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sábado, 20 abril, 2024
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Zacatecas: una fuerte lluvia va a caer

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Por: MIGUEL ÁNGEL AGUILAR •

  • Historia y Poder

Las naciones indígenas zacatecanas que poblaban durante milenios nuestros territorio se vieron obligados a vivir en grupos de 100 a 1000 habitantes en las que la solidaridad era el común denominador y en el que el reparto de tareas en la agricultura, la caza y el cuidado de los críos se fue diversificando para dar paso de ser nómadas a tener asentamientos humanos que le dieran firmeza a la recolección de frutas y verduras, de granos y la miel, de enseñanza y de rituales hechiceros que impidieran que nuestro miedo se tornara en tormenta, en fríos innombrables, en la escases de agua o de alimentos o el acoso de otras tribus sanguinarias como los apaches y chiricahuas.

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Es tal esa acción, es decir, todavía hacia 1878, onerosas pandillas de apaches y chiricaguas incursionaban en nuestros territorios en busca de mujeres y niños, para esclavizarlas y llevárselos hasta su territorio a miles de leguas.

Los nuevos afectos se fueron programando para la convivencia.

Unos y otros nos miramos a lo largo de los siglos como sujetos y objetos vivientes en las que la cordialidad daba paso ante la barbarie de los forajidos, a la tempestad de los climas, a las consecuencias de haber sido un pueblo con abundantes dones y a la vez con muchas carencias.

De ahí que surgieran episodios de fama mundial y de las hazañas que siguen siendo nombradas en nombre de la libertad conseguida, los logros en el salario o las jornadas laborales y es fuerte, muy fuerte la lluvia que va a caer.

¿Cuáles episodios fueron los que nos hicieron de fama en el contexto nacional? ¿Cuáles los nacimientos que se festinan en el calendario global como para sentirnos orgullosos de ser zacatecanos y trajinar las esperanzas con mucho orgullo de que somos un pueblo libre de ataduras y sin los prejuicios que tanto dañan a los otros en la lucha y la contienda?

Son muchos los gritos del dolor y de la incuria, también muchas las batallas en que nuestra identidad se vio glorificada por los mártires de la juventud que entregaron su ardor y su circunstancia y es fuerte, muy fuerte la lluvia que va a caer.

Éramos pueblos formidablemente bien altivos y espléndidamente  muy agresivos en las que había que salir adelante ante también los peligros de los lobos y tigres, osos y panteras, derrumbes o glaciaciones que mermaban la capacidad de sobrevivir y es fuerte, es fuerte la lluvia que va a caer.

Vi que en la historia de nuestro estado existieron las mujeres que daban todo por sus hijos, vendiendo incluso su sangre y sus cabellos para salir unos cuantos días del atraso en el hambre y las enfermedades y también vi que las hubo valientes y audaces para acompañar a sus congéneres y críos en la guerra y la invasión extranjera.

Vi que las juventudes zacatecanas se alebrestaban ante el dominio español que eran dueños de vidas y de haciendas en donde se explotaba sin misericordia a las muchedumbres y se les marcaba como animales para ser vendidos como esclavos en otras latitudes a seguir sufriendo la ignominia.

Vi cómo el valor de muchos fue la sorpresa cobarde de los otros que aliándose al enemigo hurtaron las banderas acribilladas para ser revendidas como piezas de museo mientras el honor llevaba plaza y siendo imborrable su entrega ante la invasión estadounidense que nunca se replegó ante la afrenta de ver a un pueblo lleno de coraje aventando piedras y organizando las resistencias.

Vi que los muros de la ciudad fueron fortificados con cantos y alegorías y rezos y oraciones para que siguiéramos unidos ante las deslumbrantes irregularidades que se nos avecinaban para dominarnos en el extravío, la explotación cruel y violenta, los aluviones de la metralla y el látigo de las conciencias vendidas que buscaban a toda costa sacar provecho de las sangrías.

Vi que los destrozos estaban en todos los hogares, sin importar que se arrastraran por las calles los cadáveres de inocentes para ser cremados en piras del infierno y extraviar de la memoria los horrores de las guerras fratricidas y la lucha entre mexicanos que ordenaban la retirada y la paz fuera restablecida ante el asombro de las fetideces y las enfermedades.

Vi las batallas en que el pueblo tomó el mando de todos los fusiles para remarcar en su frente que tenía un poderío cuando se juntaba sin miramientos en busca de un mejor día en que ya no hubiera la maldición de la tristeza, el latrocinio de las prostituciones, la maldad de las cárceles y la ignominia de los hospitales enfermos.

Y es fuerte, muy fuerte la lluvia que va a caer.

También vi a las muchedumbres estremecerse por los temblores de la naturaleza, por lo sombrío de sus dioses que nunca castigaron el abuso, por la somnolencia de sus guías ante las campañas de terror entre sus hembras para ser violadas y ultrajadas, por el agudo ingenio de ser siempre rastreros y limosneros a gran escala en el emporio del Porfirismo que siguió a toda costa la letra engañosa de un falso progreso vigilado y vi su derrumbe, su caos estremecido, su dificultad para erguirse ante los patíbulos de la ciudad que se extendieron en las afueras para evitar las pestilencias.

Vi también a los poetas dirigirse a las muchedumbres con una peculiar fuerza que emanaba de sus espíritus guerreros y poniéndose a las órdenes de su suerte y su destino desarrapado.

Vi a los cantores entonar nuevas melodías en medio de una tragedia que se revestía con el orgullo de ser provincianos que a nada le temían más que a la hipocresía y a las falsas promesas de sus líderes.

Y es fuerte, Oh Dylan, muy fuerte la lluvia que va a caer. n

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