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miércoles, 24 abril, 2024
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Niños de la comunidad El Rey estudian en remolques adaptados como escuelas

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Por: MARTÍN CATALÁN LERMA • Araceli Rodarte • Admin •

■ El plantel, de nombre 24 de Febrero, fue creado hace 4 años para atender a hijos de jornaleros

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■ Se trabaja en un espacio reducido, sin agua potable, luz, ni baño, señalan los profesores

A 65 kilómetros de distancia de la capital del estado, una pequeña comunidad llamada El Rey permanece en el olvido y la marginación, en contraste con ostentosos invernaderos que hay en la zona. Existe sólo para 18 familias y 80 personas que la habitan (muchos de ellos jornaleros agrícolas provenientes de diversos municipios e incluso estados), e incluso ni siquiera hay un registro oficial sobre el municipio al que pertenece.

El Rey podría ser parte de Guadalupe, Villa de Cos o Pánuco, pero ninguno se responsabiliza. Únicamente se cuenta con el registro oficial de su escuela que, de acuerdo con la Secretaría de Educación de Zacatecas (Seduzac), se encuentra precisamente en Pánuco. A los habitantes les recomiendan abrir un juicio para determinar el municipio de adscripción.

La escuela de la comunidad lleva por nombre 24 de Febrero y fue creada apenas hace cuatro años. Antes, los niños debían caminar kilómetros para acudir a escuelas en Chaparrosa o Los Rancheros, comunidades más cercanas.

Después de la gestión de sus habitantes, pudo abrirse la escuela, primero con un autobús que funcionó durante el primer año de actividades escolares. Actualmente, el plantel se conforma por tres remolques adaptados como salones, en los cuales tres maestros ofrecen servicio educativo de preescolar, primaria y a partir de este ciclo escolar de secundaria.

María Esmeralda del Río Ruiz, madre de familia de la comunidad, recuerda: “fui a gestionar a Conafe (Consejo Nacional de Fomento Educativo), pero como eran muchos niños me dijeron que fuera a la secretaría. Ahí me dijeron que nosotros no pertenecíamos a Guadalupe, sino a Villa de Cos, hasta que se dio que pudiera venir la escuela por los niños migrantes”.

“Para que se abriera una escuela en la comunidad tuve que sacar actas y documentos de los niños para que supieran la cantidad de alumnos que habría. Al principio no resolvieron nada y dijeron que fuera a Conafe pero ya había ido ahí y me dijeron que correspondía atender a la secretaría porque eran muchos niños, hasta que hubo una respuesta favorable para traer las aulas”, mencionó.

Sin embargo, desde su punto de vista, las aulas móviles no son suficientes, puesto que los niños y maestros trabajan en un espacio muy reducido, sin agua potable y sin baño, además el calor o el frío aumenta dependiendo la temporada del año.

“Hace falta que nos vengan a construir una escuela y baños. En las aulas camión tampoco hay electricidad. Vienen muy equipadas, traen baños y aire acondicionado, pero no hay donde conectarla a la electricidad y el agua la traemos de pozos”, agrega.

Los vagones se usan sin los servicios básicos

60 niños de todos los niveles comparten tres aulas móviles: una para preescolar y primer grado de primaria, otro para segundo, tercero y cuarto, y otro para quinto y sexto de primaria y secundaria, que se ofrece a partir del actual ciclo escolar.

Los alumnos se muestran contentos por su escuela. Portan uniformes deportivos verdes y esperan que les lleguen mochilas y útiles escolares, que los maestros han gestionado a través de becas. Algunos de ellos recuerdan los días en que debían caminar durante horas para ir y regresar de Los Rancheros.

La escuela 24 de Febrero ha ayudado a brindar atención educativa a los niños migrantes que año con año, junto con sus padres, visitan esa zona para trabajar como jornaleros. Ahora pueden acudir a la escuela y de acuerdo con su testimonio, en dialecto tepehuano, están contentos por eso.

En ese sentido, María Esmeralda del Río Ruiz admite que las aulas móviles han ayudado a mejorar las condiciones de la comunidad, “porque antes era peor”, puesto que no había escuela y los padres preferían poner a trabajar a los niños que llevarlos diariamente a Los Rancheros o Chaparrosa.

Los habitantes de El Rey son beneficiarios del programa Oportunidades, pero nadie más los visita, excepto cuando hay procesos electorales, pero solamente llevan promesas y no apoyos.

“Aquí nos utilizan para lo que les conviene. Para las votaderas vienen y nos buscan hasta aquí, pero para una despensa o un apoyo no vienen, solamente nos buscan para votar y cuando pasa el proceso ya no hay nada, ni para alguna ayuda”, expone la madre de familia.

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El Rey carece de agua potable y sus habitantes ingieren la que se extrae de pozos, mientras que la electricidad en las viviendas se obtiene al conectase de éstos, lo que tiene como consecuencia recibos muy costosos.

“Nos hace falta alumbrado público, y mínimo que nos conecten la carretera de El Tejabán a Los Rancheros, porque cuando llueve los caminos se llenan de agua y lodo y ni para atender una enfermedad podemos salir de aquí. Tenemos muchas carencias aquí en este rancho y nadie nos visita”.

María Esmeralda exige que las autoridades acudan a El Rey a conocer la situación en que viven las familias, sobre todo en temporada de lluvia, cuando prácticamente quedan incomunicados. “Yo oigo que en otras partes dan muchos apoyos pero aquí no llega nada”, lamenta.

Incluso, a Esmeralda del Río Ruiz le recomendaron que abriera un juicio para que El Rey se registrara como parte del municipio de Guadalupe, pero “lo que no entiendo es por qué solamente aparecemos para votar”.

José Eduardo Ramírez Ortiz, director y docente de la escuela 24 de Febrero, explica que ese plantel no es regular, puesto que es parte del programa de la Seduzac que atiende a los niños migrantes.

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Según explica, en ese plantel se trabaja por ciclo agrícola y no por ciclo escolar, debido justamente a que la mayoría de los niños es migrante, quienes son atendidos en este momento por tres maestros que se reparten los diversos grados de preescolar, primaria y secundaria.

El docente comenta que los alumnos de la escuela provienen de Guadalupe o Fresnillo y otros más de estados vecinos, pero constantemente se trasladan a otros lugares del estado donde sus padres acuden a trabajar como jornaleros.

Sobre la demanda de los habitantes de El Rey de construir una escuela formal, explica que ello no es viable porque no hay muchos niños en el lugar, y según les han informado, para ello se requiere que los infantes estén asentados en ese lugar.

Aunque las condiciones en las aulas móviles no son las óptimas o las adecuadas para el proceso de enseñanza y aprendizaje, el director comenta que los remolques se adaptan de acuerdo con las necesidades de los niños y los programas no se trabajan de la misma manera como se establecen en las escuelas regulares.

Desde su punto de vista, las aulas cuentan con las condiciones mínimas para poder trabajar, pero el problema reside en que la comunidad no tiene electricidad ni agua potable y por tal motivo no se puede utilizar el aire acondicionado en la temporada más calurosa ni los baños que están integrados en los remolques.

Otro aspecto que influye en los procesos educativos, además de las condiciones sociales en que se encuentra la comunidad, señala Ramírez Ortiz, es que los padres de familia no se interesan por el aprendizaje de sus niños.

“Es decir, ellos mandan a los niños a la escuela pero al salir se lo llevan a trabajar y entonces eso afecta mucho en el aprendizaje, porque no se dedican a la escuela y a sus actividades escolares. Vienen un rato pero en la tarde se van al campo”, explica.

Un viejo remolque se planea adecuar como cocina, pero necesita reparaciones

Según el docente, hay otras condiciones que no favorecen a los procesos educativos. En temporada de lluvia por ejemplo, la zona suele inundarse y El Rey queda incomunicado. En consecuencia, niños que acuden de otros sitios no pueden pasar por los caminos lodosos.

“Cuando llueve aquí no se puede pasar. Tenemos que dejar los carros donde termina la carretera y nos encuentran en camionetas para poder pasar, pero aunque lleguemos no hay niños porque tampoco pueden pasar”, añade.

La expectativa con la escuela es moverla de lugar y para ello, uno de los terratenientes ha donado un espacio, pero será necesario cercarlo para salvaguardar los remolques. También se planea construir baños para mejorar las condiciones de la escuela, para lo cual se requiere de apoyo.

Por su parte, Moraima Cervantes Rodríguez, docente de preescolar y primero de primaria en la escuela 24 de Febrero, manifiesta la dificultad para atender a niños de distintos grados, ya ello implica descuidar a unos o a otros. Para ello, implementa actividades que se relacionan en los grados que imparte.

Desde su punto de vista, las aulas móviles tampoco son adecuadas para impartir clases. Su reducido espacio ocasiona que los alumnos se amontonen, se avientan o chocan entre sí, además que, dependiendo la temporada del año, el calor o el frío extremo se acentúa. Aunque los remolques cuentan con aire acondicionado, coincide en que la falta de electricidad en la comunidad impide que se utilice.

Para mejorar un poco las condiciones en que se encuentra la comunidad, la maestra comenta que los propios docentes han gestionando becas y se pretende que se dote de bicicletas a los niños para que puedan acceder a El Rey, en este momento en que la lluvia cubre de lodo los caminos de acceso.

El autobús que hace cuatro años se utilizó como aula, agrega, se pretende convertir en una cocina, para lo cual acudirán al sistema Desarrollo Integral de la Familia (DIF), aunque el camión deberá ser remodelado porque en este momento no tiene puertas, sillas o mesas. “El año pasado metimos el proyecto pero estamos en lista de espera”, añade.

Para llegar a El Rey, relata, los docentes se trasladan desde la capital del estado diariamente y las clases inician a las 9 horas, debido a que no es una escuela regular, y concluye a las 13 o 15 horas cuando se implementa el programa de Redes, mediante el cual se atiende a niños con algún rezago de aprendizaje.

Según refiere, una opción que podría mejorar la situación de la escuela, es que los remolques se trasladen a un terreno cercano que fue donado, pero hace falta cercar el espacio para que las aulas permanezcan resguardados.

La mayoría de los pequeños, después de clases, ayuda a sus padres en el campo  ■ fotos: miguel ángel núñez

Al igual que el director, Cervantes Rodríguez coincidió en que en ese lugar no se pueden edificar salones normales, ya que muchos de los niños son migrantes, de manera que las aulas móviles son útiles en la medida en que su funcionalidad radica en la posibilidad de llevarlos a otros lugares en función de las necesidades educativas.

Otro problema que percibe en la comunidad al igual que sus propios habitantes, es que El Rey no tiene registro: “no aparece y nos dicen que pertenecemos a Pánuco, pero luego que en Villa de Cos”, y para ubicarlo, simplemente se refiere a “Los Tejabanes”.

“La comunidad está olvidada por todos, tiene muchas carencias. Recientemente los padres de familia cooperaron para que estuvieran poquito mejor las aulas, pero no podemos exigirles mucho porque es gente que trabaja en el campo y a veces tiene dinero y a veces no”, enfatiza.

A diferencia de una aula móvil, explica la docente, en los salones y escuelas comunes el espacio es mayor y por lo tanto es posible implementar diversas actividades didácticas que en su caso, debe realizarlas en la intemperie y si es que el clima lo permite.

Sin embargo, hay ocasiones en que no se pueden implementar actividades fuera de las aulas porque, al ubicarse los remolques dentro de la comunidad, hay tránsito de tractores o vehículos y podría ser peligroso, además de que los niños constantemente mencionan haber visto víboras.

La maestra concluye la entrevista: “solicitarles a la gente e instituciones que nos puedan ayudar, más que nada para los baños. Se necesitan para los niños, por las enfermedades o por los animales. Por eso es lo más urgente”. Los niños actualmente utilizan una fosa séptica.

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