15.3 C
Zacatecas
jueves, 28 marzo, 2024
spot_img

En el lugar de las tortugas

Más Leídas

- Publicidad -

Por: JUAN ANTONIO CALDERA RODRÍGUEZ* •

La realidad es la “contravoluntad”;

- Publicidad -

es lo que me circunda y resiste.

José Ortega y Gasset

 

Quien no haya estado conmocionado ante los horrendos sucesos de hace un año de septiembre de 2014, en Iguala, y más exactamente en Ayotzinapa, ha perdido todo sentido y dimensión de aquello que los optimistas llaman sentido de pertenencia e identidad y solidaridad, hacia un grupo de estudiantes, con sus padres y con la comunidad de normalistas; nadie que yo sepa sabe con exactitud dónde se encuentran los 43 normalistas. Versiones hubo, desmentidos también y todo ha quedado en una especie de negrura, y sin respuestas ni claridad. De que se hallan en nuestros corazones y en nuestras mentes y en nuestra indignación es innegable, pero eso nada remedia. Recuerdo los hechos. Los disparos contra inocentes que iban en un autobús luego de llevarse a cabo un partido de futbol, comenzó esa especie de broma macabra. Hubo heridos y muertos y el deporte se vio manchado de sangre por la ignominia de una autoridad que acaso ni sabía lo que hacía y que sólo actuaba impulsivamente. Fueron momentos caóticos. Los acontecimientos sucesivos en que privaron de la libertad a grupos de muchachos normalistas no tuvieron parangón, ni explicación primera o si la hubo todo fue ambigüedades y estúpidas declaraciones de parte de las autoridades. Sí se advertía una rabia contenida, puesto que todo era confusión y ni siquiera se sabía a ciencia cierta [ni aún se sabe] cuál había sido el desarrollo de los acontecimientos. Fue y es una herida demasiado cruel e irrestañable. Cruel e irrestañable sobre todo con una frialdad y hasta con una sorna propia de enfermo mental, un procurador da cuenta de una verdad histórica que meses después se desploma gracias a las pertinentes, muy serias y muy profesionales y dedicadas, estudios, indagatorias, confrontaciones de expertos internacionales y lo que es aún muy loable: conclusiones contundentes que vinieron a soterrar algo que acaso ya se daba por caso cerrado. Me asombró siempre la fortaleza de los padres de los 43 normalistas, de sus hermanos, de sus amigos y allegados. La consigna “vivos se los llevaron, vivos los queremos” es un eco que se extiende y se extenderá en la historia de un México que quiere verdades y no hartura de corrupciones. Algunos parapetos han sido mero espectáculo. El hecho de haber recibido el presidente de los mexicanos a los padres de los normalistas y los compromisos a los que “llegaron” fueron una burda guasa. Recuerdo que el padre Alejandro Solalinde dijo que supo por informantes que algunos estudiantes habían sido incinerados utilizando llantas y diésel, lo cual fue doloroso, en primera instancia, pero los padres no lo creyeron. Todavía la duda prevalece. Hay infinitos detenidos; ninguno procesado. ¿Dónde están Abarca y su esposa, y dónde el gobernador de Guerrero? Gozan de una inmunidad ya no risible, sino ignominiosa en un país donde todo se simula y todo es tácito. El domingo 6 de septiembre mientras escuchaba la rueda de prensa de los expertos del grupo interdisciplinario de derechos humanos una rara emoción exaltó mi ser. Las declaraciones de Torero me devolvió el alma al cuerpo. La mentira se hundía en los abismos. Aún falta toda la verdad, esa verdad que esperamos por dolorosa que sea. La historia que es lineal tiene sus puntos de ceguera y de horror. Los tiene también de furor y de rabia.

La memorable y formidable profesora María Zambrano escribió en El hombre y lo divino que “pertenece a la esencia trágica de la vida el necesitar del otro aún para la libertad. De no ser así, la tragedia sería un juego o un equívoco, o, como muchas mentes modernas han creído, una aberración psicológica…”. Todo ello, todos estos 365 días han sido una ruda y sangrante lección. Que las patologías y la ponzoña de los vesánicos no se sobrepongan a la libertad y a la emancipación. No prevariquemos con la Verdad.

En la memoria [al menos en la mía, que he repetido a lo largo de este años como un ensalmo sanador de la inhumanidad de los hechos], de todos los mexicanos debe pender todavía por un sinfín de días, el arrebato aquél que tan bellamente ideó López Velarde y que podría embellecer a los ausentes: sin ellos, sin los 43 normalistas, cada uno de nosotros podríamos repetir con un dolor hondo, pero nada comparable al de los progenitores, amigos y familiares de los muchachos. “Mi corazón, leal, se amerita en la sombra…”. Y todavía más: ¿Por qué no repetir esos intensos versos y gritarlos como aullido de batalla, porque son memoria poética y la poesía ha sido siempre revolucionaria, y donde luzca, ella, la Poesía debe fulgir con pundonor la justicia:

 

Yo lo sacara al día, como lengua de fuego
que se saca de un íntimo purgatorio a la luz;
y al oírlo batir su cárcel, yo me anego
y me hundo en la ternura remordida de un padre
que siente, entre sus brazos, latir un hijo ciego.

 

* Zacatecas.

 

- Publicidad -

Noticias Recomendadas

Últimas Noticias

- Publicidad -
- Publicidad -