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jueves, 28 marzo, 2024
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Tercer Concurso de Calaveras Literarias

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Por: Admin •

ALAMEDA AMURALLADA

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En la esquina del panteón

del Chepinque de hace siglos,

estaba la muerte ingrata

tristeando en su corazón,

porque las cuentas que hacía

de los muertos que tenía

no le daban la razón.

 

Fallaba en la operación,

pues faltaba el más doliente:

el huesudo Presidente:

Ese cadáver viviente

de esta ciudad colonial.

 

Carlos Peña se llamaba,

de mote presidencial,

y era igual en el copete

y semejante en estatura

y en la falta de cordura.

 

Heredó en su patrimonio

una alameda con trinos,

pero, parece, el demonio

le ordenaba desatinos:

Como tumbar la arboleda

donde pasean las muchachas;

por eso todos decían

que ante esas ideas tan gachas,

mejor se fuera al panteón

rapidito y de rodillas,

porque no tendría perdón

esa infame destrucción

del jardín de los abuelos

y de los nietos que viven

y pisan en ese suelo.

 

¡Ah, Presidente molón,

que no te hincas cuando llueve¡

¿No ves que la Muerte espera

tu presencia en su oficina,

y aunque la mires Catrina,

te llevará al campo santo

en su carruaje ligera?

 

Ya va la muerte que vuela,

aventando calabazas

pa’ darte en el corazón;

de nada te sirve entonces

que pienses en esconderte

en las naguas de tu abuela

o atrás de ese molcajete

que está junto a la cazuela,

porque no puedes perderte

de un lugar en el panteón.

Tus huesos reposarán

en esa tierra bendita,

junto a huesos de otros hombres

que fueron también creyentes

de que el poder no se acaba,

pero al terminar la vida

miran con desilusión

que poder, vino y dinero

se los llevó la tiznada.

 

Autor: Juan Carlos Trejo Nava

 

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