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martes, 23 abril, 2024
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Un rockcito para todos los roles / 1984, Rockdrigo, «El Cerebro» y Lorenzo

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Por: JAIME FLORES GUARDADO •

La sicodelia estaba en las últimas; el hard heavy rock necesitaba un aliciente para poder derrotar a la tecnología llamada música disco; los inconformes brotaban de entre la inmundicia como pirañas hambrientas, vomitaban fuego y consignas en contra de los dueños del mundo. Punk era la palabra, la alternativa, la propuesta, una tendencia que terminó emparentando con la new wave que proliferaba en la clase media, primordialmente. Con la implementación de las llamadas discoteques, el rock era casi palabra muerta, y si no hubiera sido por “Las Diablas” y su Infierno en tiempos feriales, Mr. Máquina y sus tokines cada día más prendidos, o la Pistol Floyd, que amenazaba con establecerse aquí para organizar conciertos, Zacatecas hubiera quedado en manos de rondallas y cumbiancheros.

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Fue en este espacio, a mediados de los ochenta, en el ochenta y cuatro concretamente, cuando se anunciaba al Profeta del Nopal, Rockdrigo González, en el Palenque de la feria, quien se discutió con un set lleno de humor negro y una forma muy peculiar de abordar el rock-folk como respuesta a los ventarrones poéticos de Dylan; quizá el Rockdrigo ya había escuchado a X2 Verde en 20 centavos y Hospital, que parecen acercarse mucho a su estilo, sólo que estas producciones son de la época avandariana.

Previo al acontecimiento, El Lorenzo puso el automático, y apenas dieron las siete de la tarde, ya estaba solicitando atentamente aquel elixir que mantenía unidos por el mismo sentimiento a una caterva de rebeldes aferrados al rock; la existencia, la sabiduría y las cosas ilustrativas, en un solo lugar, El Gallito Bar.  “El Cerebro” era un chavo del rol, de los solteros más codiciados de Guayule; poseía una inteligencia envidiable; pulcro, culto, izquierdoso, como todos los intelectuales; asiduo lector, le gustaban las cuestiones profundas y lo mismo disentía del PRI que del SNTE y hasta del clero y todas las barrabasadas que los falsos redentores pregonaban para mantenerse en el poder, aunque a final de cuentas quedó inmerso en la burocracia. Este personaje del rol siempre utilizó su ingenio para convivir con el resto de los ungidos de don Chuy o de Carmelo, quienes tenían siempre el bar repleto cual si fuera una asamblea sindical donde fueran a entregar algún bono extraordinario.

En vivo, en diciembre del 84 en el café de Los Artesanos, de Aguascalientes, adquirido en el tianguisLos problemas existenciales, las reviradas hacia el interior, los achaques por no haber sido guapo, pues la face no resultó el mejor elemento corporal, y vagar y vagar como aquel can en el periférico, tratando de hibridar ideas y conceptos no tan propios, sacados de su rara inteligencia – Oye loco, si escribieras un libro de todas las tarugadas que balbuceas, sería un éxito en todos los lugares que hablan el mexicano – y capacidad para burlarse de la muerte y de los acontecimientos interiores del ser. Para Alfonso Contreras Chávez, que es el nombre real de nuestro estimado personaje, no había imposibles; era un hombre de ciencia, de un excelso interés por ayudar a la humanidad a quitarse los dolores, los físicos, pues los otros sólo los hace olvidar ese extraño elixir exprimido a las entrañas de las regiones mágicas color azul agave – quedaría mejor si tú escribieras uno con todas las tonterías que piensas – que, poco a poco, cercó al “Cerebro” hasta casi dejarlo igualito al Rockdrigo; su gran influencia existencial, pero tan diferente en el aspecto artesanal de pararse en público y recetarle al personal tantas y tan pocas cosas que jamás se daría cuenta que las poseía, hasta que alguien se las comentara. Así era “El Cerebro” hasta que se volvió profesionista. El Rockdrigo lo retrata fielmente en todas sus canciones, a lo mejor por esa razón, representa la parte musical de su existencia, y lo escucha y lo escucha como queriendo perderse en las armonías y en las líricas tan pegadas a su personalidad; es por eso que no ha tenido tiempo de cambiar su vida, sigue en la misma, soñando, añorando, creyendo que la justicia social y la equidad son patrañas que han inventado los quejosos.

‘Hurbanistorias’, primer disco de Rockdrigo en acetato, rescatando el material del caset del mismo nombre, aparecido hasta 1987 en Pentagrama¿Qué onda, Rodrigo, traes algún disco? Nel, sólo traigo el caset Hurbanistorias. Los que traen son los de Newspaper y TNT, pero si traes algo acá para la garganta, a lo mejor me lo charqueo –dijo, con voz nasal, El Profeta del Nopal, quien se dirigió a Lorenzo luego del concierto y ante más de ochenta mil canciones guardadas en la computadora. “El Cerebro” evoca el recuerdo, a imagen y semejanza, de ese gran rockero mexicano, aunque al final de la charla no se supo en realidad si se habló del “Cerebro” o de Lorenzo o de ti mismo, amigo lector, sólo escucha al Rockdrigo y sabrás lo que digo.

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