LA CALACA LLEGÓ A ZACATECAS
Los achichincles del Congreso
hacían su altar con esmero,
la flaca mira desde afuera,
diciendo aquí los espero.
La Calaca entró al edificio,
y muchos empezaron a correr;
¡no teman!, dijo Alonso,
yo los puedo defender.
En el departamento de educación,
el escritorio se movió,
la Calaca ya salió,
y a todos los espantó.
Diputados, no se asusten,
es la parca y no hace nada,
esa flaca sólo es alta
y, aparte, ya está cansada.
Iba Claudia con su cuaderno,
muy risueña y pizpireta,
sabiendo que en el infierno,
hasta el diablo la respeta.
Llevársela no fue nada fácil,
pues rezongaba la pelona;
me dio golpes y patadas,
se defendió como leona.
La diputada mucho se preocupó,
pues al pueblo solo dejó,
pero a éste no le importó,
y así que armó su reventón.
Al panteón de la ciudad,
a los diputados se llevaron,
y al pueblo de Zacatecas,
con impuestos lo dejaron.
Seguía la Muerte rondando
por la ciudad de Zacatecas,
cuando de pronto a lo lejos
vio detenida a una escuela.
Apurada y muy contenta,
se dirigió hacia la docencia;
pensaba llevarse a varios
que no tuvieran conciencia.
Estaba el director Ramiro
sentando en la dirección,
cuando grita la huesuda:
¡se está quedando pelón!
Andaba el sub de la Normal
dándoselas de matemático,
cuando dice la huesuda:
tú eres muy antipático.
Hay canijo Medellín,
tú no sabes ni restar,
ya déjate de chistosito,
y vámonos a multiplicar.
¡Ay huesuda no me lleves!,
te prometo no gritar,
aunque jures, dice la Calaca,
sé que lo vas a intentar.
Muy poco el maestro Almaraz
gozó de tanto cantar,
pues me cuentan que la flaca
se lo acaba de llevar.
Ahora hay filas y más filas
de gente con muchas flores,
que le llevan al gran cantor
sus miles de admiradores.
La Parca siguió buscando
entre un montón de pupilos,
pero ¡oh! desilusión,
todos parecían cumplidos.
Pasó por la biblioteca
y miró por la ventana.
¡Cuánto joven estudioso!,
mejor volveré mañana.
Autora: Beatriz García García