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viernes, 29 marzo, 2024
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Signos de nuestra posmodernidad

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Por: ALBERTO VÉLEZ RODRÍGUEZ • ROLANDO ALVARADO • Admin • Araceli Rodarte •

Escribió Lyotard en el capítulo I de La condición postmoderna (Cátedra (2000) Madrid): “Nuestra hipótesis es que el saber cambia de estatuto al mismo tiempo que las sociedades entran en la edad llamada postindustrial y las culturas en la edad llamada postmoderna”. Nosotros manejamos la misma hipótesis y planteamos que las nuevas tecnologías, accesibles a cada vez mayor número de mexicanos –en particular el despliegue de la red mundial mediante teléfonos celulares y artilugios aledaños- son la infraestructura del proceso de deslegitimación de la clase política nacional debido a que ésta ya no puede controlar la información mediante la subordinación de la radio, la televisión, la prensa y la cinematografía como lo había venido haciendo en épocas previas. Esa incapacidad de controlar la información genera cambios en la población que tiene, cada vez, mayores posibilidades de organizarse al margen de las típicas estructuras partidarias y sus redes clientelares.

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El elemento que mejor muestra la incapacidad referida es el caso de Ayotzinapa; pero nos atrevemos a sostener que hay algo más ahí que el mero avance tecno-científico. En un artículo titulado Ayotzinapa, la multitud y el antiguo régimen, publicado en Sin embargo.mx el 5 de diciembre de 2014, Rafael Lemus sostiene que no ha habido transición a la democracia en México, que apenas la estamos viviendo y que es “el deber de aquellos que creemos haber visto aquella noche el ocaso de un tiempo, y en las manifestaciones que le siguieron, el despunte de otro” hacerla avanzar. En su blog de Letras Libres Alberto Fernández (en la entrada Postmodernidad y Revolución cultural) se muestra escéptico de está posición y considera que si bien se debe tener una perspectiva crítica respecto de lo acontecido en Ayotzinapa, que trascienda las versiones oficiales, es muy claro, para él, que se debe dar el siguiente paso para materializar todas las esperanzas puestas en el “evento”. Y no se tiene claridad respecto a cuál es ese paso.

Seguramente la reacción del Estado se ve mermada porque no puede deslegitimar el movimiento que se aglutinó alrededor del asunto de Ayotzinapa y está ante una crisis económica mayúscula debido a la caída del precio del petróleo y a la inflación que generará la caída del peso frente al dólar. Sin embargo la significación de lo acontecido en Ayotzinapa no depende de que se materialice todo lo que promete el movimiento que le siguió, ni de la capacidad del Estado de modificarse para lograr reprimir y cobrar más impuestos. S. Zizek define un “acontecimiento” –en su libro Acontecimiento Sexto Piso (2014) Madrid)- como “…el efecto que parece exceder sus causas”. De leer a Prigogine y Wallerstein y no a Lacan, Zizek hubiera preferido referirse al “acontecimiento” como un punto de bifurcación en el que cae el sistema, a partir del cual existen múltiples posibilidades fuera del control de los actores. Si queremos aplicarlo al caso de Ayotzinapa todo indica que lo acaecido ese 26 de septiembre no tenía porque generar una reacción nacional e internacional ya que, al parecer, podía explicarse –como lo hace la PGR con cada vez menor credibilidad- como un caso más de corrupción local de autoridades coludidas con narcotraficantes. Sin embargo el efecto excedió sus causas y condiciones y logró deslegitimar el Estado-Nación mexicano mediante el uso de las tecnologías de telecomunicaciones –ni siquiera las más recientes-. Pero esa deslegitimación no agota el significado del suceso porque es posible ubicarlo en un paramo amplísimo: el del progreso constante de la humanidad hacia mejor, es decir, en la historia filosófica y cosmopolita de la humanidad de acuerdo a Kant.

Kant vio en la reacción hacia la Revolución Francesa el signo demostrativo de que la humanidad en efecto no estaba podrida hasta la raíz porque, fuese cual fuese el resultado de la revolución, las personas de todas las naciones la vieron como el anunció de algo mejor que podía alcanzarse en tiempo histórico.

No sabemos de cierto que haya la posibilidad de un cambio profundo que nos lleve a una mejor situación que la actual, tampoco sabemos cómo concluirá el asunto, pero sí sabemos que lo acontecido en Ayotzinapa generó una reacción que mostró que la proverbial indiferencia del pueblo mexicano hacia la brutalidad que le profesan sus gobernantes es un mito más, que se desmorona como las explicaciones de la PGR. ■

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