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viernes, 29 marzo, 2024
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Daño silencioso a la educación

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Por: FILIBERTO FRAUSTO OROZCO •

Así como un producto de mala calidad, dañino para la salud de las personas o el medio ambiente requiere de una envoltura llamativa, una estrategia mercadotécnica y una intensa campaña publicitaria para posicionarse en el mercado, de igual manera las reformas “estructurales” retrogradas de Peña Nieto necesitaron brillo deslumbrador y una inversión millonaria en propaganda para crear la percepción en la sociedad de la urgente necesidad de aprobarlas, aunque todas ellas vayan en perjuicio de la gran mayoría de la población.

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Para el caso particular de la Reforma Educativa el terreno se comenzó a preparar desde el sexenio anterior; aunque se cambió de aprendiz de brujo, el brebaje que se suministra sigue siendo el mismo, a saber, el neoliberalismo. Se inició con una perversa campaña de desprestigio publicitario, cuyo propósito era el de desprestigiar al magisterio mexicano y señalarlo como el responsable principal de los malos resultados educativos. Para tal efecto,  se proyectó en salas de cine y televisión abierta, el documental sobre la educación en México  De panzazo auspiciado por Claudio X González y  Televisa (impulsores de dicha reforma, y en contubernio con Peña Nieto). Muy conveniente sería que esta empresa hiciera una autocrítica y revisara el daño inconmensurable que está causando a la cultura, a la educación y a la democracia en nuestro país con su programación plagada de antivalores y con el sesgo en sus noticieros).

Además el monopolio televisivo mencionado, estuvo resaltando año con año los bajos resultados de ENLACE, prueba estandarizada y poco objetiva que de ninguna manera puede reflejar la labor pedagógica de los mentores. Pero ¿Qué es lo que subyace a esta insistencia? ¿Acaso el hacer una crítica constructiva y contribuir a la mejora educativa? Sería ingenuo esperar tal cosa de quienes se benefician de la ignorancia. Su propósito es alentar el enojo social contra los profesores.

Mientras sucedía todo esto ¿Qué hacía el SNTE? ¿Reivindicar la imagen de sus agremiados? De ninguna manera, su papel consistió en estereotipar y estigmatizar a los maestros que salen a la calle a protestar, en señalarlos como revoltosos e irresponsables, en tanto que creaba la idea de que los docentes obedientes y buenos están siempre en sus aulas impartiendo clases. Desde luego esta idea maquiavélica está lejos de ser verídica del todo, como todo estereotipo de mercadotecnia, pero sí sirvió para que un amplio sector de la ciudadanía y un buen número de maestros creyeran tal cosa.

Para cerrar la pinza, el Gobierno Federal ha invertido millones de pesos en propaganda televisiva con la intensión de ponerle lustre a su reforma que, como se ha señalado en múltiples espacios de análisis, de educativa tiene muy poco y, por lo tanto, no será posible una mejora sustancial en este aspecto tan importante en el desarrollo de un país. No obstante, todos estos elementos fueron suficientes para crear las condiciones que permitieron a los legisladores aprobarla sin mayores complicaciones, pues se ignoró e inhibió  la protesta de buena parte del magisterio. La campaña de desprestigio y de linchamiento mediático causó mella. Muchos profesores interiorizaron la mentira mil veces pregonada de que si salían a la calle a defender sus derechos severamente afectados, se convertían en malos maestros.

Pero el daño no ha sido solo para los maestros, implícitamente la estratagema gubernamental también ha causado secuelas a la educación en general. Secuelas silenciosas que poco a poco comienzan a salir a la luz, tal como aparece la humedad que lentamente se expande y carcome las paredes después de estruendosas tormentas o lluvias persistentes. A raíz de la insidiosa publicidad, ha sido notoria la desconfianza de los padres de familia hacia los docentes y por consiguiente su distanciamiento y esto es justo lo que no debería de ocurrir, pues numerosos estudios señalan que las relaciones estrechas y armónicas entre padres de familia y docentes favorecen los aprendizajes de los estudiantes.En este mismo sentido, los alumnos asisten a la escuela con la predisposición de que no aprenderán gran cosa, pues según los noticieros, sus maestros son ignorantes que no aprueban los exámenes que anualmente se les aplican, de esta manera la profesión docente cada vez es menos valorada y todo ello golpea anímicamente a los responsables de dirigir el proceso de enseñanza-aprendizaje. Desde luego esta situación no abona nada positivo a la educación.

Si verdaderamente se pretendiera mejorar la educación se debería propiciar una mayor valoración social por el trabajo docente y actualizarles permanentemente con teorías pedagógicas, humanistas y filosóficas que favorezcan el razonamiento, la reflexión, el sentido crítico y la actuación ética de los estudiantes. Dicha actualización debería también rescatar las experiencias valiosas desarrolladas en nuestro país, sobre todo aquellas que son acordes a las necesidades de nuestra sociedad y apegadas a la realidad nacional. ■

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