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martes, 23 abril, 2024
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El sorteo de candidaturas: una contribución a la regeneración de los partidos

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Por: RAYMUNDO CÁRDENAS HERNÁNDEZ •

Ayer se celebró el sorteo anunciado hace meses para designar a una parte de las candidaturas de Morena a diputados por el principio de representación proporcional, los llamados diputados “pluris”. Lo primero que se puede decir de ese ejercicio es que en verdad se sortearon los espacios anunciados entre las 10 personas propuestas (cinco mujeres y cinco hombres) por cada una de las asambleas distritales celebradas el pasado primero de febrero. El hecho de que haya sido la zacatecana Mariana Trejo Flores, brigadista destacada del naciente partido postulada por la asamblea del tercer Distrito con cabecera en Zacatecas, la primera mujer insaculada en la lista de la segunda circunscripción, que por lo tanto ocupará el segundo lugar de la lista definitiva de Morena, prueba algunas de las bondades del método utilizado: en primer lugar Mariana no requirió de tener un padrino o pertenecer a una tribu para lograr su candidatura; tampoco tuvo la necesidad de conseguir dinero para amarrar votos o hacer una costosa precampaña; ella participó en igualdad de condiciones con personas de la segunda circunscripción sin importar el tamaño del padrón de la entidad. Ante el espectáculo de las luchas tribales en PAN y PRD y los dedazos en el PRI, el evento de ayer resultó ejemplar.

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Para valorar la decisión de Morena que hoy comentamos debemos recordar que en diferentes épocas, la idea de la democracia ha estado asociada a dos distintos  métodos de selección de personas para los cargos públicos y asignación de responsabilidades: las elecciones populares y el sorteo. Desde sus orígenes en Atenas (435 A.C) hasta bien entrado el siglo XIX, el concepto de democracia solía hacer alusión al uso del sorteo para la selección de cargos públicos, sin embargo, en los últimos doscientos años la teoría política ha dado por hecho que el único método democrático para escoger cargos públicos es la elección de representantes a través del voto popular; el sorteo, hoy en día, aunque no ha desaparecido del todo, tiene un papel absolutamente secundario y subordinado a la elección universal y directa de los gobernantes.

En la teoría existen varias líneas de justificación del sorteo como herramienta para la selección de cargos públicos y asignación de responsabilidades. Una, que abreva de la democracia ateniense, considera que el sorteo honra –mejor que cualquier otro método- el ideal democrático de igualdad política, al conceder a todos una igual probabilidad de salir seleccionado. Otra, que encuentra respaldo en la obra de Rousseau, considera que el sorteo de cargos públicos se justifica siempre y cuando el ámbito de decisión sea uno del que pueda predicarse una igual competencia entre todos los ciudadanos. Allí donde los asuntos a decidir requieren de una competencia técnica experta o especializada, entonces resultaría preferible la elección, o el concurso de méritos. En el mundo académico anglosajón, en los últimos diez años han surgido diversas propuestas de ingeniería institucional que propugnan el uso del sorteo para mejorar o profundizar las democracias electorales o poliarquías. Incluso en países como Canadá y Australia se han llevado a cabo experimentos de Asambleas de ciudadanos sorteados como herramienta de consulta de las autoridades políticas. En América Latina y España, sin embargo, existe muy poco debate sobre las virtudes del sorteo de cargos públicos. Algunas propuestas, guiadas por el ideal de igualdad política, proponen la creación de jurados de ciudadanos sorteados para “controlar” a los legisladores (atribuyéndole al jurado la potestad de designar una comisión de investigación legislativa), para seleccionar cargos públicos intermedios en la burocracia, para seleccionar candidatos partidarios, o para elegir magistrados constitucionales. Hay hasta quienes proponen, inspirados en la misma justificación, la posibilidad de que los votantes puedan optar entre emitir un voto a los candidatos partidistas, o dar un voto al “sorteo”. Los escaños correspondientes al porcentaje de votos asignado al sorteo serían distribuidos por azar entre todos los ciudadanos que hayan manifestado su voluntad de participar en el mismo.

No cabe duda que, en el plano del diseño institucional, existen profundos desacuerdos con respecto a cómo utilizar el sorteo y para qué fines. Sin embargo, esos desacuerdos son equiparables a los que existen en la teoría democrática tradicional a la hora de decidir el mejor diseño electoral. Y es que, aunque los politólogos discrepen en torno a la mejor combinación de los elementos que conforman un sistema electoral (magnitud del distrito, fórmula de distribución de escaños, barrera electoral, fórmula de reelección), al menos todos están de acuerdo en que hay que escoger algún sistema electoral. Por la misma razón: aunque estemos en desacuerdo en torno al mejor modo de instrumentar el sorteo, el evento de ayer de Morena hará más difícil negar que el sorteo puede ser una herramienta útil para regenerar las descompuestas instituciones que participan en nuestro sistema electoral. Finalmente, el sorteo de ayer es un paso concreto que acredita a Morena como un partido nuevo.

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