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jueves, 28 marzo, 2024
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El cambio de México requiere un liderazgo poderoso y un gran partido democrático

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Por: RAYMUNDO CÁRDENAS HERNÁNDEZ •

Para que el pueblo mexicano pueda salir del pantano en que se encuentra se requiere, en primer lugar, que la mayoría comparta el diagnóstico más crudo y objetivo sobre la situación que vivimos. En primer lugar hay que asumir que la transición mexicana iniciada en 1977 no desembocó en un estado democrático comprometido con el bienestar de la mayoría, sino que las instituciones del estado han sido capturadas por una élite del poder que sólo atiende sus propios intereses económicos, que utiliza el sistema de medios de comunicación electrónica y los órganos electorales para hacer creer que vivimos en una democracia consolidada con un sistema pluripartidista que propicia la participación de los ciudadanos en los órganos del poder público, cuando lo que realmente tenemos es un sistema de simulación, manipulación mediática y compra venta de votos para hacer posible la imposición de las decisiones de la élite del poder, y un sistema de partidos administrados por una clase política cerrada que comparte una tupida red de compromisos y complicidades para maquillar la realidad más ominosa: el combustible que hace posible su permanencia y reproducción es la corrupción y la impunidad. A ello hay que agregar que la naturaleza corrupta del estado mexicano ha facilitado que buena parte del entramado institucional haya sido penetrado por  diversas representaciones del crimen organizado, de manera que a estas alturas solo una minoría muy pequeña de la población espera algo positivo de las instituciones gubernamentales.

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También se debe asumir que las realidades sociales, políticas, económicas y militares del mundo actual y del hemisferio donde se inserta México, hacen inviable la vía de la violencia para lograr una transformación como la que requiere nuestra situación, y que por ello, aunque suene paradójico, la participación en esos procesos electorales inequitativos y antidemocráticos es la única vía para construir un polo político mayoritario capaz de imponerse a los designios de la élite del poder. La construcción de ese polo mayoritario solo será posible si una masa crítica de mujeres y hombres vence el miedo y la indiferencia y provoca una reacción en cadena que acelere la toma de consciencia y la voluntad de actuar organizados en la mayoría de los mexicanos. Para que lo anterior sea posible también se requiere uno o varios partidos políticos que propicien el empoderamiento de la gente y no solo de sus dirigentes, así como un liderazgo que genere la confianza necesaria para que ese gran polo político actúe con la eficacia y la inteligencia necesarias para derrotar a la actual élite del poder.

Desde mi punto de vista muy personal, en el México de hoy solo existe una persona con grandes posibilidades de llegar a ser el líder que hace falta: Andrés Manuel López Obrador (AMLO), quien según encuestas recientemente publicadas cuenta en estos momentos con una intención de voto mayor a 40% de los posibles electores, no obstante que sigue siendo el mexicano más calumniado en medio siglo. Claro que ese nivel de respaldo puede crecer o disminuir, pero como están las cosas en nuestra sufrida patria, lo más probable es un incremento paulatino, a menos que tanto AMLO como la dirección de su partido, Morena, cometan errores graves que propicien la pérdida de confianza de la gente.

Así como el PRD entró en el tobogán de la descomposición porque las dirigencias de las tribus sustituyeron a las bases del partido en la toma de decisiones, por lo que se perdió la capacidad de análisis y de crítica internos, porque se eliminaron los mecanismos de frenos y contrapesos para impedir abusos, y se abrió la puerta a la corrupción en el propio partido y en sus gobiernos, el recién nacido partido Morena puede sufrir un proceso similar si se impone la creencia de que la limitación de la discusión de sus militantes sobre las decisiones institucionales, es el camino para cuidar y fortalecer el liderazgo de AMLO. Estoy convencido de que el propio Andrés Manuel pudo haber evitado errores como la creación de las tristemente célebres “Brigadas del Sol” en el PRD que acabaron con la militancia voluntaria en ese partido, o el nombramiento de René Bejarano como su secretario particular en el gobierno de la Ciudad de México, o el de Jesús Ortega como su coordinador de campaña en 2006, espacio que le sirvió de plataforma para que se entronizara en el PRD, o la decisión de no concurrir al debate entre candidatos a la presidencia en la misma campaña, si la institución partidaria hubiera tenido la fortaleza necesaria para dialogar con él.

El liderazgo de AMLO se fortalecerá en la medida de que su dirigencia colegiada tenga confianza en la estructura institucional de Morena y en la eficacia de sus principios fundadores, y permita que sus integrantes asuman su responsabilidad en las decisiones que estatutariamente les corresponden. No creo que Morena logrará superar el reto de derrotar a la élite del poder si convierte a sus militantes en un rebaño de seguidores en lugar de empoderarlos como lo que son hoy: un conjunto de ciudadanos rebeldes dispuestos a poner todo su esfuerzo para salvar a México.

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