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viernes, 19 abril, 2024
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Ante los ataques de Trump, se requiere una nueva actitud del gobierno de México

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Por: RAYMUNDO CÁRDENAS VARGAS •

La estrategia de posicionamiento de Donald Trump como precandidato republicano a la presidencia de Estados Unidos parece alimentarse teóricamente del libro ¿Who are We? Publicado en 2004 por el profesor de Harvard Samuel Huntington, en el que defiende la tesis de que la esencia del ser norteamericano se puede contener en las siglas WASP (en ingles Blanco, anglosajón y protestante)  y que los mexicanos representamos el mayor peligro a esa esencia. Pero esas explicaciones y actitudes no son nuevas, de hecho en Estados Unidos han sido frecuentes las oleadas xenofóbicas provocadas por distintos tipos de nativismo. El nativismo se puede definir como la oposición intensa y virulenta a una minoría de origen extranjero cuya presencia, a juicio de quien discrimina, amenaza de alguna manera la identidad o seguridad de la mayoría.  Se pueden identificar tres tipos distintos de nativismo. Uno de ellos proviene de la tradición anticatólica. La segunda variante tuvo que ver con el temor a las transformaciones sociales de finales del siglo 18 en Europa, especialmente la Revolución Francesa. Buena parte de la clase política republicana ven con auténtico temor el crecimiento del electorado de origen mexicano y por eso intentan negarles participación ciudadana plena a través de distintos instrumentos. Y el tercer tipo de nativismo es, por supuesto, el racial. El norteamericano blanco promedio siempre ha tenido una actitud dual: por un lado, reconocen que su actual país es impensable sin la presencia de los inmigrantes, pero junto a esta hospitalidad ve con recelo a los extranjeros que han llegado por oleadas a Estados Unidos.

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Pero los ataques nativistas de Trump en la precampaña electoral norteamericana está envenenando las relaciones sociales y el clima político más de lo debido en virtud de dos ausencias, de dos vacíos cuya existencia es responsabilidad enteramente de México: no existe una campaña mediática organizada para explicar al norteamericano promedio las aportaciones de los inmigrantes mexicanos a la economía del vecino del norte; es más, el grueso de nuestros paisanos no conocen los datos esenciales para probar que con su trabajo aportan mucho más de lo que reciben. Y el otro es la inexistencia una organización independiente de mexicanos que sea capaz de encarecer los costos electorales a los políticos que, como Trump, calumnian y difaman a millones de personas que no tienen instrumento alguno de defensa. La única ocasión que el gobierno mexicano organizó una campaña nacional de relaciones públicas en el sistema mediático estadounidense fue con motivo de la necesaria ratificación legislativa del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (NAFTA), pero hasta ahora ha sido incapaz de gastar una pequeña cantidad de los cerca de 25 mil millones de dólares que anualmente envían nuestros paisanos por concepto de remesas.

De ambos vacíos es responsable el gobierno de México, que históricamente ha asumido una conducta timorata y poco solidaria, además de que ha boicoteado por medio de sus consulados cualquier intento de los paisanos por organizarse para defender sus derechos. Es urgente que el Gobierno mexicano abandone su pasividad y contribuya a llenar los dos vacíos. Nuestros paisanos lo merecen.

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