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viernes, 29 marzo, 2024
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Tortas japonesas

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Por: HERÓN EDUARDO DOMÍNGUEZ • Araceli Rodarte • Admin •

Apenas puede creerse la desfachatez del alcalde priísta del municipio más importante del estado, quien a sabiendas entre tantos logros como la presente administración estatal ha cosechado el que mayormente festina es el de la  seguridad, osa, cual extraño enemigo, declarar: “Las cosas no han cambiado mucho en Fresnillo. Los índices de violencia  siguen siendo ámbar y a veces rojos”. Y  más aún: al reclamar la presencia permanente de marinos en esa demarcación implica nada más ni nada menos que la instalación del 97 Batallón de Infantería  en la base de Fresnillo no ha sido sino una costosa decoración, de muy dudoso gusto, toda vez que los X, los Y y los etcétera entran y salen, suben y bajan, secuestran y asesinan con toda  libertad. Y francamente no es justo que una campaña tan bonita deje a su presunto beneficiario en un ridículo espantoso, primero por un alerta, por demás inoportuna, del gobierno de los Estados Unidos, y casi inmediatamente después por un alcalde que entre velar por  la imagen del jefe, como es su deber primordial, y la verdad, opta lamentablemente por la segunda.

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Quien aún da señales de vida es el ex-gobernador Arturo Romo, a quien su ejercicio gubernamental reveló deportista consumado, además de cinéfilo de siete suelas y campeón imbatible de la libertad de expresión; y que tras encabezar, junto con Cuauhtémoc Cárdenas, una combativa organización dedicada a luchar  sin tregua ni cuartel contra el neoliberalismo, regresa cual hijo pródigo al partido del que bien a bien nunca se fue, mismo a cuya fracción local convoca, según consigna algún columnista, a dejar atrás el canibalismo y conformar una fraternidad cuyo paradigma resulta nada menos que el Grupo Atlacomulco; atributos todos que lo hacen para Morena, organización a la que bien a bien nunca llegó, una pérdida extremadamente sensible.

Los escasos cuatro millones de litros de sulfato de cobre vertidos en el Río Sonora por una filial del Grupo México, al que las autoridades “competentes” mediáticamente sancionan y claman harán pagar hasta el último daño, y asimismo las macrocargas de explosivos que fuera de toda regulación un día sí y otro también propina la minera Aránzazu a los habitantes de Concepción del Oro, con los daños y las muertes consecuentes, mismas que la procuraduría estatal niega aunque la empresa admite, no son al parecer sino avisos preliminares, a los inquilinos indeseables, de que el México maravilloso de las “reformas estructurales”, que Peña Nieto y los diputados chabelinos ofertan en pública subasta, se ofrece a los postores libre ya de sus feos y molestos habitantes. ■

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