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viernes, 19 abril, 2024
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El Canto del Fénix

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Por: SIMITRIO QUEZADA •

No puede darse lo que no se tiene. No puede fingirse lo que no se ha sido. De la abundancia del corazón habla la boca, pero también hablan la mirada, los gestos, la postura, el silencio.

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Hablan de la abundancia del corazón y de la mente, de la abundancia que brota en la abundancia. El bien pero también el mal, que más que mera ausencia del bien existe como entidad destructora. El mal es oscuro reptil rabioso que no puede comprenderse y sí sabe destruirse después de salpicar su hiel.

De la abundancia de cosas únicas hablan, y también de la escasez de demasiadas cosas chabacanas. Sólo quien está picado da picones. Sólo quien quiere ver destruido todo lleva la venganza hasta sus extremos más funestos. Sólo quien quiso mucho odia ahora mucho.

De la abundancia es el reino de los que dan. De la escasez la heredad de quienes niegan o regatean. Tórnase más elástico el cuero que se surte y riega, no el que permanece oculto dentro de bodega. Cobra riqueza el generoso; el ruin permanece miserable. El que se mueve avanza; el inerte termina anquilosado.

De la abundancia del corazón de los padres están plenos los hijos. Pueden compartir entonces los gritos y el silencio. Los hijos heredamos o imitamos. Pocos salimos de las siluetas paternas trazadas porque cuesta mucho hacerlo. De la abundancia de nuestras reformas personales quedan marcados los futuros.

De la abundancia de nuestros corazones hablarán los hechos de nuestros hijos. Serán sus acciones y no sus palabras las que darán cuenta de nuestro modo de educarlos. Tienen ellos derecho a idolatrarnos o aborrecernos. De la abundancia de nuestra vida manará gran contenido de la vida de ellos.

Habla la boca sobre las esperanzas, aunque sean fallidas. Nada permanecerá igual para siempre, la gota horada a la piedra. Ningún golpe, por pequeño o débil que sea, quedará ignorado. La resonancia más secreta sigue siendo resonancia. Se puede combatir la tristeza con sólo una sonrisa. Una sola luciérnaga basta para que la oscuridad lo sea menos.

Soy entonces la abundancia de mis padres: la abundancia de su trabajo, su tesón; la abundancia de sus gotas de sudor. Soy entonces el abundante ejemplo de mis hijos: la abundancia de mis pasos hacia el objetivo; la abundancia del delirio necesario.

Soy la abundancia de mi corazón, soy la luz o el ocaso de mi propio día. Soy el volumen de mi canto, soy la pausa de mi rezo. Soy la frecuencia de mis latidos, soy el ángulo de mis generosidades. Soy el aliento de mis empujes, soy el ánimo de mis entregas.

De la abundancia o la escasez de un vivo corazón habla su existencia toda.

 

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