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jueves, 18 abril, 2024
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Benito Juárez en Zacatecas

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Por: MIGUEL ÁNGEL AGUILAR •

  • Historia y poder

Cuando Benito Juárez pasó por la ciudad de Zacatecas en los días más difíciles de la república trashumante, el pueblo zacatecano lo arropó como mejor pudo: aun y con muchas carencias, tanto autoridades como la población entera le dio víveres, dinero en efectivo, hombres y armas y una serie de buenos resultados que le permitieron seguir hacia delante.

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Benito Juárez sabía bien a dónde iba y de dónde venía: el país estaba sumido en invasiones armadas, traiciones de todo tipo, el clero sublevado, la burguesía oligárquica arremetiendo por todos los frentes, los intelectuales sumisos, los periodistas vendidos al mejor postor, la derecha impostora apostando a la victoria de los invasores y cumpliendo el mandato de que “por cada francés caído en los campos de batalla” 200 mexicanos “fueran fusilados en el acto”.

Curiosamente un zacatecano fue quien estuvo en el pelotón de fusilamiento en el famoso cerro de las campanas en la ejecución de Maximiliano, quien  momentos antes de mano propia le regaló unas monedas de oro a fin de que no le dispararan a su rostro y así sus queridos familiares de la Europa Lejana le pudieran mirar sin el desfiguro de su loca aventura en tierras mexicanas.

De todo ello aprendimos los zacatecanos en el vilo de los tiempos difíciles: el zacatecano Jesús González Ortega fue el brazo armado más genuino de las hazañas patrióticas de esa etapa histórica y que fue motivo de admiración mundial y de los comentarios noticiosos de los periódicos del orbe en la que se destacaba el valor y el arrojo de nuestro Jesús en la batalla.

La muerte de miles de inocentes y de mártires en la genuina defensa de la guerra de guerrillas en todo el territorio nacional por el simple pecado de declarar la moratoria impagable de una deuda externa a las potencias del mundo, surtió efecto en la indignación y en las generaciones venideras que emplearon las mismas tácticas en defensa de la gente: arrojo, valentía, sapiencia militar, la certeza de vencer pese a las derrotas, los programas de sublevación nacional bien apuntados en los genes  y una serie de personajes inolvidables que le dieron fama a nuestro territorio, bien ganada, bien derechita, siempre hacia adelante.

La patria mexicana está de nuevo en la atención mundial por los difíciles acontecimientos, por un lado, es una dura prueba y un calado a qué grado está dispuesta nuestra gente a soportar las peores ignominias y tragedias, por otro, su capacidad de respuesta ante el cinismo de quien se sabe gobernar con dinero sucio, alianzas asesinas, lo absurdo como norma de vida y una postura de enorme incapacidad ante el latrocinio programado.

Lo zacatecanos sabemos bien que la patria tiene lo suyo: arrojo, valentía, una indiscutible paciencia con grandes porciones de inteligencia para no desbocar los caballos en la afanosa marcha de sacar de la barranca los dolores muy agudos, las desgracias generalizadas, el temple y la sapiencia de quien se sabe preparado para las futuras batallas que se avecinan.

Tanto Benito Juárez como don Jesús González Ortega supieron de la gran capacidad de su pueblo para tener la entera confianza de que se triunfaría en los pormenores y aunque vinieron después otras invasiones, profundas divisiones que mataban instantáneamente épocas brillantes en que se podía abatir la pobreza y el latrocinio institucional, ellos cumplieron a cabalidad la época que les tocó vivir como seres solidarios, pacientes y con esa naturalidad que da siempre la cautela, el amor al prójimo, y muy especialmente los afanes de justicia en el sendero popular. ■

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