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viernes, 19 abril, 2024
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Sólo le pido a Dios

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Por: RAYMUNDO CÁRDENAS VARGAS • Araceli Rodarte • Admin •

«Sólo le pido a Dios, que el dolor no me sea indiferente, que la resaca muerte no me encuentre, vacía y sola sin haber hecho lo suficiente. Sólo le pido a Dios, que lo injusto no me sea indiferente…”

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Son las primeras frases de una de las canciones más conocidas interpretadas por la maravillosa cantante argentina Mercedes Sosa, quien ayudó a forjar la identidad de varias generaciones de izquierdistas latinoamericanos, entre ellos los zacatecanos que desde los años setentas se han identificado con alguna de las expresiones de esta corriente política.

Evocar la letra de la canción en estos momentos es pertinente porque la tarde del sábado pasado, en el edificio de rectoría de la UAZ en el centro histórico, un grupo muy significativo de universitarios se reunieron para expresar pensamientos cargados de dolor y de rabia ante el artero asesinato del artista y académico Armando Haro Márquez, ocurrido la noche del jueves pasado en su domicilio. En especial manifestaron su intención de iniciar movilizaciones tendientes a exigir justicia pronta y expedita para el caso particular, y la acción gubernamental tendiente a la creación de condiciones económicas y sociales más justas, con el propósito de disminuir el creciente número de delitos, de todo tipo, que viene sufriendo la población zacatecana. Como se ve, ya han superado la indiferencia.

Durante las intervenciones de estudiantes, periodistas, maestros, etc. se escucharon frases que destacaban la personalidad constructiva del maestro Armando Haro, y su convencimiento de que la seguridad humana es la primera  responsabilidad del estado, y de que no llegará de ningún lado si la sociedad no se moviliza, por lo que anunciaron próximas convocatorias para hacerlo. A su juicio, existe una demanda legítima y el contexto social para enarbolarla con la comprensión de todos los zacatecanos.

Sin embargo, habría que preguntarse si los propios maestros universitarios están indignados y se harán eco de la demanda, si no están sumidos en la más completa indiferencia ante los problemas de la sociedad en que viven; la interrogante es válida si recordamos que la inmensa mayoría de los docentes e investigadores no han participado en las marchas más recientes y, al contrario, muchos de ellos la hicieron de activistas para evitar nuevas acciones de los estudiantes. Tampoco es buen signo que en el evento que hoy analizamos no se hicieran presentes las autoridades de la universidad ni los dirigentes del Sindicato al que pertenecía el maestro asesinado; y ya no hablemos del STUAZ que desde hace mucho tiempo no vive sino para sus intereses más inmediatos, lo que se prueba con su silencio ante la masacre de Iguala y la desaparición de los 43 estudiantes de Ayotzinapa.

No obstante lo anterior, es posible que la indignación y la rabia manifestada el sábado pasado por los asistentes logre conmover no solo a los universitarios, sino a sectores de la sociedad convencidos de que la violencia y la inseguridad que todos padecemos son la consecuencia directa de la corrupción y la impunidad, vicios que carcomen desde sus cimientos a las instituciones republicanas, tendencia que solo se revertirá con la participación directa de la mayoría. Solo le pido a dios.

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