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miércoles, 17 abril, 2024
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La parábola de la organización estudiantil

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Por: RAYMUNDO CÁRDENAS VARGAS • Araceli Rodarte • Admin •

En Zacatecas, como en el país, el movimiento estudiantil ha sido fundamental en la historia social contemporánea. Los movimientos populares en las cuatro últimas décadas son impensables sin la iniciativa y acción decidida de los estudiantes del 68. Una generación que anidaba la utopía y conformó su voluntad a los ideales de la libertad y justicia. Hijos de la contracultura y la crítica, y por ello mismo, habitados por una pasión: el cambio social. En esos años en Zacatecas nacía la Universidad. Y los jóvenes se conformaron en sujeto colectivo: se movían en los órganos de gobierno, vinculaban su acción a colonos y campesinos, discutían sobre programas de estudio, enfoques teóricos y procesos de enseñanza. Escribían hojitas volantes donde se reivindicaban como “sujetos del aprendizaje”. En estos años nacen reales organizaciones estudiantiles con sus dos componentes esenciales: la participación y la representación. Como Federación y como Consejos Estudiantiles. En sus luchas consiguieron albergues (casas de estudiantes), comedores, descuentos en camiones y derechos políticos. Pero las últimas experiencias de organización estudiantil representativa se dan al final de los 80 y principio de los 90. En adelante, los alumnos que hacían algún tipo de activismo lo hacían a nombre de un grupo político determinado sin representación estructurada. Es el momento en que dejó de haber grandes corrientes universitarias y se dio paso a los grupos de interés. Pero ya en los últimos años, los grupos también desaparecieron y nació la universidad de control burocrático. Son los años en que la participación estudiantil prácticamente desaparece: el estudiantado como identidad dejó de ser sujeto en la institución.

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A los jóvenes de hoy los atraviesa una ruptura generacional: el ideal ya no es la utopía y la pasión por el cambio, sino la seguridad individual y la decepción social. La generación que termina el siglo es la del desencanto: lo que tienen frente a sí, es la vida en su inmediatez. Nada más. Sin embargo, en estos últimos tres años, observamos un despunte: se muestra cierto reencantamiento en los jóvenes, pequeños brotes de colectivos de estudiantes que se preocupan por la pobreza, la desigualdad social, la creación artística y la participación política fuera del Estado. El movimiento 132 es el signo del brote. Aun no es algo más, pero indica una tendencia: interés crítico, voluntad de acción colectiva y la mirada hacia el otro. Se les ve en eventos de migrantes, en actividades de solidaridad con víctimas de violencia y en la reivindicación de los derechos civiles de minorías. La mayoría son luchas de corte cultural (respeto a la pluralidad de las formas de vida) y en defensa del medio ambiente. Esperemos y que ese ‘brote’ se convierta en red, crezca y se transforme en motivo de esperanza en este maltrecho país que tanto necesita de esos jóvenes que reúnen ilustración y entusiasmo: los estudiantes organizados.

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