Con la modificación de los sistemas de información en México, al menos en el tema de la seguridad, a partir del 2006 tenemos una poco de mayor certeza en la medición de la situación del asunto que más preocupa a los mexicanos en los últimos años: la seguridad. Y debemos de reconocer que el Inegi es de los organismos que mejor han respondido a las expectativas respecto a sus funciones. Los censos municipales (y estatales) de gobierno y seguridad pública o la encuesta sobre victimización, sirven de muestra. Pues bien, las cifras de los últimos años van parejas con el ánimo de alarma de la población: en serio aumento. Si tomamos como guía de quiebre el año 2006, pasa que debemos tomar dos años antes y dos posteriores para observar la conducta del dato, y tenemos en la incidencia de delitos totales un aumento de locura: en 2004 se registraron 81 mil delitos, y en 2008 fueron 136 mil.
Un incremento de 60 por ciento. La cosa es que desde 2008 a 2014 la conducta en los datos es con la misma tendencia, y cuando observamos algunos descensos, son tan mínimos que resultan irrelevantes. Los indicadores de seguridad serían positivamente relevantes si regresaran a los niveles anteriores del año 2 mil. Por ello, cuando se anuncian pequeñas mejoras es como afirmar que la fogata tiene un tronquito menos. ¿Se puede aspirar a contar con políticas que hagan posible que cambie realmente la realidad?
Está claro que los nulos resultados no son por falta de recursos, en los últimos 10 años se han incrementado un poco más de 400 por ciento los presupuestos destinados a seguridad. La cosa debemos revisarla en la parte más básica del asunto: en la mismísima forma en que definen el problema (la seguridad como un problema policiaco), porque eso determina los diseños institucionales o los mapas de ruta en el enfrentamiento del problema. Todo programa o estrategia tiene 10 años para dar muestras de impactos, y la actual ya mostró contundentemente que es un fracaso, y sin embargo la siguen reivindicando.
La pregunta es, ¿por qué razón? Las cifras sobre el aumento de los delitos con violencia se han ido a las nubes y persisten, pero las autoridades no dan visos de cambiar de piso, sólo arreglan pequeños detalles en la implementación (como los exámenes de confianza) que en nada han contribuido a erradicar el problema central. Hay entidades federativas que incluso han disminuido su medición de la esperanza de vida no por causas directas de salud, ¡sino por las condiciones de violencia! Son escenarios surrealistas llenos de realidad. En el terreno de la seguridad hay mucho trabajo por hacer, y ahora que están las campañas en marcha, quisiéramos saber si los candidatos a legislador tienen alguna propuesta de ley que detone una modificación seria en materia de seguridad. Eso lo veremos.
