Hay algunos rasgos bastante lamentables de nuestra especie, como la ingratitud, que se manifiesta con frecuencia donde menos se la espera; como sería el caso de la Conferencia del Episcopado Mexicano, que con motivo del asesinato del sacerdote Gregorio López, en Guerrero, señaló: “Haciéndonos eco del sentir de muchos mexicanos, repetimos: ¡basta ya! No queremos más sangre. No queremos más muertes. No queremos más desaparecidos”.
Porque cuando se producen señalamientos semejantes de, digamos, los estudiantes del Poli, que seguramente son ateos, u organizaciones como Human Rights Watch, que son acaso protestantes, pues vaya y pase; pero tratándose de una agrupación que considera el martirio una suerte de fast track hacia la santidad; pues, ¡caramba, no agradecen el favor!; ya que de seguir las cosas como van de seguro este sexenio les reporta más canonizados, o de perdida beatificados, que la misma guerra cristera.
Y es que hay que reconocerlo: si algún gobierno vela por la salvación eterna de sus súbditos es el del licenciado Peña, que en el caso de Ficrea, por sólo poner un ejemplo, al posibilitar el fraude a sus ahorradores y negarse luego a restituir lo defraudado garantiza a los mismos, o casi, de acuerdo con San Marcos, o el evangelista de que se trate, el pase automático por las puertas del cielo.
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Lo dicho: quienes dudan de la talla de estadistas mundiales del Lic. Peña y su comisionado Castillo deben repensar tal consideración; pues con el arresto de Hipólito Mora justo antes de comenzar un año electoral quedan descabezadas definitivamente las organizaciones vecinales de autodefensa, lo que da luz verde a la restauración de La Tuta y sus muchachos, cuyas aportaciones a las campañas priístas resultan según parece imprescindibles.
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Habrá que reconocer la habilidad política del licenciado Rivera Delgadillo; porque si bien compitiendo con luminarias de tantos wats como Noyola Ramírez o Flemate Rodríguez resultó con una de las peores calificaciones en el examen de conocimientos; se las agenció sin embargo para su elección como preciso del IEZ fuese impugnada por el PRD; lo que lo reviste automáticamente de la autoridad moral indispensable para el ejercicio de tan jugosa función. ■
