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jueves, 28 marzo, 2024
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De personajes y analogías

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Por: CITLALY AGUILAR SÁNCHEZ •

■ Inercia

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Las series televisivas están en un apogeo; cadenas como HBO o AMC han invertido en grandes producciones donde destaca principalmente la calidad de los guiones. Lo más notable de éstos son sus personajes centrales, en quienes no se plantea una moralidad maniquea como era costumbre. Ahora son presentados o mejor dicho “expuestas” las contradicciones humanas en su máximo esplendor.

Resulta refrescante sorprenderse por un héroe que tiene derrotas, que padece humillaciones y que, al igual que todos, en determinadas circunstancias hace uso de vicios deplorables… Es decir, sin esta exposición de humanos complejos sería más difícil reconocer y aceptar tanto lo externo como lo propio.

Un claro ejemplo es Francis Underwood, de la serie House of cards, quien revela una maldad, casi siempre deliberada, de la cual hace uso a conveniencia sin el menor remordimiento, esto con tal de llevar a cabo sus ambiciosos propósitos políticos en la Casa Blanca de Estados Unidos. Y sin embargo, es difícil no empatizar con él…

 

Juego de espejos

Underwood es un ejemplo, aunque a veces exagerado, de los manejes que hay en la altas esferas del poder y que desde luego, en nuestros tiempos, con nuestros gobernantes, es casi imposible no hacer ciertas analogías. Sin embargo y por infortunio, la realidad supera a la ficción.

Si el congresistas planteado en House of cards se abre paso en su carrera a costa incluso de otras vidas, es seguro que en cualquier parte fuera de la ficción, en cualquier lugar donde alguien interfiera directa o indirectamente con los intereses de algún gobernante o actor político los resultados son los mismos e incluso mucho más violentos.

Pero, en la televisión es fácil comprender al personaje y en un extraño juego de espejos terminar por comprenderlo e incluso justificarlo; porque Underwood es una parte de nosotros, esa parte vil y maliciosa que todos tenemos dentro y que tratamos de que no salga… Ésa es la mayor virtud de las series televisivas contemporáneas: permiten evidenciar nuestro lado oscuro pero en otra persona; eso nos mantiene a salvo, sin repercusiones reales y a la vez, con la catarsis que se genera, prevalece el equilibrio en el que nuestra parte iluminada es la que convive en el mundo real.

Es interesante además que, Underwood nos es demasiado familiar en México no sólo por lo que ya expliqué sino porque, creemos que existe alguien con quien parangonarlo. Me parece que, por un lado el personaje es demasiado inteligente y audaz, con lo que ya podemos descartar a todos los políticos conocidos. Por otro, su capacidad retórica es directa y contundente, cuestión que en nuestro país es una imposibilidad casi hasta filosófica.

 

El relajo

A mediados del siglo 20, dentro de los debates sobre la identidad nacional, Jorge Portilla en su Fenomenología del relajo desarrolló la idea de que en los mexicanos hay una tendencia a evadir la seriedad, a comprometerse con una opinión o a hablar de manera concisa. Tomó como ejemplo a Cantinflas del que explica que, en él se ve reflejada la idiosincrasia nacional, pues entre tanta verborrea no se dice nada.

Podemos entender esto en muchos niveles, porque a final de cuentas en el lenguaje es donde exponemos gran parte de nuestra psique, de nuestras emociones así como de nuestra intelectualidad. Si nos detenemos un instante a analizar los discursos políticos, encontramos que además de que cuenta con el mismo repertorio retórico desde principios del siglo 20, es totalmente vacío.

Ya Martín Luis Guzmán en su famosa novela La sombra del caudillo publicada a finales de la década de 1920, había copiado casi íntegramente las formas retóricas de los políticos de su época, para referir a la matanza de un grupo de personas… Si leemos la obra de Luis Guzmán hoy, cotejando con los periódicos de aquellos tiempos y a la vez viendo el noticiero de hoy por la tarde, nos sorprenderemos de encontrar el mismo discurso y casi con las mismas palabras.

Me parece que el discurso político es una de las más claras ejemplificaciones del relajo del que habla Portilla; es un lenguaje obsoleto, redundante y evasivo. De ahí que los resultados del mismo sean de iguales proporciones. En comparación con los diálogos empleados por el citado personaje de House of cards, nuestra política tiene un estancamiento de casi un siglo.

Pero eso no es lo más grave, sino que, como pueblo estamos en circunstancias similares. Más que argumentar una idea, hacemos grandes digresiones a los temas que más importan; evadimos el debate. Y paradójicamente nos encanta discutir. Al mexicano le encanta reclamar y hace exposición abierta de criterios totalmente personales.

Creo que, en sintonía con la era en que vivimos, teniendo tanto material de fácil acceso cognitivo como lo es el de las series televisivas, podemos generar reflexiones mucho más complejas, diálogos enriquecedores y debates exhaustivos. Si hay algo podemos aprender de personajes tan completos como Francis Underwood no sólo es la capacidad de manipulación sino también la virtud de poner en práctica estrategias certeras, que no sólo tienen que ver con planes maquiavélicos sino con entender el poder como una cualidad intrínseca. ■

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