¿Por qué el PRI y el Verde gestionan la obscuridad en la acción del gobierno? Es importante hacerse esta pregunta junto a una constatación: han dedicado los dos últimos años para reconcentrar el poder de mando en el gobierno, es decir, para eliminar las diferentes transformaciones orientadas a la distribución o desconcentración del poder en torno a la idea del federalismo. Un poder centralizado tiende a ser arbitrario, pero dicha arbitrariedad no opera con libertad si no lo hace en la oscuridad. Por ello, en realidad, el ataque al principio de máxima publicidad de la Ley de Transparencia obedece a un proceso que ya tiene tiempo en operación: la reinstalación de la presidencia imperial. Y otro proceso también preocupante que se armoniza en este plan centralizador es el papel, recursos y protección que le han dado al Ejército. Como podemos observar se ha ido conformando un escenario donde se aglutinan la corrupción y el autoritarismo. Bien, además de estos ingredientes de la mezcla, hay otro elemento que puede dar la clave de lo que se fragua: el mando permanente de los poderes fácticos en los últimos gobiernos federales. Poderes fácticos que impulsaron sus reformas: la apropiación de la riqueza energética, la reforma laboral a favor del empresariado que, al mismo tiempo, impulsó las modificaciones sobre educación. Por tanto, la cosa se va aclarando. No se trata de la locura autoritaria de Peña Nieto, o la tradicional hipocresía política del Verde, sino que es la necesidad de operación de los poderes fácticos a través de estos partidos en el Estado, y dicha operación requiere de dos condiciones esenciales: efectividad de movimiento (reconcentración de poder), y libertad de maniobra (contra la transparencia). ¿Y para qué todo eso? Pues para ejecutar la apropiación de la riqueza natural, de los recursos públicos y el mercado laboral del país. Al poder fáctico le obstaculiza la distribución social del poder y le estorba la transparencia, por ello, eliminan ambas. Por tanto, debemos ver en conjunto la supresión del federalismo, la anulación de la transparencia y la abolición de la representación política como efecto de la hegemonía de los poderes fácticos.
Así las cosas, si vemos que la embestida contra la transparencia es sólo un componente de una pretensión más amplia, debemos preguntar, ¿y el contrapoder a esta orientación dónde está? Pues observamos que ese contrapoder justo ahora se está tejiendo: las múltiples expresiones de la sociedad a favor de la transparencia, los movimientos sociales preocupados por la concentración del poder (con la manifestación enferma en Puebla), y algunas expresiones políticas en contra del dominio de los poderes fácticos en el Estado. Ahora la última pregunta es, ¿podrá tejerse ese contrapoder en alguna forma en la que efectivamente se gane la partida a los poderes de la codicia? Antes que termine este año, habremos respondido a esta última pregunta, y con ello, habremos develado el signo del destino de este país para el próximo futuro.
