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viernes, 19 abril, 2024
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El populismo que no fue

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Por: JORGE A. VÁZQUEZ VALDEZ •

■ Perspectiva Crítica

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En su última visita a Nueva York Enrique Peña Nieto buscó hacer una carambola a dos bandas. En primer lugar pretendió aprovechar su intervención ante el pleno de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) para escapar de la presión de la sociedad civil organizada por la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa, hecho que ya cumplió un año. En un pronunciamiento que rayaría en el humor de no ser por el profundo dolor que las desapariciones forzadas han generado en México, Peña Nieto afirmó que México es una nación “comprometida con la ley, los derechos humanos y la paz”.

En segundo lugar sostuvo que frente a la creciente desigualdad en el mundo, la crisis económica que no cede y provoca frustración social, los países están expuestos a la amenaza de los nuevos populismos que, surgidos de cualquier formación política, amenazan a las democracias y las sociedades en su conjunto.

Esa referencia de Peña Nieto al populismo tiene un doble propósito. Por un lado es la palabra presidencial empeñada en la ONU, el alineamiento de un presidente a las figuras hegemónicas que mueven los hilos en Naciones Unidas, y las cuales desde hace décadas han estigmatizado por todos los medios posibles a los países que se salen o amenazan con salirse de sus dictados de libre mercado, privatización, reformas estructurales y despojo sistemático.

Congruente con el estilo de los mandatarios estadounidenses, el discurso peñanietista estuvo nutrido con las palabras “miedo”, “odio”, “rencor”, “división”, como parte de los “populismos” que dijo existen. En contraparte se sumó a la supuesta voluntad de la ONU, y a su acción por medio de la “paz”, “la solidaridad” y el “respeto a los derechos humanos” a las mujeres, a todas las razas y a la pluralidad política.

Esto representa un absurdo si se considera que mientras fue gobernador del Estado de México, con Peña Nieto los feminicidios aumentaron a mil 997; en México (con él como presidente) hay más de 8.7 millones de indígenas en pobreza, lo que representa el 73.2% de esa población, y finalmente la pluralidad política que mencionó simplemente no existe en México, pues el sistema político sigue sumido en la lógica de las prebendas, los compadrazgos y la falta de legalidad.

A pesar de todo esto Peña Nieto cumplió con la cuota internacional que se le impone a México desde el norte, la cual busca alinear peones presidenciales, y generar el “consenso” necesario para que la hegemonía -en especial la estadounidense-, se siga ramificando o en su caso acote alternativas a modelos como el neoliberal.

Peña Nieto también convirtió su intervención en un disimulado acto proselitista, una primera campanada a las huestes priístas que de cara a 2018 ven a un Andrés Manuel López Obrador muy fortalecido en la intención de voto. Por las palabras del príista, todo indica que la táctica de “golpeteo” contra López Obrador volverá a incluir el recurso de tildarlo de “populista”, recurso que usó en su momento Felipe Calderón, y después recicló Peña Nieto.

Por lo pronto una cosa queda clara: los miles de tortilleros, estufas, calcetines, televisores, tabletas, tortas, cucharas, gorras, playeras, así como las costosas horas en televisión para transmitir telenovelas, partidos de fútbol, conciertos gruperos y noticieros diseñados para adormecer o convencer a enormes segmentos poblacionales de votar por el Partido Revolucionario Institucional (PRI), simplemente no merecieron considerarse en el seno de Naciones Unidas como parte de un populismo que incluso se ha convertido en política de Estado, y la cual seguramente se vigorizará en el siguiente proceso electoral. ■

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