Una campaña sin debate es como ir al futbol y no saber qué posición detentan los diferentes jugadores. La vital importancia de un debate consiste en que permite a los ciudadanos ubicar los posicionamientos de los candidatos en torno a los temas más importantes del momento y los estratégicos. Resulta esencial que nos digan a qué van a la Cámara de Diputados. En el tema de la corrupción: qué piensan hacer para detener el alud de lodo que ha desplomado al Estado mexicano a los abismos. ¿Cómo van a reglamentar el sistema anticorrupción y lo van a dotar de efectividad? Necesitamos saber cómo se posicionan los diferentes partidos y candidatos respecto al tema. Y no sólo cómo declaran respecto a la corrupción, sino qué garantías ofrecen sobre el tema. Y las garantías no las puede ofrecer la declaración verbal en los medios de comunicación, sino las conductas políticas de los candidatos a lo largo de sus trayectorias; es decir, qué han hecho al respecto a lo largo de su vida política (sus vidas personales deben quedar estrictamente en el ámbito privado): cuando fueron legisladores locales o funcionarios o presidentes municipales, ¿elaboraron alguna iniciativa en torno a este grave problema?
Otro tema esencial sobre el cual requerimos que se posicionen, es su propuesta para el próximo presupuesto federal, ya que asumen su cargo el septiembre y a ellos les tocará votar el presupuesto para el 2016. ¿Serán en todo obedientes al Ejecutivo federal o impulsarán iniciativas que cambien la inercia regresiva de los últimos presupuestos nacionales? Ante la ausencia de recursos de origen petrolero, ¿se atreverán a gravar al gran capital o se venderán a las ofertas del lobby de las grandes firmas y terminarán tomando la ruta más fácil para el poder y la más perjudicial para el pueblo de México: el recorte del gasto público? Y en caso específico de Zacatecas, ¿qué ideas tienen para lograr traer más recursos para el estado? Y algunos otros temas de la agenda legislativa en estos años venideros.
Es sorprendente que no sean obligatorios los debates y dependan de la voluntad y conveniencia de los candidatos. Y más llama a sospecha que dichos candidatos no muestren la voluntad de exponer sus intenciones de frente a la ciudadanía en un debate. ¿Por qué razón algún candidato no acepta subir a la palestra a poner en público sus posicionamientos respecto a los temas más importantes? ¿A qué se debe la negativa? ¿Sienten que pueden perder credibilidad ante el contraste de propuestas? Luego entonces, de entrada muestran inseguridad y llaman a la sospecha. Es inaceptable que en una democracia no haya debates durante el periodo de campaña. A estas alturas deberían estar agendados los encuentros en los cuatro distritos electorales para que la totalidad de los candidatos confronten sus argumentos y nos digan por qué son ellos, y no los otros candidatos, la mejor opción que debe elegir el votante. Sin debate, la campaña carece de alma.
