9.8 C
Zacatecas
martes, 23 abril, 2024
spot_img

Los mexicanos y el síndrome de Estocolmo

Más Leídas

- Publicidad -

Por: RAYMUNDO CÁRDENAS HERNÁNDEZ •

A partir de 1982 inició el dominio de los ministros del dogma neoliberal y la situación social que prevalece en México deja mucho que desear: el crecimiento económico prácticamente se estancó desde ese año. Mientras que de 1933 a 1982 el PIB por persona creció a un ritmo anual superior a 3% en términos reales, a partir de ese último año hasta 2013 tan sólo lo ha hecho a un ritmo poco menor a 0.8%. Sólo un tercio del total de la fuerza de trabajo está formalmente empleada. El salario real de los trabajadores se ha desplomado en los últimos 30 años. El país es hoy más desigual de lo que era antes y las condiciones generales de existencia para la inmensa mayoría de la población son lamentables. Las diferencias que existen entre las entidades federativas son enormes y han crecido. Hay desigualdad y pobreza entre las entidades y dentro de cada una de ellas. Todo ello ubica al país en los últimos lugares en Latinoamérica y, muestra el ingreso nacional más bajo entre los países miembros de la OCDE. Además ocupa el segundo lugar en desigualdad de ingresos, sólo por debajo de Chile. El ingreso promedio del 10% de los más ricos en México es 29 veces el correspondiente al 10% de los más pobres de la población. El promedio de los países miembros de la OCDE es 9.5 veces. Más de 38% de las personas reportan en México no tener dinero para comida, más de 20% de los jóvenes ni estudia ni trabaja (ninis) y el gasto público en protección social, tan sólo es de 7.4% del PIB (el promedio para los países miembros de la organización es de 22%).

- Publicidad -

Aún más grave, pues se trata del futuro de la nación, en la actualidad los datos indican que 53.8% de la población entre cero y 17 años presenta carencias en vivienda, seguridad social, salud o alimentación, es decir, 21.1 millones de niñas y niños mexicanos. Se observó en 2012 que los niveles de pobreza de la población infantil siguieron siendo significativamente mayores a los encontrados en la población de 18 a 64 años y que los que presentan los adultos de 65 años y más. En un estudio reciente, se hace una estimación de la evolución histórica de la pobreza alimentaria en México; en 1950 el número de personas en pobreza alimentaria (habitantes que carecen de los recursos para satisfacer necesidades nutricionales mínimamente adecuadas) fue de 17 millones. Para 2010 llegó a 21 millones, una diferencia de 4 millones adicionales. En 60 años el número de los más pobres entre los pobres aumentó. La reducción de la pobreza alimentaria estuvo asociada al crecimiento económico: mientras se produjo, se redujo. Con el estancamiento se mantuvo o, incluso, creció.

A estas alturas del proceso político, la hegemonía neoliberal empieza a resquebrajarse. La democratización prometida llega tarde o no llega, pero en todo caso no consigue un “nuevo orden mundial” más justo. La mundialización arrasa cualquier localismo, destruye el vínculo histórico de las naciones con sus territorios, despierta gigantescas migraciones y desata la religiosidad como última instancia enajenada y hostil ante la uniformidad de los valores occidentales dominantes. El resentimiento pasa a ser la normalidad espiritual de millones de hombres y mujeres desarraigadas de su entorno cultural: la xenofobia y el racismo se alzan como muros enormes contra la “integración” de los estigmatizados. Hoy, la desconfianza y el valemadrismo se apoderan de capas enteras de la juventud. Los partidos no interesan. La democracia le da igual a contingentes variados y crecientes. La solidaridad deja de ser un valor primordial ante la victoria del individualismo y, gracias a la hegemonía mediática, es devorada por la “sociedad de consumo”.

En este escenario, la “izquierda inteligente” (autodenominación de los dirigentes del PRD) participa en pactos con los partidos del neoliberalismo (PRI y PAN) para ocupar el espacio de una “oposición útil” en un sistema político sumido en una gravísima crisis de representación, mientras que millones de víctimas de 30 años de neoliberalismo se mantienen sometidos a sus opresores. En otras palabras, la izquierda pactista y una proporción importante de mexicanos padecen una suerte de síndrome de Estocolmo respecto del capitalismo neoliberal, de la economía que mata, según el Papa Francisco.

Ante la creciente desigualdad y pobreza que se observa en México, enmarcada en un proceso de descomposición generalizada, se tiene que buscar un nuevo rumbo, un nuevo curso del desarrollo que combine de manera simultánea un crecimiento económico sustentable con la justicia social, con la equidad que genere condiciones para la regeneración institucional y la construcción de un nuevo pacto social. No hay que acostumbrarse a la desigualdad y a la pobreza. Menos a la inseguridad y la violencia. Tampoco se debe ser indiferente. Por el contrario, hay que recuperar el ya (casi) olvidado concepto de desarrollo: crecimiento económico con justicia social.

- Publicidad -

Noticias Recomendadas

Últimas Noticias

- Publicidad -
- Publicidad -