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viernes, 29 marzo, 2024
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Justicia para David Reveles; no merecía morir así

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Por: RAYMUNDO CÁRDENAS HERNÁNDEZ •

Conocí al profesional de la sastrería David Reveles a finales de la década de los años setenta porque fui convocado a participar en una reunión de la Comisión Ejecutiva Estatal del Partido Comunista Mexicano, por entonces sin registro legal, encabezada por el recordado dirigente minero J. Encarnación (Chón) Castro, a celebrarse en la planta alta de la construcción en donde hasta ahora está ubicada la sastrería Dayro (David y Rosa). Ignoro la razón por la que ese órgano partidario sesionaba en ese lugar, pero de lo que no me cabe la menor duda es que el camarada David gozaba de la más absoluta confianza de aquel equipo de dirección política. Mientras esperaba la llegada de  Chón y Emilio Alcalá, que venían de Fresnillo, David me preguntó sobre el trabajo sindical que en esa época yo realizaba y luego me enseñó un equipo de radio de onda corta, frente al cual pasaba mucho de su tiempo libre escuchando a Fidel Castro y otros dirigentes de la revolución cubana en la estación “Radio Habana Libre”. Ese hecho explicaba sus participaciones bien informadas sobre el devenir de la lucha mundial entre los sistemas socialista y capitalista, lo que agradaba sobre todo a Chón y a Emilio.

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Después me enteré de que en la referida planta alta, Alberto Huerta, David y otros camaradas habían montado un taller artesanal de serigrafía en el que se diseñaron e imprimieron carteles alusivos a las luchas sindicales, políticas, estudiantiles, campesinas y hasta internacionales en las que participaba el partido. Todavía guardo en mi biblioteca carteles diseñados por David de apoyo a los mineros de Fresnillo, a la huelga de las obreras de la maquiladora Crescent, a las luchas de la Central Independiente de Obreros Agrícolas y Campesinos, CIOAC, que en esa época dirigían Ramón Danzós Palomino en el plano nacional y aquí en Zacatecas José Dolores López (Lolo). Asimismo, sobrevive uno diseñado para invitar a un mitin de apoyo a la revolución sandinista, y un par alusivos a la nacionalización bancaria de 1982 por el presidente López Portillo. También me hizo el honor de diseñar un cartel con la silueta de mi rostro al alto contraste para la campaña de gobernador de 1986 por el PSUM. Un buen número de compañeros de aquellos tiempos deben recordar las desveladas que pasaron esas jornadas de impresión de materiales en esa segunda planta de la sastrería Dayro, o para la confección de las mantas emblemáticas del PCM, del PSUM y del PRD.

Aunque David no tuvo la oportunidad de hacer estudios de secundaria y sucesivos, su amistad con los también camaradas Alberto Huerta, José de Jesús Sampedro, Gustavo de la Rosa Muruato y muchos otros escritores jóvenes de la época, lo condujo a adquirir el gusto por la literatura, y a disfrutar la celebración en su domicilio de frecuentes tertulias, especialmente cuando Sampedro y los demás tenían como invitado algún escritor destacado de fuera de la entidad; en esos casos era un hecho que en la noche todos llegaban a disfrutar de la hospitalidad de Rosita y David.

Debido a nuestra amistad, también me beneficié de su trabajo profesional como sastre y consultor en la materia. Durante casi dos décadas que trabajé en el DF como legislador o en la dirección nacional del PRD,  la vestimenta indispensable para navegar en ese mundo siempre la fabricó él personalmente, con una calidad que le permitió tener entre sus clientes a diversos senadores o amigos como Porfirio Muñoz Ledo, que en esos menesteres no es una persona conformista. Su profesionalismo le permitió gozar del reconocimiento entre sus pares organizados.

Esa buena persona que he tratado de describir en unos cuantos párrafos, fue cruelmente asesinada el pasado viernes por la tarde, justamente en su sastrería ubicada en la avenida Morelos. Quienes lo conocimos estamos conmocionados y afirmamos que él, menos que nadie, merecía morir de esa manera. Su asesinato se suma a una serie de ellos cuyas víctimas han sido  personas conocidas de nuestra ciudad, reconocidas por su don de gentes, y que no han sido esclarecidos por las autoridades responsables de procurar justicia. Tanto David, como las demás víctimas tenían derecho a vivir, y sus familiares, ahora, tienen derecho a que se haga justicia pronta y expedita como lo establece la Constitución y las leyes. Pienso que ha llegado el momento en que los vecinos de esta entidad reclamemos nuestro derecho a ser protegidos exclamando con fuerza ¡¡Si no pueden, renuncien!!

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