Es de todos conocido que la transparencia es el mejor medio para el combate a la corrupción, pero también para una dimensión que se asocia a la rendición de cuentas: la arbitrariedad en las decisiones sobre el destino de los recursos que pertenecen a todos los ciudadanos. ¿Por qué usar los recursos de una manera y no de otra? ¿Por qué esos montos y no otros? ¿Bajo qué prioridades se toman esas decisiones? La arbitrariedad es prima de la corrupción, porque las razones que conducen la decisión no son públicas ni son avaladas por instancias democráticas: los motivos de la arbitrariedad siempre se asocian a la llamada corrupción indirecta. Por ello, es muy importante aclarar no sólo los montos que se asocian a cierta obra, sino las razones de su construcción y los modos en qué se impulsa. Por ejemplo, se puede destinar una cantidad importante a obras que dotan de infraestructura a una zona específica del estado, y resulta que es justo el lugar donde algunos privilegiados de buena influencias tienen su rancho. Podemos saber la existencia de las obras y sus montos, pero el móvil y las causas de las mismas son igualmente importantes de ser transparentadas.
La arbitrariedad en este último rasgo se asocia a la manera y el tiempo en que fueron tomadas las decisiones, pues cuando estas se dan a conocer posteriormente a su realización, es altamente probable que se trate de un caso de improvisación. Las decisiones sobre el destino de recursos siempre deben ocurrir con anticipación y de forma clara.
Por ello es esencial a la gestión de la transparencia no sólo la existencia de las normas genéricas y universales, sino de las formas organizativas en las que se construye y así localizar las llamadas “fallas de transparencia”. Pues bien, es un paso importante esclarecer el fin de los recursos pero informar ex-post las decisiones del destino de recursos deja un sabor amargo y varias cejas levantadas y no por los datos, – también imprecisos de una legisladora – sino que da la idea de que la aclaración viene un vez que se hizo la denuncia. Por ello tanto al Ejecutivo como al Legislativo les beneficiaria hacer una revisión exhaustiva de los esquemas organizativos de la transparencia y así cazar las fallas existentes para proponer nuevos principios y andamiajes organizativos que garanticen buenas prácticas institucionales en el ejercicio de gobierno.
El tema de la organización de la transparencia en el tiempo previo a los procesos electorales es vital para generar confianza a dichos eventos. La transparencia es la mejor medicina para lograr la confianza, y la confianza es la esencia misma de un buen gobierno, con ella, aumenta el pago de impuestos, la participación ciudadana en la solución de problemas públicos y la calidad de la democracia. Sin confianza es todo lo contrario: instituciones que se mandan solas.
