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miércoles, 24 abril, 2024
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El problema financiero de la UAZ: el debate de fondo

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Por: RAYMUNDO CÁRDENAS HERNÁNDEZ •

Los problemas financieros evidenciados por las recientes movilizaciones de diversos grupos de trabajadores de instituciones educativas y de seguridad social, tienen una causa común: la voluntad gubernamental de culminar la imposición del modelo neoliberal. Hagamos un poco de memoria.

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El primer tercio del siglo XX quedó marcado por la catástrofe que significó la primera Guerra Mundial, por la gran recesión de 1929, y por la segunda Guerra Mundial; al concluir ésta se construyó un orden económico caracterizado por una fuerte intervención del Estado en la economía, un pacto entre el trabajo y el capital, y la gradual y desigual generalización del Estado de Bienestar en el mundo, fundado en la idea de que corresponde al Estado asumir la responsabilidad de atender el bienestar social y económico de la totalidad de sus habitantes y en donde el gobierno desempeña un papel fundamental.

A partir de 1945, para afianzar la paz y la tranquilidad de las naciones y entre las naciones, resultaba necesario llegar a un acuerdo clasista entre el capital y el trabajo. Los diferentes gobiernos asumieron el compromiso de buscar el pleno empleo, promover salarios remuneradores y multiplicar las prestaciones de carácter social de los trabajadores. El único camino para sacar adelante a las sociedades, era la construcción de una buena mezcla de Estado, mercado e instituciones democráticas, para garantizar la paz, la inclusión, el bienestar y la estabilidad. Nunca se pensó que el Estado se estuviera excediendo en su intervención en la economía; por el contrario, el Estado podía y debía intervenir para compensar las insuficiencias del mercado. Fue la época de la Economía Mixta, en que la acción conjunta y complementaria de los sectores público y privado llevó a muchos estados nacionales, entre ellos México, a estadios crecientes de bienestar social y, en lo económico, a tasas aceleradas de crecimiento.

Con la crisis internacional de los años setenta, fue cobrando fuerza el pensamiento económico neoclásico en su versión neoliberal que en 1947 relanzaron un grupo de académicos (entre ellos Friedrich von Hayek, Ludwig von Mises, Milton Friedman, Karl Popper). Ya para 1980, esa forma de ver las cosas se convirtió en hegemónica como ideología al servicio del poder financiero. Y no sólo en Estados Unidos con Ronald Reagan, sino también en el Reino Unido, con Margaret Thatcher, con Helmut Kohl en Alemania y con Miguel de la Madrid en México. Luego de la crisis del petróleo de 1973, todos ellos iniciaron la gran reforma Neoliberal o la rebelión de los ricos, según Carlos Tello. No sería sencillo desmontar las conquistas laborales y sociales, pero lograron debilitar a los sindicatos y reducir los derechos más emblemáticos. El mundo del trabajo perdió densidad y peso político.

Simultáneamente se fomentó el libre comercio, la innovación tecnológica y la “deslocalización” de las industrias, tejiendo una red global que antes no existía; la euforia antiestatista devino en culto obligatorio al mercado y el individualismo consumista hizo parecer ridículas las obsesiones igualitarias del pasado. El éxito de esa revolución alcanzó su apogeo con la caída del muro de Berlín, de modo que el pensamiento anticapitalista quedó reducido al mínimo como expresión testimonial de los sueños utópicos. Es en ese momento cuando surge la “gran divergencia”, es decir, el proceso que, según el premio nobel Krugman, llevó al enriquecimiento del uno por ciento a cuenta del empobrecimiento del resto de la humanidad.

Lo que la crisis mundial iniciada en 2008 ha puesto en el centro del debate es justamente si debe o no continuar interviniendo el Estado en la economía, ya no tanto en la forma y con las mismas características con que lo ha hecho, sino ahora de una manera más vigorosa para lograr la justicia social. La economía política de las finanzas públicas sigue estando en el fondo del muy importante, trascendente, polémico y actual debate en torno al papel del Estado en la economía. La polémica en torno al Estado de Bienestar en Europa y la lucha que se libra en Estados Unidos sobre el monto y los programas de gasto público (sociales y de otro tipo) claramente lo ilustran. También lo hace el empeño y entusiasmo con que, en varios países de Europa y de América (notablemente México), se continúan promoviendo políticas económicas y sociales de corte neoliberal.

La idea neoliberal, en su versión extrema, sostiene que hay que desmantelar el Estado de Bienestar, pues simple y llanamente no se puede financiar. Éste ha sido el argumento que se ha sostenido en los casos de los programas de ajuste impuestos a varios de los países europeos. Por primera vez, en los primeros años del siglo XXI, se pone en duda la viabilidad del sistema de salud universal, del retiro para la vejez y de la educación pública, laica y gratuita. Lo que ni siquiera la primera ministra Margaret Thatcher pudo tocar en el Reino Unido, el National Health Service (Sistema Nacional de Salud), ahora se busca eliminar o reducir de manera importante, como en España. También en Estados Unidos ha sido feroz la campaña que se ha desatado en contra de los programas del presidente Obama en materia de seguridad social y salud, y el de salario mínimo. ■

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