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jueves, 28 marzo, 2024
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Señala investigadora contradicciones ante la imagen del consumo de droga en la cultura

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Por: ALMA RÍOS • Araceli Rodarte • Admin •

■ Rodríguez de Loera abordó cómo la mass media hace una apología de la droga en la sociedad

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■ Importante, crear audiencias activas y críticas que tengan libertad y decisión sobre el tema, dice

Hasta el momento el paradigma jurídico imperante en torno a las drogas es la ilegalidad y la prohibición. Sin embargo, la cultura pop que tiene como emisor principal a los Estados Unidos y en el cine y la televisión a sus propagandistas más importantes, presenta en películas, series televisivas y videos al consumo de drogas asociado a la fama, el dinero y en general a una vida de placeres y llena de aventuras.

Estos son algunos de los elementos expuestos por Rocío Rodríguez de Loera, investigadora de la Universidad Autónoma de Zacatecas dentro del segundo Coloquio Internacional Educación, Desarrollo Humano, Calidad de Vida y Salud que se desarrolla del 24 al 26 de septiembre en el Museo de Arte Abstracto Manuel Felguérez y el Instituto Regional de Patrimonio Mundial (Unesco).

La estudiosa de la Maestría en Investigación Humanística y Educativa, dijo, la cultura pop, término y concepto, fueron acuñados alrededor de los años 50 y principios de los 60 para referirse a un fenómeno de masas asociado al consumismo de la sociedad capitalista en su sector joven.

En misma época, la televisión empezó su camino ascendente como el medio de comunicación de mayor alcance de audiencias desplazando a la radio y las revistas de moda.

Según los teóricos de la Escuela de Frankfurt, citó entre otros referentes, los contenidos “populares” en los medios de comunicación buscan lograr fines determinados, entre ellos “representar ideológicamente los intereses, ideas, afectos, creencias o modos de vida de la sociedad capitalista”, a fin de potenciar mediante sus contenidos el consumo y los beneficios económicos.

Para ello, dijo, transforma los bienes culturales en bienes de consumo a fin de crear personajes estereotipados, “una réplica que el mercado impone y son interpretados de acuerdo a un tiempo, un espacio y un grupo social determinado”.

En este sentido, aludió a lo que Frederic Martel llama cultura Mainstream, “una cultura de masas creada por los Estados Unidos para imponer pensamientos, gustos o preferencias a todos los estratos de la sociedad y de manera global”, que se difunden a través de la industria del cine, la música y los videojuegos y la televisión.

Desde los años 30 del siglo 20, comentó,  ya se insertaban en el cine norteamericano, a pesar de la implementación de un código de censura, las temáticas asociadas a las drogas. Citó el caso del cineasta Dwain Esper, autor de las películas Narcotic y Marihuana.

Y en 1955 teniendo como protagonista a Frank Sinatra, El hombre del brazo de oro expuso la “degradación del mundo de la adicción a la heroína”.

Luego de la caída del código de censura Hays, el tema de las drogas en el cine se expandió. En las décadas de los 80 y 90 del siglo pasado, el problema de las drogas se asoció a las clases bajas. El estereotipo asociaba al consumidor con “delincuencia, marginación y problemas serios de personalidad”.

Pero a principios del siglo 21 tanto el cine como la televisión modificaron “su discurso negativo sobre el consumo de drogas ilegales y su comercialización, creando así un estereotipo mitificado de éxito y vida extravagante”.

También ha sido recurrente la difusión en medios de comunicación masiva de una conducta de descontrol y drogodependencia de miembros del espectáculo, principalmente identificados con un público juvenil.

Y en México surgió en el norte del país la denominada Narcocultura, en la que se mitifica y exalta la vida de los traficantes de drogas y que definió como “la cultura de la ostentación y el éxito, donde se vive al momento y se consume al máximo”,  misma que se haya presente en narcocorridos, telenovelas, películas y series televisivas.

“Esta producción mediática ha transformado a los hombres y mujeres del narco en personas fuertes y valientes que no temen a la muerte ni a las balas”, agregó.

Y en cita a Carlos Monsiváis, expuso: “No éramos así hasta que distorsionaron nuestra imagen, y entonces ya fuimos así porque ni modo de hacer quedar mal a la pantalla”.

Aludió por último a la Teoría del Cultivo de George Gernber que explica la influencia en las creencias, actitudes y comportamientos de las personas en función de la prevalencia e intensidad con que la televisión muestra un contenido en particular “creando así un mundo simbólico para el espectador”.

Y la Teoría del Aprendizaje Social, que refiere la imitación que los espectadores hacen de actitudes y modelos de conducta mostrados en el cine y la televisión, que influyen especialmente en los jóvenes pues son “quienes tienden a imitar lo que ven y consideran divertido y popular”.

A pesar de la normalización, trivialización y banalización con que se muestra el consumo de drogas muchas veces expuesto como si pudiera darse sin consecuencias, dijo, es falso que los medios de comunicación por sí solos tengan gran influencia. Hay en juego una serie de factores culturales, educativos y de edad.

Por tanto, agregó la importancia de que la comunidad en general se obligue a enseñar a las nuevas generaciones “a ser receptores activos y críticos de la información, que decodifiquen un mensaje lanzado por los mass media de forma analítica y tengan la libertad de elegir y opinar sobre lo que consumen culturalmente”.

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