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jueves, 28 marzo, 2024
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Calavera a personajes zacatecanos

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Por: La Jornada Zacatecas •

Autor: Pedro Jasso Carrillo

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(4 CONCURSO DE CALAVERAS LITERARIAS DE LJZ)

En la inmensidad de las tinieblas,
sentado en la silla de la oscuridad,
estaba Miguel Alonso,
haciendo el oso, demasiado chamagoso,
para tirarse a un pozo, con demasiada susceptibilidad.

Le dio temor al ver el hervor
del cantar de Javier Mendoza
como recito de poza,
imitando a una flor primorosa.

El Chamuco asustó a Víctor Rentería
por hacer tanta algarabía,
que agitaba a los trabajadores
que defendía terroríficamente Rafa Flores.

Terror estaba causando David Monreal,
que sintió Pepe Olvera desde su gueyera,
porque la Calaca se lo llevaría al averno,
para ver, otra vez, el declive de su desgobierno.

La Muerte no le creía a David,
y la Huesuda, de momento, le dio un ride
al destino de la gubernatura,
para abrir su aura con demasiada tortura
y corromper su alma pura.

De repente, El Cepillo entró al infierno;
asustado con Lucifer, se le paró el pelo,
porque se sentía eterno en el gobierno
y rápidamente cayó en el anzuelo.

Tello no quiso quedar atrás y fue al infierno
para estirar más su destape
y aprovechar como agazape,
junto con el yerno, con todo y huaraches.

La Muerte asechaba a Ciudad Administrativa
por ver la actitud de Bonilla en la camarilla,
ya que se aparecía como fantasma
en los hoteles de pacotilla.
Santos regalaba terror con el juzgador
por querer defender al doctor
del fervor que causaba el folclor
que entraría en vigor, de su más preciado primor.

En defensa del gobernador,
salió Le Roy
armado con un convoy,
para matar al abusador
para después darle más obra a Godoy.

En la capital, estaban del chongo.
Soledad pedía piedad
porque quería ser la presi,
como corona que regala la Pepsi

Asustando Rafa Candelas,
el Chamuco le hizo varias telenovelas
y le sacó algunas muelas,
para ver de qué cuero salen más telas.

Ya en el infierno, con un yelmo en la mano,
estaba Lozano, junto con Judtit Guerrero,
esperando el turno para el castigo
en el averno, con abrigo y masticando higo,
por tener en sus manos un partido austero y duradero.

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