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viernes, 19 abril, 2024
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Aprobación de la cuenta pública y pacto de impunidad

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Por: RAYMUNDO CÁRDENAS VARGAS • Araceli Rodarte • Admin •

Cuando el pensamiento republicano floreció, lo hizo con la pretensión de eliminar las configuraciones absolutas del poder político. El supuesto es que el poder absoluto es necesariamente destructivo del orden social porque se convierte en germinador de injusticias. “Absoluto” significa “suelto” o que no tiene dependencia respecto a nada,  incondicionado o que no está subordinado a ninguna otra cosa, ni guarda obediencia a otra instancia. Un poder absoluto funciona como siendo independiente: sin condiciones ni acotaciones. Para poder quitarle lo absoluto al poder político, se dividió y se crearon relaciones de dependencia de unas partes respecto de las otras, y esto se hace al construir mecanismos al interior del poder para lograr que éste se auto-limitara a partir de establecer equilibrios en el ejercicio del mismo. Dividirlo significaba pues, diferenciarlo en sus funciones e intereses: el secreto era hacerlo depender de otras partes del poder o de su fuente originaria (el pueblo), pero de ninguna manera dejarlo actuar como estando suelto. Ésa es la esencia de la República.

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Sin embargo, el poder tiende a la unidad, a eliminar las divisiones que lo acotan y a anular las relaciones de dependencia que lo limitan. Las formas para lograr esto son de lo más diverso. En la historia antigua la unidad se lograba con un soberano y a eso se le llamó Monarquía, pero también el sujeto del poder puede ser no-unipersonal, y puede caer en algunos notables y a eso se le nombró Aristocracia, o puede caer en una clase política dirigente organizada en una estructura burocrática y a eso se le llama Totalitarismo.

Formas diversas de eliminar la República, recuperando la dimensión absoluta del poder sólo cambiando al sujeto del mismo. Pues bien, ahora mismo observamos la muerte de la República, pero el sujeto no es un monarca, ni una aristocracia o una burocracia, sino que es la clase política en su conjunto. Cada vez se ha ido unificando eso que era muy diverso: los colores ideológicos se diluyeron, los intereses que representaban se homogeneizaron y las prácticas se hicieron idénticas. Por tanto, surgieron acuerdos muy naturales entre ellos (pactos), y ahora se protegen mutuamente sin importar su color original.

La clase política cada vez se comporta más como Corporación. Y esta corporación está en todos los poderes del Estado, pero como es el mismo sujeto manejando los tres poderes, elimina el equilibrio entre ellos. Suprime sus diferencias y las incorpora a un interés unificado. Absorbe las acotaciones. Por tanto, cuando la clase política actúa como Corporación ahoga a la República: no tiene límites y hace cualquier cosa que desee. Pueden-hacer-cualquier-cosa: alcanzan acuerdos para protegerse mutuamente y se perdonan las irregularidades mutuas. Como el caso de la aprobación de las cuentas públicas en la Legislatura local, se saltan la revisión y todas las reglas elaboradas para evitar la corrupción las nulifican; y mediante un acuerdo en la mesa aprueban las cuentas con toda desfachatez. Constituidos en  corporación pueden hacer lo que sea, se comportan como un poder absoluto. Pueden dejar a los ciudadanos con la mirada atónita y la boca abierta, y sonríen a las cámaras. El poder así conducido es cínico: la crítica le importa muy poco porque no tiene efectos prácticos sobre él. Se ha hecho independiente. Múltiples signos que hablan de la muerte de la República en México. ¿Cómo le llamaremos a esta tiranía?

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