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viernes, 19 abril, 2024
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Signos de aliento: chispazos de la política programática

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Por: RAYMUNDO CÁRDENAS VARGAS •

Tal vez estemos pisando la crisis de un ciclo hiper-pragmático en la política partidaria en México, en el cual todos los partidos son lo mismo porque las diferencias ideológicas y programáticas dejaron de importar y sólo resultan relevantes los ejercicios aritméticos en la reunión de votos para la ocupación de puestos de conducción en el Estado. La ocupación de curules o gubernaturas se convirtió en el objetivo final de la actividad política; y la pregunta sustantiva de “para qué ocupaban los puestos” se derritió con el calor picante de la ambición por el poder. Así las cosas, los partidos políticos perdieron su color específico y pasaron a ser todos hueros. El candidato dejó de ser un Estadista para convertirse en una figura de la mercadotecnia electoral.  Sin embargo, parece que esta situación está llegando a sus límites, y con ello, se observan signos de reparación. Con las Reformas Constitucionales propuestas por Peña, la clase política se dividió en torno a cuestiones programáticas: el destino de los energéticos (sobre todo)  obligó a los actores de la política a dividirse en torno a temas sustantivos diferentes a la pura aritmética electoral, como el tamaño del Estado, las estrategias contra la pobreza, el tipo de presupuesto y gasto público, las coberturas educativas, etcétera. La definición en los temas sustantivos empieza a convertirse en criterio de acción política. Si se prolonga la diferenciación, se comenzará a dotar de color a los partidos. Este proceso se acelerará de ahora, al 2018.

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Conforme pase el tiempo y avancen los esfuerzos como el iniciado ayer por un numeroso y plural grupo de zacatecanos para construir un proyecto de desarrollo alternativo para la entidad, las alianzas tendrán necesariamente que alimentarse de componentes programáticos; porque en ese contexto, la identidad será motivo de fracaso o prosperidad electoral. Un signo notorio de esto último es la política de alianzas de Morena, que pretende competir solo para afianzar su identidad; recordemos que el PRD y el PAN disminuyeron su caudal de votos porque su participación en el Pacto por México diluyó su identidad. Esto es, el fenómeno de la identidad programática va permeando en el electorado. Recordemos que el hartazgo de los electores se debe en mucho porque “los partidos les parecen lo mismo”. Por ello, hay una necesidad desde las bases de votantes de que los partidos dejen de ser lo mismo y retomen su identidad (consigo) y se diferencien entre sí.

De ocurrir esta tendencia que aquí describimos, en 2018 se estará realizando una campaña llena de propuestas de política pública, y los partidos con mayores ventajas serán aquellos que logren consolidar una militancia con visiones y discursos basados en la argumentación de dichas propuestas que pretenden la solución de los problemas públicos. ¿Eso significa que ya no tendremos votantes por consigna o conveniencia? ¡En lo absoluto! Lo que significa es que el sector de votantes libres será un poco mayor. En suma, ahorita estamos asistiendo al chispazo de la política programática; pero todavía hay una enorme pradera que debe arder.

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