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martes, 23 abril, 2024
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El conocimiento tradicional para sanar la Tierra

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Por: ÁLVARO GARCÍA HERNÁNDEZ •

  • Futuro Sostenible

Muchas veces al pasar por varias etapas de nuestra vida llegamos a la conclusión de que nos hemos perdido en el camino, que nuestra esencia como seres humanos nos ha abandonado o que con el cambio de piel, el zurrón se quedó con todo aquello que formaba nuestra identidad como individuo o bien, que la aguja de nuestra brújula, mermó su magnetismo dejándonos sin orientación, por lo que después de mucho andar, luchar, sobrevivir y afrontar una serie de obstáculos que nos depara esta gran aventura llamada vida, volteamos la mirada y la brecha que nos precedía, se pierde en el horizonte sin darnos la oportunidad de recordar el punto de inicio de nuestro andar.

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Cuando esto pasa, trato de recuperar mi esencia, me acuerdo de mi infancia y evoco algunos pasajes de mi existir que me colocaron en alguna encrucijada, pienso en lo difícil que fueron para mí, algunos años y los comparo con los problemas del presente; analizo las escazas habilidades con las que contaba entonces para salir exitoso de las adversidades y, concluyo que mi inexperiencia, la mala asesoría y mi endeble caparazón humano, me convertía en una multiplicidad de factores que me alejaban cada vez más del tan anhelado triunfo personal y profesional. En este contexto, puedo afirmar que lo mismo le pasa a la humanidad en general; como sociedad hemos olvidado nuestra esencia y cada vez más, nos alejamos de los orígenes que nos son comunes, dejamos atrás nuestra sensibilidad de ser parte de esta gran esfera azul llena de complejidades y círculos viciosos. El hombre moderno ha dañado significativamente a la Madre Tierra, en algunos casos, las futuras generaciones verán a través de documentales, especies de animales y plantas que se han extinguido, otros más, tendrán que adaptarse a incrementos en los niveles de temperatura que pondrán en entredicho la permanencia de los humanos sobre la faz del planeta.

El cambio climático identificado como el peor desequilibrio ecológico que ha generado nuestra especie, repercute ya en los polos de la Tierra provocando un incremento en los niveles del mar, los recursos hídricos, cuando no están contaminados por desechos industriales o mineros, se encuentran en un estrés preocupante que pone en peligro la soberanía alimentaria global, pudiendo incrementar peligrosamente los niveles de pobreza y hambre que afectan a millones de personas, ante la indiferencia de los grandes capitales cuyo único propósito es competir por los primeros lugares de la riqueza mundial. Ante este escenario, es indispensable hacer una regresión internacional y recuperar el modo en que las poblaciones indígenas se relacionaban con la naturaleza y sus elementos; si no aprendemos de ellas, el camino hacia el precipicio es inevitable. Los indígenas veían en los componentes de la naturaleza a sus deidades, como pilares de sus tradiciones sin los cuales, su desaparición se antoja inevitable.

Por ejemplo, en la mitología cosmogónica de los huicholes se encuentra la concepción de que, en los orígenes del tiempo, todas las cosas que existían, ya sea plantas, animales y seres humanos, formaban una unidad indiferenciada, en la cual, éstos convivían entre sí, sin problemas de comunicación alguna, ya que todos se hablaban y se entendían, compartiendo un mismo lenguaje; para esta cultura, todo el mundo es una «gran casa», una comunidad (kiekari); las fuerzas o elementos de la naturaleza son considerados antepasados y parientes, por lo tanto, el centro del mundo se ubica dentro del territorio huichol. En este sentido, lo que la cultura huichol considera su universo, va más allá de los límites territoriales de la sierra, donde los huicholes habitan, involucrando otras regiones naturales colindantes, como son la zona lacustre del lago de Chapala al sur, la zona serrana de Durango al norte, la planicie desértica al este y el océano Pacifico al oeste; las fronteras no existen para estas culturas ya que en estos territorios se ubican una serie santuarios compuestos cada uno por una multitud de lugares considerados sagrados, que son visitados periódicamente a través de un peregrinaje ritual. Ver el mundo de esta manera, representa una posibilidad de sensibilizarnos nuevamente ante la grandeza del mundo, de tal suerte, el progreso y el desarrollo de nuestras civilizaciones deben voltear a su esencia, aquella que no depredaba ni contaminaba en aras de la modernidad, aquella que racionalmente aprovechaba los recursos naturales para dejar a las siguientes generaciones las condiciones de subsistencia idóneas, de otra forma, el caos socioambiental de grandes dimensiones será ineludible, necesitamos pues, recuperar el conocimiento tradicional para sanar la Tierra. ■

 

*Representante de Zacatecas ante el

Consejo Consultivo Nacional de Medio Ambiente de la Semarnat

[email protected]

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