Discos Musart; el sencillo contiene las rolas Viva Zapata y Night of prayer; el EP Viva Zapata, Hey y I got a baby, las cuales conforman el long play que apareció ese mismo año con Viva Zapata, Hey, Let’s make a bet, Never again, Huapango, Primo, He could have been, Swaying star y Night of prayers, grabadas en su mayoría en Los Ángeles, California, a excepción de Let’s make a bet y Huapango, grabadas en México. Por alguna razón, Rafael Acosta hace una pausa en las actividades del grupo y no aparece en la portada del disco; en su lugar, termina por incorporarse Raúl “El Pelos” González en la batería, Mario Sanabria en la guitarra, Javier Garza en la guitarra, Alfredo Atayde al piano y Ramón Rodríguez al bajo.

Las nuevas tendencias traen consigo múltiples propuestas que han intentado soslayar el tradicional rhythm and blues, que ha sido la base de grupos como Three Souls in my Mind, para plantear piezas con instrumentación de algunas regiones del país, arpas, ocarinas, teponaztlis, flautas y violines, o, de plano, la incorporación de los sonidos de mariachi, que dan origen a sinfonías que, de entrada, parece que van por el camino correcto, hacia un rock de carácter nacionalista.

Nuevo México, en la búsqueda por crear un rock nacionalista a través de la fusión de instrumentos prehispánicos con el rock contemporáneo, a mediados de los setenta; posteriormente, incorporó música de mariachi
Nuevo México, en la búsqueda por crear un rock nacionalista a través de la fusión de instrumentos prehispánicos con el rock contemporáneo, a mediados de los setenta; posteriormente, incorporó música de mariachi

Hecho en casa, del grupo Nuevo México, es una muestra palpable de esa búsqueda donde el maestro Carlos Mata hace acopio del talento que posee para crear una sinfonía de rock, pieza compuesta en tres movimientos, destacando el tercero  por su musicalidad, encaminada a los territorios más propios del sonido mexicanista. No es hasta el segundo larga duración que se apropia del sonido del mariachi para conformar el siguiente material con algunas piezas que llevan el conocido ritmo de los sones de los Altos de Jalisco; jaranas y huapangos se escuchan en las piezas Guadalajara, Cerámica o Amigo mío, principalmente. El maestro Mata confirma un estilo particular al lado del excelente flautista Jorge Reyes, destacado músico michoacano ya fallecido.

Toncho Pilatos Grupo, quizá el máximo exponente de lo que constituye el rock de aquí, por su aporte, su tendencia original y la fusión de la música mexicana con el rock. Baste escuchar las piezas ‘Kukulkán’, ‘La última danza’ o ‘Atlanteótl’ para darnos una idea de la genialidad del Toncho. Que el rock siga siendo
Toncho Pilatos Grupo, quizá el máximo exponente de lo que constituye el rock de aquí, por su aporte, su tendencia original y la fusión de la música mexicana con el rock. Baste escuchar las piezas ‘Kukulkán’, ‘La última danza’ o ‘Atlanteótl’ para darnos una idea de la genialidad del Toncho. Que el rock siga siendo

Toncho Pilatos emerge desde la ciudad de Guadalajara, con una producción que se incorpora a lo mejor del rock mundial en la serie Rock Power que Polydor lanzara en 1973 a nivel internacional como aporte exclusivo del rock de aquí. Algunas piezas provienen de las inquietudes de Alfonso Guerrero Sánchez por crear música de raíces mexicanas, utilizando percusiones muy de nosotros y un estilo donde entrelaza armonías con mariachi, maracas, armónica, flauta, piano y violín, que encierran toda una serie de atmósferas que en momentos recrean las vivencias de una existencia precolombina con raíces netamente ancestrales… “ Eso yo lo puedo ver, en unas horas sucedió, era una gran ofrenda a su Dios, su gran Dios Kukulkán, estaba un hombre atado a un gran palo, de pies a cabeza pintado de azul, desnudo, callado, de pronto miró, doce sacerdotes venían hacia él, un treceavo hombre se les adelantó, de túnica blanca, su brazo alzó, en su diestra portaba un grande puñal y el resto, de negro, rezaban así, Dios Kukulkán a ti te ofrendamos, el sacrificio de un ser humano, con sangre del corazón te bañaremos, y con cuerpo de él nos comulgaremos”. (Kukulkán). Cuando menos acuerdas, ya estás formando parte del rito al cual eres el invitado principal; los riffs te atraen hacia la melodía; las notas del violín te cercan hasta encontrarte en el mítico momento de la ejecución, la danza en derredor, los sacerdotes al frente, los guerreros en carrera para ser partícipes del acto final, mientras el desesperado hombre al lado te compromete con sus rezos… Dios Kukulkán a ti te ofrendamos, el sacrificio de un ser humano, con sangre del corazón te bañaremos y con cuerpo de él nos comulgaremos. Un extraño personaje vestido como soldado español de tiempos de la conquista, serio, parco, cuyos ojos, a veces cuasi rojos, parecían salir de sus órbitas mientras acompañaba con su violín los penetrantes riffs del Rigo, que casi proyecta el momento de la ofrenda. Pocas veces tuve la oportunidad de escuchar en vivo algunas piezas que no grabaron en disco alguno, pues, apenas salió Beto López, las cosas se complicaron y no era tan sencillo tocar su mejor obra, La última danza, sin embargo, hacían el esfuerzo y podíamos apreciar en toda plenitud el trabajo del Pastel, que se discutía enorme en el bajo, a un bataco que no se amilanaba a la hora de llevar los ritmos, para ir dando la pausa a que Toncho se dejara caer como todo un front man con todas sus variantes percusivas; enorme gusto escucharlo siguiendo la melodía con su armónica, haciendo palmas, llevando el ritmo con sus cuatro pares de maracas, sus solos en la flauta transversal o dándole con todo al teponaztli, hasta concluir una actuación con esos pasos de matlachín que dejaban absorta a la audiencia pidiendo el “encore”, mientras con la mano izquierda se despedía en medio de una enorme amalgama de tonalidades prehispánicas que a estas alturas extrañamos, ¡cómo no!, a él y a su inseparable hermano Rigoberto Guerrero, el alma de la guitarra, el mejor, el del feeling. Finalmente, en una gira que hicieron a USA con la intención de rolarla por allá, en 1977, Richie decidió quedarse, abandonando un proyecto que musicalizaba como si fuera mexicano porque con su viola daba el toque necesario para ambientar las piezas como si toda su existencia la hubiera pasado aquí. Sólo regresaron Toncho y Rigo para armar de nueva cuenta una banda que resurge con Lupillo, Beto, Tino, Rigo y Toncho, con el fin de darle a su producción Segunda vez, para Discos Cronos, de Guadalajara, Jalisco.

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