(SIN TÍTULO)
Virgencita de Guadalupe, ya líbranos de este loco,
todas nuestras tradiciones las acaba poco a poco;
ya nomás falta que al rato, al trote que lleva un buey,
se lleve tu docenario al cerro del Cristo Rey.
Primero aquí a nuestro templo, según él lo llenó de oro,
sabiendo el cura que Dios no necesita tesoros.
El cerro de los Cristeros, en tiempos de la Cuaresma,
ya quería hacerlo calvario y acarrear pa’ allá su venta.
Qué bueno que Claudio y Jara le jalaron bien la rienda.
Ya los pobres cursillistas y también los renovados en el Espíritu Santo,
y arco iris otro tanto, ah, y la adoración nocturna ya se me estaba escapando.
Todos gritan lo mismito tan fuerte como campana,
que este canijo curita no tiene llena de lana.
Y ora se brincó la tranca pa’ acabarla de amolar,
y a nuestros pobres difuntos sin misa los va a dejar.
De plano que poca… … fiesta los muertos van a tener,
toda la culpa la tiene el cerro del Cristo Rey.
Ya nomás tengo una duda que no me deja dormir:
Pa’ pedir las posaditas, a dónde me voy a ir,
¿al cerro de los cristeros? … o le sigo en el jardín.
Me respetas a mis muertos y esta vez lo digo en serio;
tú vete a tu cabalgata, yo me voy al cementerio;
tu báilale al Cristo Rey… yo le rezaré a mis muertos.
Autor: Antonio Márquez Tejeda