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miércoles, 17 abril, 2024
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Autocrítica del PRD, clave para una nueva política unitaria

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Por: RAYMUNDO CÁRDENAS HERNÁNDEZ •

México se hunde en un pantano de corrupción, impunidad, violencia e inseguridad, estancamiento económico con pobreza y desigualdad, además de un cinismo desvergonzado de la mayoría de sus autoridades que sólo se preocupan de apropiarse de la mayor cantidad de dinero público en el más corto tiempo. A ello se agrega la dispersión de las fuerzas de las izquierdas políticas y sociales, que ha conducido a la élite del poder a suponer que pueden seguir imponiendo sus prácticas y sus puntos de vista, lo que está provocando una grave inestabilidad política.

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La acelerada descomposición del país es el reto más formidable para las izquierdas mexicanas; pone a prueba todas sus capacidades y recursos, en especial la madurez de sus élites y la consciencia que éstas tengan de la gravedad del momento que se vive; exige toda su capacidad para explicarse las causas del estancamiento económico, la pobreza y la desigualdad, así como del fracaso de la política contra la inseguridad desde que Calderón anunció la guerra contra el crimen organizado. Las izquierdas deben reiniciar el proceso unitario y acumular fuerzas alrededor de su proyecto de desarrollo nacional alternativo, bandera con potencial para convertirse en la piedra de toque que permita la unidad de los distintos movimientos sociales y partidos políticos de izquierda.

Es evidente que un nuevo proceso unitario no tiene posibilidad alguna de concretarse si el PRD no reconoce como una grave equivocación su decisión de participar en el Pacto por México con los dos partidos principales del neoliberalismo y además responsables de la involución del proceso de transición mexicana (PRI y PAN). Los dirigentes y corrientes de ese partido que han estado hablando recientemente de una transformación profunda del PRD deben entender que la transición desembocó en un estado capturado por interese particulares e incapaz de detener la descomposición de sus instituciones, y que la élite del poder  rompió su compromiso con la democracia para evitar la llegada de Andrés Manuel López Obrador a la presidencia de la República. No pueden seguir actuando como si viviéramos en una democracia consolidada y en un maduro estado de derecho.

No soy ingenuo, creo que la autocrítica que considero indispensable es inaceptable para los principales dirigentes del PRD, pero no pierdo la esperanza de que aceptando la naturaleza de la crisis, entre los cuadros medios y las bases perredistas se consolide la convicción de aportar su experiencia para formular el programa para la regeneración nacional, y de asumir como propio el movimiento de resistencia al proyecto neoliberal, expresando la voluntad de construir entre todos un gran movimiento capaz de contener la diversidad más amplia de corrientes de izquierda asegurando su consecuencia política y su eficacia.

Es evidente que el relevo anunciado de Carlos Navarrete en la presidencia nacional del partido y de la totalidad del Comité Ejecutivo, no significará nada si antes no se decide el cambio de rumbo de su estrategia política. De no hacerlo así seguirán incurriendo en el oportunismo electoral estableciendo alianzas electorales con el PAN, aunque las coincidencias de ese partido con el PRI están sólidamente ancladas en los principios neoliberales. Estará claro que lo único que les importa es arribar a las posiciones de mando en los gobiernos para satisfacer intereses particulares, olvidando que lo que requiere el pueblo de México es una fuerza capaz de impulsar la regeneración integral de la vida nacional.

También me parece importante airear la opinión de que los problemas que hoy enfrenta el PT son expresiones de una situación que deben discutir con seriedad sus dirigentes, discusión que puede iniciar con la pregunta ¿a quién le sirve la existencia de un partido que después de décadas de participación electoral permanece en el filo de la navaja de perder su registro? La pregunta sería impertinente si el PT fuera un partido cohesionado por una ideología, principios y programas diferentes a los del resto, pero lo cierto es que, igual que los demás, en el PT domina el pragmatismo, que hoy lo lleva a tejer alianzas con todo el espectro partidario del país. Más allá de que logre o no mantener el registro legal, tengo la impresión de que la dirigencia del PT debería convencerse de jugar un papel constructivo para reactivar la voluntad unitaria.

En el caso del partido Movimiento Ciudadano vale señalar que partiendo del reconocimiento generalizado al éxito que tuvieron en el pasado proceso electoral, sus dirigentes podrían jugar un papel muy relevante si fueran más proactivos en sus relaciones políticas con todo el espectro de la izquierda nacional. Su conducta, alejada de todo sectarismo, puede estimular voluntades constructivas existentes en todas partes pero sometidas ante la hegemonía de las actitudes dominadas por la soberbia y la autosuficiencia.

En cuanto a Morena, vale señalar que es de esperarse una nueva orientación de su política de alianzas una vez que culmine el proceso electoral, especialmente en el DF, y cuando quede claro hasta donde llegó la transformación del PRD. Hasta ahora sigue mereciendo el beneficio de la duda de muchos mexicanos.

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