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viernes, 29 marzo, 2024
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Caridad, artesana de 81 años que asigna color y nuevos diseños a las tradicionales piñatas

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Por: RAFAEL DE SANTIAGO • Admin • Araceli Rodarte •

■ Originaria de Minatitlán, Veracruz, radica desde hace 17 años en tierra zacatecana, señala

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■ “Dios y la necesidad me hicieron trabajar este arte; no tengo familia ni alguien que me apoye”

Para Caridad Martínez Arenas, de 81 años de edad, las piñatas son una tradición que representa la inocencia de los niños y dan colorido y alegría a cualquier festejo, pues para ella todos los adultos llevan un niño interior. Desde hace 35 años elabora piñatas, a las cuales les imprime ingenio, colores, imaginación y mucha creatividad.

Caridad es originaria de Minatitlán, Veracruz, pero desde hace 17 años radica en Zacatecas. Actualmente vive en el municipio de Guadalupe y en esta cabecera tiene un local donde vende sus creaciones dentro del llamado Mercado Nuevo.

“Dios y la necesidad me hicieron elaborar piñatas porque no tengo familia ni alguien que me apoye. Inicié en Ensenada, donde una señora me preguntó que si no conocía a alguien que las hiciera; inmediatamente le contesté que cuántas quería, y a partir de ahí fue mi única forma de subsistir”, dice Caridad.

Recuerda que su primer encargo fue una piñata de un payaso y de una pequeña Lulú, las cuales vendió en 15 pesos cada una. Señala que el payaso que hizo llegó a medir 2 metros de altura, por lo que tuvo que recortarle los pies.

Así se mantuvo un tiempo y posteriormente llegó a Zacatecas, donde compró un terreno y construyó una pequeña casa, la cual vendió tiempo después. El precio fue de 35 mil pesos, y con eso compró otro terreno en Guadalupe.

A su hogar le dice la casita negra, porque inicialmente fue construida con lámina de ese color, y fue montada gracias a la ayuda de integrantes de la iglesia cristiana a la que pertenece, quienes le apoyaron a instalar drenaje y electricidad.

Comenta la mujer que durante una visita al antiguo mercado municipal se dio cuenta de que no había actividad comercial, por lo que solicitó a la administración del ayuntamiento que se le permitiera trabajar en uno de los locales..

Menciona que en un inicio se le pusieron trabas para ocuparlo, pero ante su insistencia se le dieron las llaves y a partir de ahí instaló su negocio de piñatas; era el único local vacío, y desde un principio le agradó.

Sus creaciones comenzaron a llamar la atención de los visitantes al mercado, pues eran originales. Entre ellas recuerda a un anciano en una banca, un carrusel y una niña jugando en un columpio.

Entre sus anécdotas se acuerda de una piñata que regaló a un niño por su cumpleaños: “llegó un pequeño preguntándome los precios de las piñatas, pues en esos días festejaría su cumpleaños. Le pregunté qué  fecha era y le dije que viniera un día antes porque yo le iba a regalar su piñata. El niño fue y se puso muy contento porque le hice una piñata grande”.

Para fiestas navideñas realizaba árboles navideños, a los cuales les instalaba una serie de luces en su interior; estas gustaban tanto a chicos como grandes, dice orgullosa. Además, elaboraba figuras de Santa Claus y muñecos de nieve.

Doña Caridad Martínez Arenas tiene actualmente un local en el Mercado Nuevo de Guadalupe, donde atiende a clientes que buscan sus creaciones para diversos eventos. Comparte que las piñatas son una tradición que representa la inocencia de los niños y dan colorido y alegría a cualquier festejo  ■ FOTOS: MIGUEL ÁNGEL NÚÑEZ

Una vez que su trabajo cobró popularidad llegó a tener clientes de otras ciudades, como Saltillo, quienes llegaban a Guadalupe a realizarle encargos. Señala satisfecha que muchas de sus piñatas no se rompen de forma tradicional, sino que se conservan como adornos. “La piñata les alegra la vida, es un momento que queda grabado en su alma. Y no sólo a los niños les gusta, también a grandes porque yo creo que todos llevamos un niño interior”.

Comenzó a vender sus piñatas en 75 pesos, aunque sus clientes le regatean el precio, y actualmente, en vez de subir su costo, lo bajó a 65 pesos, pues para ella lo importante es que se vendan al precio que sea.

Señala que dejó de elaborar piñatas de barro, pues se rompen con facilidad. Ahora las hace con globo, papel periódico, el cual le regalan, cartulinas, tiras de papel y grapas, así como harina y agua para elaborar el engrudo.

Caridad se acuerda que siendo niña le gustaba romper la piñata, aunque no le gustaba que le taparan los ojos. Cuenta que una vecina de ella hacía piñatas de barro, pero colocaba un sapo o harina en el interior para que al quebrarla los niños salieran espantados.

Para la artesana las piñatas han sido su vida y su forma de sustento, y afirma que las personas que la han conocido la recordarán con cariño por haber dado alegría a sus fiestas con sus elaboraciones. En esta temporada decembrina Caridad vende sus piñatas en el tianguis navideño del municipio; sin embargo, trabaja todo el año y elabora cualquier tipo de encargos.

“Me han puesto como 20 nombres; un día un señor me dijo la Señora Piñata. Las personas que han sido mis clientes, aunque no somos familiares, van a llorar, porque recordarán lo que he hecho. Yo espero seguir viviendo de mis piñatas porque son parte de mí, yo las invento, es lo que Dios ha querido; mis inventos son como mi firma”, menciona la mujer.

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