Desde los anales de la historia, el rocanrol clásico conmovió a los moradores de una ciudad minera por antonomasia –aún no se sabe qué beneficios ha acarreado a nuestro estado– y que sólo la explotación a los trabajadores, la contaminación de las tierras de cultivo e infinidad de residuos amontonados en lugares aledaños a los centros mineros nos ha dejado el hombre más rico del mundo, como para que nos sintamos orgullosos de ello, como si fuera parte de la cultura de aquí.
Lo más impactante que ha sucedido en esta entidad, aparte de que el gobierno en turno ha saqueado sexenio tras sexenio las arcas estatales, que la Universidad también es presa de pandillas y ladrones, y que la izquierda en Zacatecas ha navegado con la bandera del comunismo pero ha actuado como los priístas más recalcitrantes, prepotentes, ladrones, abigeos y vendidos, por supuesto, ha sido el hecho de que en 1959, a la par del movimiento rocanrolero nacional, Los Hermanos Macías, Los Zoser’s, Los Shouters y otros incipientes músicos ya le estaban atorando al estruendoso ritmo del rocanrol.
Pasada la efervescencia del frenético ritmo que desde sus inicios fue víctima de la diversidad, vio desfilar al Twist, Yenka, Jerk, Crema Batida y otros ritmos por sus venas, para, poco a poco, penetrar en las tendencias que el rock mundial iba estableciendo. El rock había sufrido una transición en su desarrollo para dejar de lado la fresés e ir adoptando un combativo rock protestoso que, a estas fechas, no se olvida, 2 de octubre de 1968, como tampoco se olvidan los asesinatos al pueblo mexicano a través de dos de los más sanguinarios presidentes de México –aunque éste no cante mal las rancheras– que, en su gestión, reprimieron al rock hasta casi extinguirlo, de ahí que los que quedaron lograron delinear un rock con tendencias nacionalistas, más propositivo y de carácter contestatario.
Zacatecas formó parte de este engranaje para conformar un circuito en pro de la cultura, en pro de la diversidad, pero ¿alguien le dio continuidad a este proyecto?, ¿alguna institución fue capaz de tomar al rock como base de su materia de trabajo?
Los rockeros, una vez que pasó el temblor, luego de la sacudida de los gobiernos represivos setenteros, fueron planteando algunas formas de creatividad para practicar el arte de tocar rocanrol a partir de la instalación de algunos talleres de rock en el gimnasio de la UAZ. Jaime López o Morones fueron parte de esa iniciativa que tuvo varios intentos y era lo único con que contaban los rockeros para aprender alguna teoría musical, pero, sobre todo, la práctica del rock en boga.
Hasta el final de los ochenta, el rock zacatecano era casi un estado de ánimo solamente y salvo las grabaciones de Los Star Brilliants (que, por cierto, no poseo una copia del sencillo que grabaron para Discos Tambora, donde incluyeron la pieza Jauja), Los Indios Tarahumaras, Los Zoser’s, Fórmula Uno, Beto Díaz, La Sangre Caliente y Los Purépechas, no se podía hablar de algún aporte cultural al rock, aunque ya había algunas piezas originales en las agrupaciones mencionadas. Para fortalecer la cultura del rock zacatecano se tuvo que echar mano de las bandas que a nivel nacional la estaban haciendo en pleno auge avandariano, La Revolución de Emiliano Zapata, La Tribu, Tequila, Freeway, Dug Dug’s, Banda Macho, 39.4, Three Souls in my Mind, Trailer, Spider, Toncho Pilatos, La Solemnidad, Opus Six Band, Arco Iris, Garabato, Luis Pérez, Fongus, Arturo Meza, Javier Bátiz, Chac Mool, La Banda Elástica, Rock Mex o Luzbel, para sostener las incipientes propuestas que estaban haciendo historia en Zacatecas, Mr. Máquina y Amanecer de Fresnillo. ¡Qué agradable rockcito se generaba en aquellas décadas!
Algo pasó en el ambiente que llamó poderosamente la atención de los jóvenes y no tan jóvenes zacatecanos, que, con la llegada de Luzbel, el Ángel caído, el metal surge como los hongos aquí en la ciudad de la Toma; el ver a varios chavos con tremendas cabelleras, de negro, con estoperoles, guitarra, morral y todo lo que se pudiera colgar, era muy común, y de nueva cuenta, el rockero acá de cabello largo formaba parte del folclor zacatecano.
Atrás quedaba el viejo eslogan de “Haz el amor y no la guerra”; Vietnam y todos los movimientos sociales del 68 estaban en el olvido; el cierre de locales donde se tocaba rock, la cancelación de permisos para realizar conciertos, el veto al rock en la radio y la televisión parecían sepultar al rock pero, otra vez, se oía por doquier ese rock amado por infinidad de escuchas; las bandas lo tocaban estruendosamente.
Ahora que realmente están golpeando al pueblo mexicano, ahora que han trastocado las garantías individuales, laborales, los derechos humanos en general, los jóvenes y el pueblo mexicano parece que andan en otra frecuencia, atendiendo las redes sociales y pegados a la tecnología, en lugar de enfrentar a los responsables de tanta palabrería por un México mejor, vendido al mejor postor mediante las famosas reformas estructurales.
¿Acaso las manifestaciones culturales tienden a hacerse elitistas?, ¿Será posible que la inmensa mayoría de jóvenes prefieren la vida disipada que dedicarse a producir?
Hay que abrir la mente a todas las expresiones que el rock presenta, a confluir con nuestras diferencias y capacidades para fortalecer un movimiento que nos de calor y satisfacción para integrarlos a la cultura del rock. Sabemos que existen grandes bandas aquí en Zacatecas con material de exportación, excelentes músicos e instrumentistas que, aparte del talento innato, se han preocupado por estudiar, e infinidad de rockeros que son profesionistas; en todos los subgéneros hay bandas que destacan por su propuesta y tenacidad, pero no los vemos por ningún lado. Manifiéstense rockeros, en pro de la cultura.
