Ayer se celebró la Jornada Mundial del Agua, promovida por las Naciones Unidas. La escasez de agua es un problema que preocupa a dirigentes internacionales como el secretario general de la ONU y el Papa Francisco, y a autoridades nacionales y regionales de todos los países. Hace pocos días Alma Fabiola Rivera Salinas, titular de la Secretaría de Agua y Medio Ambiente (SAMA), informó que debido a las condiciones de las reservas de agua en Zacatecas, éstas sólo alcanzarán para 35 años más. No tenemos agua para manejar más allá de 2050, declaró, subrayando que los acuíferos de la entidad se reducen por la sobreexplotación, sobre todo para uso agrícola, pues informó que sólo 9 por ciento del total de agua que se utiliza en el estado es para consumo humano y sólo 2 por ciento para uso industrial. Del volumen destinado para consumo humano, aproximadamente 40 por ciento se desperdicia por fugas en las tuberías.
El acceso al agua potable y a servicios de saneamiento es de los problemas más apremiantes en el mundo. A pesar de los progresos registrados, alrededor de 750 millones de personas —más de 1 de cada 10 habitantes del mundo— siguen sin tener acceso a mejores fuentes de abastecimiento de agua. La falta de agua afecta, en particular, a las mujeres y los niños, ya que, no sólo pone en peligro su salud, sino que, además, obliga a perder una cantidad considerable de horas en la improductiva, y a veces peligrosa, tarea de recoger agua. Y las estadísticas sobre saneamiento son aún menos alentadoras. Aproximadamente 2.500 millones de personas siguen careciendo de mejores servicios de saneamiento, y 1.000 millones de personas practican la defecación al aire libre, lo que significa que en esta materia se avanza con mayor lentitud. No podremos lograr un mundo de dignidad, salud y prosperidad para todos hasta que no eliminemos esta necesidad urgente.
Para eliminar los múltiples problemas relacionados con el agua, los gobiernos y pueblos del mundo deben trabajar con un espíritu de cooperación, con mente abierta a las nuevas ideas y la innovación, y dispuestos a compartir las soluciones que todos necesitamos para un futuro sostenible. Si lo hacemos, podremos poner fin a la pobreza, promover la prosperidad y el bienestar en el mundo, proteger el medio ambiente y hacer frente a la amenaza que plantea el cambio climático. El comienzo del cambio climático, la creciente necesidad que tienen la agricultura, la industria y las ciudades de unos recursos hídricos finitos, y la contaminación cada vez mayor están acelerando la crisis del agua, algo que sólo puede resolverse elaborando planes y políticas intersectoriales integrales a los niveles internacional, regional y mundial, manteniendo el principio de que el agua no es una mercancía. Por ello, en el momento de planear debemos tener presentes las palabras del Papa pronunciadas ayer: “El agua es el elemento más esencial para la vida, y de nuestra capacidad de custodiarlo y de compartirlo depende el futuro de la humanidad. Aliento, por lo tanto, a la Comunidad internacional a vigilar para que las aguas del planeta sean adecuadamente protegidas y nadie esté excluido o discriminado en el uso de este bien, que es un bien común por excelencia.”
