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jueves, 28 marzo, 2024
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Las ferias: carnavales y despilfarro

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Por: RAYMUNDO CÁRDENAS VARGAS •

Las ferias nacieron en Amberes, al norte de Europa, y tuvieron la buena fortuna de reactivar el comercio, siglos antes desaparecido en la alta edad media europea. Pero ahora en plena era hipermoderna del comercio global, se debe pensar el tema de las ferias en un marco distinto al tradicional. Los esquemas de comercio directo y comercio justo tienen éxito si previamente existe un marco de Economía Solidaria. Si no existe esta última, aquellos son inocuos. Si se pone a competir directamente a los productores locales con las grandes cadenas comerciales y las enormes empresas de producción, pues sencillamente no tienen posibilidad alguna de competir: la diferencia de costos es monumental. Y si la diferencia específica en la competencia es el precio, no hay nada que hacer. Los esquemas del llamado Comercio Justo tienen éxito porque hay nichos de mercado selectos que buscan productos con cierta diferencia que no consiste en el precio, por ejemplo, en productos orgánicos que son costosos, pero ofrecen ventajas a la salud. O los esquemas de la llamada Economía Solidaria, que consisten en construir encuentros permanentes entre productores y consumidores de una misma región, y que se entablan tratos porque representan sinergias que ayudan a todos al eliminar los intermediarios, por ejemplo, el caso del frijol donde al productor se lo pagan a 2 pesos y al consumidor se lo venden a 18. Los tratos directos hacen posible que el productor lo venda a 6 pesos, y al consumidor le cueste la mitad. Además de un sinfín de productos locales que dinamizan el total de la economía regional, y con ello, se benefician todos los actores económicos porque la circulación de dinero horizontal los dinamiza a todos. Hay incluso el uso del llamado “dinero social” con el cual, se establecen sistemas de protección y potenciación económica que se diseña desde enfoques de desarrollo local.

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Pues bien, las llamadas “ferias regionales” no hacen nada de esto. A lo más, permiten algunas ofertas de ganado y material genético mejorado. En lo general son centros y épocas de diversión, pero que nada dinamizan la economía de una región, porque no hay un esquema económico -como los mencionados arriba- que se promueva desde esas famosas ferias. Al contrario, son pretexto de corrupción con grandes desembolsos de recursos públicos llenos de dudas y sospechas. El año pasado justamente Gobierno del Estado afianzó la Feria de Jerez con 30 millones de pesos, de los que no sabemos cuáles fueron sus rendimientos, pero no sólo es ese caso, también le han entrado al juego Fresnillo, Villanueva, Sombrerete y obviamente la Fenaza. En Centroamérica hay experiencias donde han aprovechado estas ferias para dinamizar diseños de economía solidaria, como las del bajo Lempa de El salvador, que se convierten en formas de fomento del desarrollo local. Ahí, sí se justifica la intervención pública porque estas ferias son un instrumento para el desarrollo de regiones completas. Aquí en Zacatecas no es el caso: se derrama dinero del erario y los rendimientos sociales no existen. No son “ferias” en el sentido histórico del término, sino que son festivales de alcohol, música comercial y carnavales de la corrupción.

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