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miércoles, 24 abril, 2024
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Mamá Lupe, partera originaria de Villanueva que se dedicó a servir a los demás, sin cobrar

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Por: RAFAEL DE SANTIAGO •

■ Apenas el pasado 28 de marzo cumplió un centenario de vida Guadalupe del Río Santoyo

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■ Su vida no fue fácil; a los 14 años “se la robó el militar López” y a los 17 la abandonó, embarazada

Guadalupe del Río Santoyo, mejor conocida como Mamá Lupe, pasará a la historia por su labor excepcional y determinante en la vida del pueblo de Villanueva, pues dedicó la mayoría de sus años a ayudar a otras mujeres a traer a sus hijos al mundo sin cobrar un peso, haciendo de su oficio de partera una práctica profesional. Acaba de celebrar 100 años de vida el pasado 28 de marzo, nació en 1915,  y por ahora pasa su tiempo en cama debido a una fractura de cadera, lo que no le hace perder su gesto amable hacia las demás personas.

Sin haber imaginado que sería una de las parteras más importantes de Zacatecas, su voluntad de ayudar a los demás hizo que en sus manos cargara a más de 10 mil recién nacidos. “Si yo hubiera cobrado mi trabajo, hubiera sido rica; pero en ese tiempo había mucha pobreza y yo sólo quería ayudar. Soy rica porque mucha gente nos quiere y gracias a dios no nos olvidan”, dice Mamá Lupe.

La vida de Guadalupe del Río no fue fácil. A los 14 años “se la robó” el militar López, en tiempos de la revolución, llevándosela a vivir a Jalisco y abandonándola a la edad de 17, esperando un hijo.  Sin embargo, fue hasta que nació su tercer hijo cuando inició como partera, a la edad de 28 años. Esta profesión la aprendió de forma empírica con los consejos de una tía que se dedicaba a la medicina usando también la herbolaria.

El comienzo fue cuando apareció en su casa una mujer que pedía limosna llamada Romana, acompañada de una adolescente, a la cual habían corrido de su casa porque estaba embarazada y a punto de dar a luz, pidiendo a Guadalupe que la ayudara.

Sin saber qué hacer, Mamá Lupe recuerda que se encomendó a Dios, y aunque no recuerda cómo fue exactamente, logró ayudar a esa joven a traer al mundo a su pequeño. En el pueblo corrió el rumor de que el parto había sido exitoso y a partir de ahí mucha gente comenzó a procurarla.

Narra que la visitaban de localidades del municipio; los esposos de las mujeres eran quienes iban a buscar a la partera desde temprana hora, algunos a caballo, cruzando ríos y cerros para llevar a Guadalupe a atender a su familiar.Cuenta que el río de Villanueva crecía con las lluvias y así lograba cruzarlo en caballo, llevando sólo un mandil inyecciones y pidiendo a Dios que la ayudará en su siguiente parto. Incluso, llegaba a viajar más de 7 horas a lomo de un equino.

Relata que atendía sin cobrar un sólo centavo a la gente pobre que le solicitaba ayuda, y trajo a niños al mundo en el suelo, entre polvo y tierra, a veces acostando a los recién nacidos en un trozo de cartón.

“Me quitaba mi mandil para cubrir a los niños porque había mucha pobreza; cuando caminaba por la calle recogía los costales para lavarlos y recortarlos. Luego, con una naranja les quitaba la pintura y cocía ropa para los bebés que traía al mundo”, dice la partera.

Guadalupe contaba con una libreta en la que anotaba los nombres de los padres y de los recién nacidos que trajo al mundo; era como un registro de todos los alumbramientos de su pueblo; sin embargo, durante una inundación el cauce del río hizo que se extraviara su cuaderno.

En un sólo día llego a atender 8 partos y sus hijas recuerdan que a la hora que llegaran las mujeres para dar a luz, Mamá Lupe las levantaba de la cama para acostar a sus pacientes, siempre ayudando a quien se lo pidiera sin pedir nada a cambio.

En reconocimiento, muchos de sus pacientes le pagaban con gallinas, mataban un cochino y le preparaban carnitas o chicharrones, otros le llevaban frijol, fruta, tortillas, pagándole en especie, pues no tenían dinero.

“En esta casa nunca falta nada; diario pasa alguien y deja algo, lo que sea, ya sea tortillas, frijoles, semillas, fruta; mucha gente aún me recuerda y gracias a Dios no nos desamparan”, menciona la mujer.

Destaca que a lo largo del tiempo que ejerció la labor de partera no falleció un menor en sus brazos por falta de pericia, ni tampoco ninguna madre. “Ahora los médicos lo tienen todo, tienen equipo y todo a la mano; y aun así a algunos fallan; pero no era yo quien lo hacía, era Dios quien me ayudaba a sacar adelante a esas personas”, expresa doña Lupe.

Las mujeres preferían atenderse con Mamá Lupe sus embarazos; a varias llegó a aliviarlas de 20 hijos y cuando llegó la clínica de salud a Villanueva, seguían acudiendo a su casa para dar a luz a sus pequeños, pues tenían su confianza en ella.

Por ello, los directivos de la clínica le ofrecieron trabajar ahí para atender a las mujeres y exhortarlas a que dieran a luz en un lugar seguro; aun así, al regresar a casa había embarazadas esperándola para que las atendiera de forma tradicional.

Guadalupe ha sido una mujer dedicada en cuerpo y alma al trabajo de partera, actividad realizada por muchas mujeres que aplicaban su sabiduría personal, adquirida en largos años de trabajo, desde siglos atrás.

Su primogénito tiene 82 años de edad y es el único de los varones que aún vive, pues de los cuatro hombres que tuvo tres fallecieron jóvenes y le quedan cinco hijas; dos de ellas siguen sus pasos, una como enfermera y otra como partera tradicional.

Guadalupe fue una de las parteras zacatecanas que recibió un reconocimiento por haber obtenido altas calificaciones en un curso impartido por el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS).

Asimismo, cuenta con dos reconocimientos de la administración de los ex gobernadores Ricardo Monreal Ávila y Amalia García Medina, otro reciente otorgado por el ayuntamiento de Villanueva, y otro entregado por la Universidad Autónoma de Zacatecas (UAZ) a través de la Unidad de Medicina Alternativa. En 1981 atendió su último parto.

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