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jueves, 28 marzo, 2024
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Los jóvenes y la exclusión de la esperanza de México

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Por: RAYMUNDO CÁRDENAS VARGAS •

México es un país de jóvenes, la mediana de edad está en los 26 años. Con el llamado bono demográfico la potencia productiva crece porque tiene un mayor porcentaje de población en edad de trabajar. Sin embargo, este bono no es aprovechable si las oportunidades de estudio y trabajo para los jóvenes no existen: la generación de empleos decentes es irrisoria, el grueso del empleo se concentra en los estratos de menor generación de riqueza; y al revés, en donde se produce más riqueza hay menos empleos. En Zacatecas, la situación es más asimétrica que el promedio señalado de América Latina: de acuerdo al ingreso 67.9 por ciento de la población recibió menos de tres salarios mínimos; y de estos, 44 por ciento menos de dos salarios mínimos (alta precariedad). Y en la educación, después del nivel de secundaria, el ingreso a las aulas se caen: al bachillerato ingresan menos de 60 por ciento de los chicos en edad de estudiar ese nivel.

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Y no sólo: las expectativas están anuladas. Porque los jóvenes esperan que al paso de la siguiente generación la situación mejore. Sin embargo, la estructura social en México es muy parecida a una sociedad de castas: la movilidad está petrificada. Los estudios que existen en el país sobre movilidad social muestran que en el contexto global México está ubicado como un país de baja movilidad; al respecto, la Fundación Espinosa Yglesias sostiene que las esperanzas de salir del estrato en que se nació es excepcional. Al revés también es cierto, los chicos de los estratos ricos se mantienen ahí sin grandes esfuerzos. Con ello, no es gratuito que el reclutamiento de las bandas criminales esté centrado en los adolescentes y jovencitos menores de 25 años de las zonas marginadas del país.

Al contrario de lo que afirma la demografía tradicional, en México la composición de la estructura de edades jóvenes en un contexto ausente de oportunidades está generando un antibono demográfico: dentro de 10 años, cuando hayan madurado los adolescentes que están metidos en el crimen, y se conviertan en dirigentes de sus organizaciones, deberemos esperar lo peor. Por ello, es vital que se actúe ahora en la intervención con los jóvenes con toda determinación. Sin embargo, no tenemos elementos que nos indiquen que así va a ser. En cambio, tenemos razones para pensar que los presupuestos seguirán desperdiciándose en burocracias, policías, armamento y corrupción. No tenemos motivos para sospechar que las políticas que impactan a los jóvenes vayan a mejorar en el corto plazo. Si las universidades siguen rechazando a la mayoría de sus aspirantes, no podemos creer que esos 7 de cada 10 personas excluidas de las oportunidades, y con resentimientos justificados, se conviertan en la esperanza de este país. En suma, los gobiernos actuales excluyen a la esperanza de México.

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